Parte 4

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¿Sabes qué odio del café? Que me recuerda a ti, y la manera en la que me hacías sentir; igual que la cafeína que nos exalta los nervios, nos roba el sueño, y simplemente nos negamos a vivir sin ella. Creo que me negué demasiado a vivir sin ti, tanto que te destruí por querer más.

Recuerdo aquel día. Siempre me agradaron tus gestos al mirar la cantidad de azúcar que agregaba a mi café y cómo lo tomaba tan caliente que podría haberse derretido mi lengua. ¿Eran acaso esas pequeñas cosas desconcertantes por las que no dejabas de mirarme? A veces me gusta pensar que esa era una de las razones por las que estabas conmigo.

No era el mejor café del mundo, definitivamente, pero el estilo oriental del lugar me reconfortaba, me hacía recordar ciertos momentos, y ciertas personas de las que nunca hablé. Tal vez fueron ellos quienes hicieron de ese lugar el mejor del mundo.

Comimos hasta no poder más, y me divertía tanto quitarte tu comida, aunque, al final, terminaba dándote lo que ya no quería, como niña de primaria. No me importaba mostrarte esa parte de mí, desde el principio sentí que contigo podría ser yo misma sin que te molestaras por ello. Y lo cierto es que adoraba la manera en la que estábamos juntos, con esos detalles, besos, y chistes que contabas.Mi parte favorita era cuando bajaba uno de mis dedos sobre tu espalda, y entonces te retorcías para luego abrazarme.

Cuando terminamos de comer, te pedí que nos quedáramos un rato más. No podía parar de sonreír mientras me contabas un poco más sobre tu familia. Por supuesto que no sospechabas nada al respecto, aunque mis ansias estaban a punto de hacerme soltar una carcajada, sin embargo, con todas mis fuerzas logré mantener el control.

Me gustaba escuchar todo lo que tenías para decirme, no importa lo insignificante que fuera, yo no te iba a interrumpir hasta que terminaras. Podría haberte escuchado toda la vida, Caleb. Podría nunca haberte hablado sobre lo que ocultaba en mis pensamientos, y entonces todo volvería a ser como antes...

Repentinamente dejaste de hablar cuando "Las Mañanitas" comenzaron a sonar. Me miraste unos segundos y no pude evitar reírme. Al menos podría revivir un poco la felicidad que faltó el día de tu cumpleaños, y además era divertido verte sentir incómodo cuando los meseros se acomodaron alrededor entre cantos y aplausos. Te sonrojaste y te acercaste a mí, con esa sonrisa que me derretía.

Y sí, todavía tengo esa foto. La coloqué en un pequeño marco de color bronce que tengo siempre a un lado de mi cama. A veces la observo hasta quedarme dormida, esperando sentir otro beso como el de ese día, o como el primero.

Me llevaste a casa como todo un caballero. Realmente, viajar contigo hacía que el planeta se volviera diminuto a comparación de nuestros sueños. Nunca importó a dónde, o qué tan lejos, el mundo estaba a nuestros pies. Pero el final del día estaba cerca, y lo único que quería era permanecer contigo, hasta dejar de respirar. Podría haberme aferrado a ti como una sanguijuela y nunca dejarte ir. Podría haberte cortado en pedacitos y guardarte en mi cofre plateado para tenerte todo el tiempo conmigo. Desearía nunca haberte soltado, Caleb, porque tu locura y tu manera de amarme tan única era lo único que necesitaba para vivir feliz.

No te vayas, Caleb, no te vayas.

Te abracé, lo más fuerte que pude antes de llegar a casa. Mis padres esperaban siempre por mí en la sala, les aliviaba tanto ver que tú me acompañabas. Te despediste con un beso, tan dulce como lo eres tú, y te fuiste.

Nuevamente, mis demonios habían llegado por mí. ¿Por qué de un de repente todo se venía abajo? ¿Y por qué sólo tú lograbas que esos pensamientos se alejaran?

Pienso que, muchas veces, hablar contigo me había servido para vaciar mi corazón de toda esa basura estancada que no me permitía avanzar. Siempre te vi de la manera más hermosa y, aunque nunca fuimos almas gemelas, pues nuestros universos diferían, embonábamos a la perfección y, hasta ese entonces, nunca me había sentido tan segura de caminar al lado de una persona tomando su mano, no como lo sentía cuando estábamos juntos... y no quería que terminara.

Y la verdad es que, desde que me fui, no he bebido ni una sola taza de café.

Hasta ahora.

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