Narrador Omnisciente*
Edward se quitó la ropa y se metió de nuevo en la cama, agradecido de que Emma siguiera durmiendo. Se tomó un instante como había hecho antes, cuando la dejó una hora atrás, para admirar su sencillez, su belleza inmaculada. Era maravillosa en todos los sentidos.
La piel blanca, suave, unas sutiles ondas rubias desparramadas por la blanca almohada, los labios carnosos ligeramente entreabiertos...
Sí, le había costado trabajo dejarla aquella mañana, pero tenía otra llamada importante que hacer y debía asegurarse de que llegara el paquete.
Tumbándo se a su lado, Edward apoyó la cabeza en una mano y le pasó el collar de perlas entre los senos que habían quedado al descubierto, porque la sábana se le había deslizado hasta la cintura.
Emma gimió y se revolvió bajo las perlas.
Edward sonrió. Era tan maravilloso verla dormida como despierta.
El sutil modo en que se le elevaban las comisuras de los labios cuando se estiraba, la sensualidad con la que las pestañas le daban contra las mejillas...
¡Dios! ¿Por qué nunca se había fijado con anterioridad en esos aspectos de una mujer?
Porque nunca se había quedado el tiempo suficiente en la cama de ninguna.
Nunca había querido hacerlo hasta ahora.
Y eso afirmó la decisión que había tomado antes... La importante llamada al padre de Rachel.
Deslizó el collar de perlas arriba y abajo una vez más, complacido al ver que abría los ojos y los clavaba en él.
Emma sonrió y extendió los brazos.
—Buenos días.
—Sí, son buenos días —reconoció Edward, deslizándo le las perlas por los senos.
—¿Qué es esto?
—Son tuyas —alzó el collar para que lo viera—. No tienen ni un defecto, como la mujer que las poseía antes y como la mujer que me gustaría que las llevara.
Emma abrió mucho los ojos.
—¿Son... Eran...?
—Las perlas de la madre de mi padre —Edward se sentó y tiró de ella para colocarle las perlas alrededor del cuello—. Perfecto. Sabía que te quedarían bien.
Ella alzó la mano en gesto instintivo para sentir las perlas.
—¿Viajas con ellas para ver si tienes la oportunidad de regalárselas a alguien?
Su descaro no cesaba de admirarlo.
—No, estaban a salvo en mi casa. Le pedí a mi ama de llaves, en la que tengo plena confianza, que me las enviara aquí.
A Emma se le quedó congelada la mano en las perlas y clavó los ojos en los suyos.
—¿Cuándo has hecho eso?
—Ayer por la mañana, antes de que subiéramos al avión.
Emma escudriñó su rostro durante un instante sin decir nada.
¿Se había quedado sin palabras? Nunca había presenciado algo así. Pero lo que más le impactó fue que cuando se le llenaron los ojos de lágrimas, le rodeó el cuello con los brazos y estuvo a punto de tumbarlo en la cama.
Seguramente Emma se había dado cuenta de la importancia del momento. No quería que pensara que se tomaba a la ligera su regalo de amor. Y el hecho de que él no estuviera preparado para decir las palabras, no significaba que no pudiera mostrarle de otras formas lo mucho que le importaba.
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¿For Business Or For Love?
Romance¿Qué pasaría si desde que entras a trabajar para un magnate multimillonario en la Empresa de mayor prestigio de Hoteles Stone y te enamores en secreto de tu jefe? Y no solo eso, tras la muerte su madre, tu Jefe te pida delante todos los empleados...