Parte 5

54 0 0
                                    

¿Sabes?

A pesar de que cambió todo muy rápido en estos años en que te has ausentado, tu imagen y presencia se quedaron grabadas en mi mente; cada momento, cada recuerdo, cada palabra y cada beso. Creo que nunca te superé...

Terminé la universidad, conseguí un empleo no muy estable y no tan bien pagado, intenté seguir adelante...

Muchas parejas y relaciones inestables fueron y vinieron, algunas de una sola noche, pero ninguna pudo llenar el vacío tanto carnal como emocional que dejaste. Para mí tu eras perfecta, única.

Me causa demasiados problemas el hecho de tu repentina desaparición; aún recuerdo el momento exacto:

Fue una de tantas salidas en un fin de semana, aquella ocasión fuimos a tu sitio especial, donde yacía tu abuela o "mami" como te gustaba decirle.
La extrañabas demasiado, cada mes ibas a contarle lo que ocurría y fue la primera vez que me permitiste ir contigo, eso me hacía muy feliz ya que siempre dijiste que era algo muy personal y te sentías incómoda con ello. Era un cementerio pequeño a un par de cuadras de tu casa, podría pensar que era familiar pero jamás me dijiste nada. Estaba rodeado de pinos y limoneros, casi como un pequeño bosque y que curiosamente tenía unos columpios. Te fascinaban los columpios. Al llegar vi la lápida cubierta de musgo, colocaste las flores y te inclinaste para orar antes de empezar a hablarle. Al lado yacía otra lápida de un hombre, completamente cubierta salvo por su nombre y su fecha de vida, imaginé era su esposo, porque tenía tu apellido y una edad similar, unos años más corta, pero no me importó. Quizá venías con "mami" y mientras ella rendía tributos tú te ibas a jugar a ese mismo columpio. Sea como sea, me sentí especial, mucho, porque yo era el primero en acompañarte.

Yo sabía bien que la vida no había sido muy amable contigo...pérdidas de seres queridos, desamores constantes y similares, peleas intrafamiliares de las que tus padres te escondían pero que sabías que ocurrían...sobre todo entre ellos dos y tus tíos; estabas muy presionada. Quizá fui muy tonto por ilusionarme y entregarte todo sin ver ese trasfondo por estar cegado por amor.

En fin, recuerdo que después de decirle a tu abuela lo ocurrido en los meses que llevábamos juntos y de presentarme, empezaste a llorar.
Intenté consolarte de inmediato, pero no me dejaste. Recibí un empujón y corriste a la entrada. Cuando logré alcanzarte, simplemente te deshiciste en lágrimas entre mis brazos, disculpándote. Sólo pude acariciar tu cabello mientras te besaba, no supe qué decir. Grave error, pero me sentía anonadado, sorprendido e inútil por no saber qué palabras usar más que "tranquila, todo está bien, te amo".

Luego, ese día, estuviste muy callada. Evitabas todo intento mío de averiguar qué pasaba, por lo que desistí. Fuimos a comer más tarde y recuperaste cierto ánimo, pero sabía que había algo raro; casi no nos besamos ni nos tomamos de la mano... Me dolía mucho, pero imaginaba era normal por lo ocurrido, sin embargo, no podía evitar deprimirme por cómo estabas y ver que nada mejoraba, pensaba y pensaba en qué hacer. La mejor opción que pude elaborar era distraerte pero no sabía con qué.

Finalmente decidí llevarte al cine, era una película taquillera, una nueva generación de películas de esa vieja cadena de animación que te fascinaba desde niña por sus cuentos de princesas y héroes. Trataba sobre un pez que buscaba a otra pececita perdida en un centro de preservación de la vida salvaje.

Casi no pusiste atención a la película, no por mí, sino que te inclinaste hacia el otro lado, casi dándome la espalda. No querías hablar... Salimos de ahí a media película. Estaba devastado, todo había fallado.

Yo pensaba que sería el final del día y me preparaba para un muy largo viaje de regreso, pero para mi sorpresa, decidiste llevarme tú a otro lado. Dijiste: "Sólo guarda silencio, toma mi mano y sígueme". Hice tal y como dijiste, siguiendo tu figura entre la gente, camino a tu casa entre bici-taxis, puestos de comida y gente apresurada.

Me llevaste a un hotel a unas cuadras de tu casa. Fue nuestra primera vez... De alguna manera, cambiaste completamente, te entregaste a la pasión de manera desenfrenada y yo sólo me dejé llevar por ti y tu belleza, tu intensidad y tu amor. Fue perfecto, como tú. Pero... ¿Por qué pienso en eso ahora? No...no debo, no ahora.

Luego de eso, hicimos lo que toda pareja, nos bañamos y nos fuimos a casa. Mejoró ciertamente tu ánimo porque no soltabas mi mano...pero no podía evitar pensar que todo parecía una despedida muy amarga. En el fondo lo presentía.

Finalmente llegamos a tu casa. Como de costumbre, nos despedimos en el portón, con un beso un poco más corto que lo habitual. Sin pensarlo, dos palabras salieron de mis labios: "Te amo", dije.

Sonriente me diste otro beso, me abrazaste muy fuerte y susurraste en mi oído: "Yo también te amo, gracias".

Me diste la espalda y cerraste la puerta mientras te despedías con la mano. Creo haber notado cómo tu sonrisa cambiaba a tristeza pura.

No recuerdo nada del regreso, me fui automáticamente y callado de regreso a casa. Esa noche no pude dormir, dejaste de contestar todos mis mensajes luego de poner tú uno diciendo: "Gracias, Caleb. Por todo. Te amo y perdóname...".

Imaginé que te ibas a dormir por sentirte mal, y que hablaríamos al día siguiente, pero me equivoqué. Te fuiste sin más, sin respuestas. Empecé a escribir mensajes sin destino alguno día tras día. Cada uno se volvió una estaca en mi corazón y con temas distintos, desde odio hasta disculpas y drama.

Varios meses después me rompí por completo. El último texto decía: "Te amo...ya no puedo decirte más. Te llevaste todo de mí. Espero seas feliz estés donde estés."

Luego de eso, las cosas se volvieron grises para mí, por más que lo intenté nunca pude volver a ser yo, hasta ahora al menos.

Un día sin más en la oficina, en otro día común, me llegó un mensaje de un número desconocido a mi teléfono. No podía creer su contenido:

Supuestamente eras tú, pidiendo hablar conmigo. Imaginé era una broma hasta que enviaste una foto. Te veías ligeramente mayor y tan bella como siempre. Fue como aquél día en el metro para mí. En ese instante pedí permiso a mi jefa (argumentando una emergencia familiar) y salí.

Aquí me tienes ahora, buscando entre la multitud tu figura: alta, de complexión normal, bien dotada (como dirías tú) y con tu inconfundible cabello ondulado, largo y negro. ¿Qué tan difícil puede ser encontrarte?

Me siento agobiado, todas las emociones posibles se arremolinan en mi cabeza...no sé qué te diré, cómo actuaré, nada.

Ahí...sobre las escaleras eléctricas...¿Eres tú? Sí...definitivamente...
Kanade...necesito respuestas, quiero arreglar mi vida.

5:15 p.m.

Llegas a tiempo...y vaya que sigues hermosa como siempre. Pero no puedo dejarme distraer por tus encantos. Debo saberlo todo. Ahora.

FantasíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora