Narrador Omnisciente*
Puerto Vallarta era tal y como Emma lo había imaginado, y se alegraba de haberlo incluido en el itinerario.
Brillante, tropical, exótico... Había gente guapa por todas partes, vestida de manera informal pero estilosa. Los vendedores callejeros vendían su mercancía en la calle. Allí podía encontrarse de todo, desde vestidos a bolsos hechos a mano. Tendría que comprarse algo para recordar aquella excursión... Como si pudiera olvidarla, saltando de destino en destino con Edward.
La ciudad que quedaba atrás estaba llena de turistas, pero no era muy grande. Emma confiaba en que no hubiera corrido la voz del lugar que querían visitar. Aunque le habían prometido que Stone Entreprises era la primera de la lista, el mundo inmobiliario era despiadado.
Cuando el conductor detuvo el coche frente al blanco hotel de cuatro plantas, Emma supo que la cabeza de Edward ya estaba en marcha. Tal vez no demostrara lo ansioso que estaba por comprar su primera propiedad fuera de Estados Unidos, pero Emma sabía que por dentro estaba saltando como un niño la mañana de Navidad.
Tres grandes arcos daban paso al vestíbulo. No había puertas por ninguna parte. Aquel lugar tenía un aire muy parecido al hotel de Kauai. Y Emma sabía lo mucho que significaba ese sitio para él y su hermano Eric.
Edward no dejaría escapar esta propiedad.
Cuando el conductor abrió la puerta, Edward salió y extendió la mano para ayudarla a bajar.
—Es precioso... —susurró ella, cuando su mano encontró la suya.
Edward le mantuvo la mano sujeta, mientras la guiaba por el suelo de terrazo.
Dos minutos después de su llegada, un hombre nativo y alto vestido con un impecable traje color crema, los recibió y los guió hacia una estrecha sala de juntas. Emma tomó asiento al lado de Edward, que hizo lo mismo al lado del dueño de la propiedad.
La reunión duró menos de una hora, y cuando llegaron al coche que les estaba esperando, Edward y su hermano Eric eran los orgullosos dueños de su primera propiedad fuera de Estados Unidos.
Emma hizo un esfuerzo por guardarse sus comentarios para sí misma, pero cuando estuvieron en la parte de atrás del Jaguar para dirigirse al hotel en el que se estaban hospedando, se giró hacia Edward.
—¿Estás seguro de que Eric va a estar de acuerdo con esto? —le preguntó.
—Claro que sí.
Edward se había aflojado ya la corbata color cobalto, se había desabrochado los dos botones superiores de la camisa, y ahora se estaba remangando la camisa, para dejar al descubierto unos antebrazos bronceados.
—¿Estás seguro?
Él se encogió de hombros.
—Lo llamaré por teléfono esta noche y le diré que tenemos que hablar. Aunque preferiría contárselo en persona. También tenemos que hablar del cambio de nombre del hotel.
Emma subió la rodilla al asiento de cuero, y se giró para mirarlo.
—¿No sabía que ibas a venir aquí?
Edward le dirigió una mirada insinuando que aquello no era asunto suyo, pero ella no se amilanó.
—Edward... —comenzó a decirle en tono suave—. Sé lo importante que es para ti ampliar tu negocio a otros países, pero tu padre os dejó su legado a ti y a Eric. Tiene derecho a saberlo cuanto antes.
Edward no le estaba escuchando. Emma vio cómo sus ojos se dirigían hacia su rodilla doblada y volvió a bajarla. ¡Cielos! Había olvidado por completo que llevaba puesto un vestido veraniego. No era corto, pero el dobladillo le llegaba justo encima de las rodillas, así que le había visto el muslo desnudo.
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¿For Business Or For Love?
Romance¿Qué pasaría si desde que entras a trabajar para un magnate multimillonario en la Empresa de mayor prestigio de Hoteles Stone y te enamores en secreto de tu jefe? Y no solo eso, tras la muerte su madre, tu Jefe te pida delante todos los empleados...