3. Louis y tu.

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3. Louis y tu.

Marbella, España. Un caluroso día de verano.

Tú móvil suena con "Avril Lavigne - Here's to never growing up" como despertador. Te pusiste una camiseta de manga corta, unos vaqueros largos y ajustados con unas converse. Cogiste tu bolso y te dirigiste hacia el restaurante de tu tío.

Era un restaurante un tanto distinto y especial porque tenían comidas típicas de España y Reino Unido. 

Te pusiste el delantal y recogiste el pelo en un moño. Empezaste a recoger los pedidos de los primeros clientes que venían a desayunar. Algunas veces tenías que entender el mal español de los guiris. Mediodía. Estabas cansada, te dolían los pies, y hoy tenías mucho aborto por allí. 

No eran las mejores vacaciones que habías planeado pero tampoco te disgustaba, porque el dinero te servía para comprarte la guitarra que tanto deseabas y también te recordaba al "Diner Dash", un juego al que jugabas de pequeña.

—__________(TN) estoy aquí, ya sólo te falta media hora de trabajo y te vas a casa —te decía tú compañera.

—Sí, gracias Vanessa.

Terminas de ordenar y limpiar algunas mesas de la zona de tu restaurante para esta noche, cuando entra tu último cliente del día. Te acercas a él con el menú y la agenda, llena de dibujos, para tomarle nota. Aquel chico era guapísimo, tenía los ojos azules y un pelo castaño que le caía por la frente.

—Hola —te dice guardando el móvil.

—Emmmm... Hola —balbuceas un poco. Aquel chico no dominaba bien el acento— ¿qué deseas?

—Pues no lo se —sonríe— si me dieras el menú, podría elegir, y tú, tomar nota. Así funciona esto.

—Aquí tienes graciosillo, y que sepas que sé perfectamente como funciona esto.

Dios, que tonta habías sido, te habías quedado embobada mirándolo.

—Pues no lo parece —dijo riéndose— quiero un trozo de trata de tres chocolates y un café.

—Sí, todo apuntado. Ahora te lo traigo todo con la cuenta. Ya vuelvo, sabelotodo.

Fuiste hacia la barra. Pusiste el café a calentar, mientras ponías en una bandeja el trozo de tarta con un un poco de nata. Te diste cuenta que el chico de antes te estaba mirando e hizo que tus mejillas se sonrojaran. Se lo llevaste a la mesa.

—Aquí tienes el café y la tarta. Son 5'30€.

—Aquí tienes, ¿ves? Ahora si los has hecho bien, pero te falta más práctica —te sonrió— ¿Me acompañas?

—¿Disculpa?— dijiste dándote la vuelta.

—Que si te quedas.

—Uh, ¿tú no eras el que había dicho que debo practicar más? Pues estoy trabajando.

—¿Tengo que pagar más?

—¿Por qué?

—Para que te quedes conmigo, si no, puedo pedir más tarta para que así me hables.

No sabías que hacer, pero esa curiosidad y entusiasmo del aquel chico te estaba matando.

—Vale, voy a dejar el dinero en la barra, me quito el delantal y me quedo contigo.

Él asistió con la cabeza. Fuiste hacia la caja, pulsaste los códigos y metiste el dinero. Le echaste una mirada y entraste en la cocina. Te despediste de tú tío, el cocinero.

Imaginas con 1D.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora