21 años

8 1 1
                                    

Era última hora y tocaba ciencia de los materiales. Hacía calor en el aula y aún más escuchando la chapa de teoría que estaba contando el profesor. No hacía falta ser muy avispado para darse cuenta que los alumnos estaban aburridos. Algunos, sobre todo por el fondo, hablaban en voz baja disimulando y evitando que el profesor, desde la palestra, les viera comentar cómo fue en la última fiesta. Otros estaban con el móvil bajo su mesa, enviando mensajes o mirando las redes sociales. Otros, más astutos, lo tenían dentro de su estuche disimulando que estaban buscando un bolígrafo con tinta para seguir tomando apuntes. Algunos estaban con la mochila encima de la mesa haciéndoles de cojín mientras pegaban una pequeña cabezadita. El profesor sabía que la gente hacia todo eso, pero le importaba más bien poco que sus alumnos le prestaran poca atención. Él era quien les pondría las notas y sabía que más de uno, a final de evaluación, vendría llorando y suplicando que les subiera ese medio punto que les faltaba para aprobar y con ello, sacarse la carrera que estaban estudiando.

-Chicos, -cambió de repente de tema el profesor- recordad que aunque sea un tostón de asignatura, es necesaria aprenderla para el año que viene. El próximo año tendréis que presentar vuestro proyecto final, y yo seré parte del jurado. Os conviene estar atentos al menos durante lo que queda de clase... y de curso también -Dijo con un toque sereno pero serio. Se notaba por su tono que estaba cansado ya de repetir lo mismo cada año-. Así que ahora, dejad los móviles, callos un poquito y...-cogió una tiza y se la tiro con delicadeza al chico que dormía encima de la mesa- no seáis un bello durmiente con este.

El chico alzó la cabeza rápidamente y, somnoliento, vio como toda la clase había clavado su mirada en él. Sus ojos se abrieron de repente y con prisa busco un bolígrafo en su estuche e hizo como si ya estuviera preparado para tomar apuntes.

-Perdón-. Dijo avergonzado.

-Bien, sigamos.

El profesor siguió hablando y repartiendo teoría a mas no poder. Entre los alumnos estaban Matt y Enzo. Matt, aunque le costaba, se estaba sacando las asignaturas a su manera y, aunque se esforzaba al máximo, no era un alumno que destacaba por sus notas. Él siempre se había distinguido por su carisma y la sonrisa que siempre lo acompañaba. Enzo en cambio, sí que sacaba buenas notas. Era un alumno de notables y los profesores nunca tenían problemas con él. Esa aula no era como la que tenía en su antiguo instituto. Era más grande, pero sin ventanas. Así que siempre que Enzo se encerraba en su mundo, no tenía una vía de escape como antes. En vez de una ventana, tenía su libreta, llena de apuntes, ideas y dibujitos que hacía de vez en cuanto cuando se metía en su burbuja.

Habían pasado dos años desde que Alice se había ido de su vida y su mundo interior se había vuelto mucho más oscuro y melancólico desde entonces. A veces, muchas más de las que él quería, su mente jugaba con él y aparecían en su cabeza recuerdos que había vivido con ella: en la playa, en la cafetería, en su banco... Enzo lo intentaba. Intentaba no pensar en ella. Se engañaba diciendo que no le importaba, que estaba bien y que ya había pasado página. Pero, como he dicho, se engañaba a sí mismo.

Él sabía que, aunque no lo reconocía, la echaba de menos.

Le recomía el sentimiento de culpa por dentro. "Fui tonto" se repetía. "Tenía que haberla acompañado" se decía. "No pude defenderla" se castigaba.

Cada momento que pasaba pensando en ella era como un latigazo en su corazón y que, pese a que no se veía, le hacía heridas que sangraban y no cerraban.

El timbre sonó y aun les quedaba por dar un par de páginas de teoría, pero el profesor también quería irse a casa. El aula era demasiado calurosa como para exigirles a sus alumnos que se quedaran 5 minutos a acabar el temario.

Perdido en su menteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora