Parte 2

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Siempre he amado la ciudad, sin importar lo grande que fuera y lo mala que yo era para recorrerla. Pero tu cumpleaños estaba cerca y tenía tantas ganas de verte.

Una hora de distancia en el autobús fue lo que tardé en llegar a la terminal de autobuses. Afortunadamente, llevaba mis audífonos y música de Black Heaven en el celular, y en días grises se convertían en mis mejores amigos, me hacían meterme en el mundo oscuro dentro de mi cabeza; a veces era lo único que tenía y, a pesar del dolor, me hacía feliz. Sin embargo, últimamente tú te habías convertido en mi mundo, porque por más rota que me sintiera, estabas ahí, esperando a que me levantara. Tal vez eras tú la única razón por la que lograba despertar cada mañana.

Comencé a quererte, sin siquiera darme cuenta.

El día estaba nublado, el viento soplaba y una tormenta se aproximaba. Pero yo permanecí sentada esperando que llegaras, entre mensajes de WhatsApp en los que te decía lo que veía a mi alrededor. Nunca fui buena aprendiéndome el nombre de lugares, ni de calles, sólo sé que había ido a ese lugar con un viejo amigo de la secundaria varios años atrás.

Mi corazón latía frenéticamente y mis manos se humedecían. Estaba muy nerviosa.

Finalmente logré verte desde lejos, y dudé por un momento si correr hacia ti o esperar a que llegaras hasta mí. Por supuesto que no corrí, pero sí caminé a paso apresurado, con un montón de emociones dentro de mi pecho, y una enorme sonrisa en mi rostro.

No sé si fue por inercia o porque realmente soy idiota, pero cuando dijiste "hola", no pude evitar saltar a abrazarte. Por un instante no quería que eso terminara nunca, tenerte en ese segundo que era tan real como todo el cariño que te tenía. Otro instante, me rodeabas con tus brazos, y toda la seguridad que creí que me faltaba, la encontré en tu calidez. Pero ¿por qué rayos ibas tú a sentir lo mismo? Cuando reaccioné y logré soltarte, busqué una rápida excusa por lo que había sucedido.

¡Feliz Cumpleaños! ― Fue lo primero que se me vino a la mente. Luego pensé en lo torpe que era, porque ese día todavía no era tu cumpleaños, pero pareció no importarte, sólo te reíste y agradeciste.

Caminamos un poco, dijiste que iríamos a comer a un lugar cerca de donde estábamos. Me emocioné y seguí tu paso, pero un trueno lejano interrumpió nuestra caminata junto con grandes gotas de lluvia, y un intenso viento que nos cayó encima.

Corrimos hacia el tren suburbano. Al llegar, la lluvia ya nos había consumido, estábamos empapados y el frío se sentía hasta los pulmones. A pesar de eso, no paraba de reír por nuestra mala suerte. Lo bueno de todo es que yo no subía a menudo al tren, porque de dónde vengo, no hay ninguno, y este tipo de pequeñas experiencias me emocionaban.

La estación estaba casi vacía, salvo unas cuantas personas que caminaban cerca. Estaba completamente mojada, temblando de frío y riéndome a carcajadas, y tú, entre risas, sólo me mirabas. Me di cuenta de lo que pasaba y desvié la mirada sin dejar de reírme, me puse nuevamente nerviosa.

Había poca gente en el tren, pero sin asientos juntos disponibles, así que sugerí que nos sentáramos en la parte de en medio. Lo dudaste por un momento, pero al final tú tomaste la iniciativa. Me coloqué a un lado de ti, con mis piernas cruzadas, y tomé uno de tus brazos para posteriormente abrazarlo. Era algo típico de mí hacer eso con mis amigos, pero nunca lo había hecho contigo. Lo cierto es que tenía mucho frío y tú te sentías tan tibio. Hubiera deseado que me abrazaras también.

No sabía cuánto tiempo tardaríamos, simplemente dejé el tiempo fluir en todo lo que contabas. Te pregunté sobre tu familia y amigos. No decías demasiados detalles, pero sí lo suficiente para entender tu situación. También me hablaste sobre algunos acontecimientos graciosos que te habían pasado, y cosas que te gustaban. Me agrada hablar sobre música, aunque no soy extremadamente conocedora, disfruto mucho lo que las personas me cuentan.

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