I

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Todos estaban sentados alrededor de una mesa, con una taza de café frente a ellos, casi vacías por cierto.
Suecia seguía con el mismo semblante duro de siempre; Finlandia a su lado, jugueteaba con sus dedos; Islandia acariciaba las plumas de Mr. Puffin; y Noruega sólo observaba el asiento vacío del extremo de la mesa.

La taza de café frente a ese lugar seguía llena, y fría.

—¡Suficiente! ya hemos esperado demasiado.— dijo Islandia al fin.

—Pero él dijo que vendría.— reprochó Finlandia.

—Hace una hora y media que estamos esperándolo, ¿en serio crees que vaya a llegar?

—Él siempre llega.

—Pero ya pasó demasiado.

—De seguro que surgió algo en el camino— habló Noruega— o no habría faltado para nada.

—Bueno... Oí que no le estaba yendo muy bien— dijo el finés— quizá y tenía otras cosas más importantes que hacer.

—Seguro— dijo Suecia en un tono seco.

—Así es Anko, un día puedes contar con él y al siguiente es un completo idiota— reforzó Noruega.

Aclarado eso, los cuatro nórdicos continuaron con su charla.
Hablaban de cómo les estaba yendo, de muebles y de los planes que tenían. Solían acostumbrar a hacer eso cada año, unas veces con más frecuencia que otras; lo hacían para estar al tanto de sus situaciones como países.

Sin embargo, Dinamarca no se presentó en esa ocasión.
Desde la última reunión lo habían notado algo diferente, pero no le dieron importancia, él podía llegar a ponerse así por cosas menores.

Cuando el reloj marcó las nueve y media de la noche, el grupo de cuatro se despidió y se marchó a sus respectivas casas; aunque Islandia no tenía de qué preocuparse, pues él había sido el anfitrión, y ya estaba en casa.

Noruega ya estaba por marcharse.
No podía dejar de pensar en el lugar vacío en la mesa, en que Dinamarca hubiera faltado a una de sus reuniones, siendo para él algo muy importante.

—¿Pasa algo Noruega?

—¿Eh?— volteó a ver a su hermano— no, no pasa nada. Es sólo que me extraña que Anko no haya venido, no importa cuánto trate de convencerme, es extraño.

—A todos nos parece extraño. Pero ¿qué podemos hacer?

—...

—Es tarde, ya deberías irte.

—Bien. Hasta la próxima.

Noruega tomó su abrigo del perchero de la entrada y salió de la casa de su hermano mientras aún se lo abotonaba.

Tomó el primer barco para salir de allí, quería llegar a casa lo antes posible; no importaba cuánto lo pensara, no conseguía hacer desaparecer el mal presentimiento que lo agobiaba.

Se pasó todo el trayecto en silencio, mentalmente tratando de convencerse a sí mismo de que Dinamarca simplemente había olvidado la reunión, o se quedó dormido, o inclusive que se perdió durante el trayecto, aunque sabía a la perfección que eso era imposible.

Al llegar a tierra firme, caminó por un largo rato sobre la nieve. Ya estaba en su hogar, tan sólo debía llegar a casa para poder dormir de una vez por todas.

La noche le parecía muy oscura, pero al mismo tiempo las estrellas eran más brillantes. Las corrientes frías removían su pelo, amenazando con anudarlo sin piedad.

Finalmente llegó a casa.
Entró por la puerta principal y se dirigió a la cocina; tomó una taza y la llenó del café caliente que tenía guardado en un enorme termo; no le importaba haber bebido hacía unas horas, le agradaba tomar siempre una taza de café caliente antes de acostarse.

Farver i himlen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora