IV

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El tiempo pasó, y fue bastante incluso para los países.
Hacía ya mucho que la disolución de Dinamarca se había vuelto algo tan normal como la de Prusia.
Sin embargo, era más difícil para los nórdicos; desde su partida las reuniones para hablar sobre cómo les iba se hicieron más espaciadas hasta suspenderse en su totalidad.

Finlandia estaba sentado en el pórtico de su casa, con la mirada perdida en el cielo; había pasado tanto y aún lo recordaba como si fuera ayer, las casas danesas siendo inspeccionadas por soldados extranjeros y sus pobladores siendo reprimidos.
Sus ojos se volvieron cristalinos al pensar en ello.
Entonces, una mano cálida y amplia se posó en su hombro izquierdo, sin lograr sacarlo por completo de sus pensamientos.

—¿Pasa algo?— sonó la inconfundible voz del sueco.

—No es nada, sólo pensaba.

—...

—Creo que desde ese día Noruega no ha sido el de antes, ¿tú no lo has notado?— cuestionó girando su rostro a Suecia.

—Sí, un poco.

—Pienso que quizá... Si, nos reuniéramos como antes, podríamos levantarle un poco el ánimo.

—...

—¿Tú que crees?

Hubo silencio, la única respuesta que obtuvo el finés fue una mirada de duda, insegura de la idea; pero a pesar de eso, parecía aprobarla.

Islandia tocó la puerta de Noruega, esperando que este le abriera.
Tardó unos minutos antes de que eso pasara, pero le tranquilizaba que no lo hubiera rechazado.

Halló.

Hei... ¿Qué haces aquí?— preguntó monótono.

—Finlandia va a hacer una pequeña reunión en su casa, como antes.

—¿Y?

—Pues, queríamos que vinieras.

Noruega bajó la vista, algunos cabellos rebeldes cubrieron sus ojos. ¿Reunión? hacía mucho que no las tenían, pero no le extrañaba demasiado viniendo de Finlandia.

—Quizá...

—¿Entonces sí vendrás?

—Dije quizá.

—...

—...

—¿Puedo pasar?

—...— volvió a posar su vista en Islandia, tratando de no verse muy sorprendido— Sí.

Ambos caminaron al interior de la casa. Islandia se sentó en una de las sillas del comedor, sobre el que había un sin número de papeles dispersos y desordenados; Noruega los recogió con rapidez, los llevó a su oficina y cerró con llave antes de volver con su hermano.

—¿Qué era todo eso?

—Nada, basura.

—Bien.

—...

—...

—Dame una razón.

—¿Qué?— realmente estaba sorprendido con la pregunta.

—Dame una sola razón para ir.

—Bueno, todos iremos.

—¿Todos?— miró a Islandia a los ojos como pocas veces lo hacía, hablando con gran sarcasmo.

—Sí— dijo ignorándolo— todos iremos.

—Mmh... Está bien; sólo aguarda un momento.

Noruega caminó hasta su habitación, se dirigió al armario y de él sacó un abrigo color gris; antes de salir, observó fijamente a la ventana, para luego agachar la cabeza y continuar.
Salieron juntos de la casa y caminaron hacia donde se supone sería la reunión.

Farver i himlen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora