Capítulo 5

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Ya ha pasado una semana, y aún no puedo quitarme de la cabeza la tarde de aquel día. Jennifer ha estado faltando a clase, parece ser que tiene la gripe. Tenemos que hablar de lo que pasó, así que he decidido que esta tarde iré a su casa a ver como está y a hablarlo. Me siento muy extraña, y tengo ganas de que todo vuelva a la normalidad. He estado evitando a Samuel estos últimos días, y me siento fatal por ello, aunque me ha venido bien tener un poco de espacio, para variar.

Desbloqueo el móvil para llamar a Jennifer, y veo que tengo dos llamadas perdidas suyas. Se me dibuja una sonrisa en la cara: ella también ha pensado en mí. Al final hemos quedado en que iré a las seis a su casa. Aún faltan un par de horas, así que me da tiempo de sobra para darme una ducha y arreglarme. Por alguna extraña razón, estoy muy nerviosa. La voy a ver por primera vez desde aquello, y no sé cómo será.

Salgo de casa, y mientras recorro la poca distancia que separa nuestras casas, voy pensando en qué decirle. Tengo que ser sincera con ella. No sé por qué estoy tan nerviosa. Cuando llego a la puerta de su casa, se está llevando a cabo la tercera guerra mundial en mi estómago. Llamo, y me abre Sarah, la madre de Jennifer.

-Pasa, cariño. Jennifer está arriba, en su cuarto. Se alegrará de verte – Me sonríe tiernamente, y consigue tranquilizarme un poco.

-Muchas gracias, Sarah.

Subo las escaleras, y su habitación está cerrada, así que llamo a la puerta. Se oye una voz muy bajita desde dentro:

-Estoy bien, mamá. No hace falta que estés todo el día entrando en… - Deja de hablar cuando abro la puerta y me ve.

Las persianas están medio bajadas, y sólo hay una lamparita de noche encendida, así que la habitación está bastante oscura. Jennifer está acostada en la cama, con el edredón echado hasta el cuello, y está pálida. Lleva el pelo recogido en un moño mal hecho, y lleva una diadema rosa.  Al verme, se le ilumina la cara y esboza una sonrisa. Joder, hasta con gripe está guapa.

-Si quieres puedo venir luego.

-No, no. Pasa, siéntate aquí, Em. – Me hace un hueco su lado, y yo me siento al borde de la cama. Está exageradamente pálida, tiene ojeras y los ojos llorosos.

-Estás horrible. – Le digo, con una sonrisa en la boca. Dios… me alegro tanto de verla. Le acaricio la frente con la mano. Está caliente.

-Tú también – bromea –. Pensaba que no vendrías nunca. Te he echado de menos. – Me coge la mano y se pone a jugar con mis pulseras. Su tacto me eriza la piel, y me da un vuelco el corazón. ¿Se puede saber qué me pasa?

-Necesitaba tiempo para…

-Ya. Yo también.

Nos quedamos en silencio, mirándonos la una a la otra. Estoy hecha un lío, y parece ser que ella también. No sé qué decirle, no quiero romper el buen rollo que hay entre nosotras.

-Verás, la otra noche fue… confusa. Estábamos muy borrachas, y no recuerdo muy bien lo que pasó. Ni siquiera sé cómo llegué a casa – Tonta, tonta, tonta. ¿Por qué miento? Parece desconcertada ante mi afirmación, realmente no se lo esperaba. Le sostengo la mirada, esperando a que me diga algo –.

-No pasó nada en especial, yo tampoco recuerdo mucho. Sé que nos mojamos con la bañera, y que luego vomitaste y te fuiste a casa. Fue divertido, creo.

¡Me está mintiendo! Ahora su cara es el vivo reflejo de la culpabilidad. Se piensa que no sé lo que pasó y ha decidido mentirme. Yo también sé jugar a hacerme la loca. Si quiere enterrarlo y hacer como si nada, puede que sea lo mejor. Además, es un alivio no tener que hablar del tema. Así a lo mejor todo vuelve antes a la normalidad.

-Siento que tuvieras que recogerlo todo tú sola, Jenn. De verdad, no me acuerdo de nada. ¿Cómo estás? – Parece aliviada de cambiar de tema, como yo.

-Fatal. Te he echado de menos, pero ahora estoy mejor. No tardaré en poder salir de la cama, espero.

Sonrío como una tonta ante su respuesta. De verdad, tengo que solucionar lo que sea que me esté pasando. No entiendo cómo puede tener este efecto sobre mí.

-Bueno, pues ya estoy aquí – Saco de la mochila que he traído los apuntes de todas las asignaturas -. Y te voy a poner al día de todo. Espero que me hayas echado mucho de menos, porque a partir de ahora te vas a cansar de mí.

Abro el edredón y me meto en la cama a su lado, incorporada en el cojín. Se me queda mirando con una sonrisa tonta, y me dice:

-No creo que me canse de ti, Em.

Nos pasamos la tarde riéndonos y revisando las clases que ella se ha perdido. Se me había olvidado lo bien que lo pasamos juntas siempre. No me había dado cuenta de lo mucho que la había echado de menos. Creo que lo mejor será dejar pasar lo de la otra noche, y hacer como si nada. Total, íbamos muy mal y no éramos conscientes de lo que hacíamos. Es una tontería calentarse la cabeza por eso.

The way I feel about her. (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora