Farver i himlen

IX

Cuando finalmente llegaron a lo que era la frontera con la casa de Finlandia, los tres nórdicos bajaron del auto, aunque se tardaron unos minutos más mientras Islandia le repudiaba al chofer la tarifa del viaje que según él, era ridículamente alta.

El resto del camino lo hicieron a pie, aunque no fue algo que le agradase mucho al par de hermanos; por cada minuto, Dinamarca se desviaba del camino a admirar alguna que otra construcción, formaciones de hielo, plantas, animales, e incluso cúmulos de nieve. Al final, Noruega terminó por sujetarlo fuertemente de la mano, e Islandia por la muñeca contraria.

—¿Ya vamos a llegar?— preguntaba impaciente Dinamarca.

—En unos momentos.— respondió Islandia.

—...

—...

—¿Y ahora?

—Dentro de unos momentos.

—...

—...

—¡¿Y ahora?!

—¡Dije que en unos momentos!

—Está bien, de acuerdo.— trató de calmar al islandés.

—...

—Noruega.

—¿Qué pasa?— habló el mencionado; aún le parecía extraño escuchar su nombre completo en boca del danés.

—¿Cómo son Suecia y Finlandia?

—Ehh... Bueno...— titubió tratando de hallar las palabras— ambos son buenas personas,  Finlandia es optimista y Suecia, pues... No habla mucho.

—Tú no hablas mucho.— replicó el danés.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Nada... Eres divertido.

—...—No pudo evitar pensar en lo tontos que eran sus comentarios, tan típicos de él... Extrañaba eso.

Pronto se hallaron frente a una casa de muros color celeste, la casa de Finlandia, donde hacía dos días habían tenido aquella incómoda reunión.
Islandia se acercó al pórtico e hizo sonar el timbre; Noruega aún sostenía de la mano Dinamarca, quien estaba enfrascado admirando el lugar.
Como un minuto después la puerta se abrió, Finlandia se asomó tímidamente sin muchas ganas de recibir a nadie.

—Oh, hola Ice... Noruega.— saludó, pronunciando el último nombre de manera incómoda.

—Fin, hola.

—Hei.

—¡¿Tú eres Finlandia?! — resonó una cuarta y escandalosa voz.

—¿¿Ehh??— Finlandia bajó la mirada, quedando estupefacto con lo que sus ojos encontraron.

—¡Algo me dice que eres Finlandia! ¡un gusto conocerte! ¡soy Dinamarca!

—...

Apenas se escucharon esas palabras chillonas, la puerta se abrió aún más, dejando ver a Suecia; este observó fijamente al danés. Su voz le parecía inconfundible, era imposible olvidarlo.

—¡¡¡Kiaaaahhhhhhhhhhhh!!!— gritó Dinamarca al ver a Suecia, mientras se escondía detrás de las piernas de Noruega.— ¡que miedo! ¡que miedo! ¡¡que miedo!!

—¿Cuándo...? ¿Cómo?— preguntó Finlandia en casi un tono mudo.

—Es lo que veníamos a contarles.— habló Islandia.

Finlandia hizo un ademán para que pasaran al interior del lugar. Cuando todos estuvieron dentro, no tardó en formarse el ambiente total de duda y asombro. Sin embargo, nadie decía palabra alguna, pues no estaban seguros de qué decir exactamente, ni si debían hacerlo frente a Dinamarca.
No fue hasta que el danés, confundido, rompió el silencio.