Capítulo 7 - Unexpected surprises

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COURTNEY POV

Y no, la persona despreciable que estaba delante de mí no era ni un violador, ni un acosador, ni un ladrón, ni el famosísimo hombre del saco. Era un intento de persona que engendró mi ser, al que me negaba a llamar padre después de todo. Lo que no acababa de entrarme en la cabeza es cómo narices había entrado en casa. No había ningún cristal roto ni nada parecido, todo normal. Podría haber sospechado que hubiera entrado por la chimenea, como Santa Claus, pero no teníamos chimenea, somos más de estufa.

-Repito, ¿qué coño haces tú aquí? -dije seria, ahora con menos voz.

-¿No te alegras de verme, hijita? -esbozó una sonrisa con maldad, y lo que llegó a sus ojos no fue felicidad, alegría, ni nada bueno. No sabía qué estaba pensando, pero no era nada bueno, eso seguro.

-Alegrarme de la persona que fue infiel a mi madre durante unos diez años aproximadamente, me ignoró durante años y me anuló como persona haciendo que pensara que no valía para nada. Mmm... sí, alegrarme sería lo más lógico -y fingí una sonrisa.

-Tan rencorosa como tu madre.

-Tan subnormal como... como tú mismo, compararte con alguien sería insultarle a él.

Y mi madre bajó. Se tapó la boca sorprendida. Intui que tenía miedo de enfrentarse a aquello, que no quería acabar de bajar las escaleras y tenerlo enfrente tras tres años sin verle. En esos años no hemos sabido nada de él, ni teníamos ningunas ganas de hacerlo. Estábamos bien solas, sin que la casa oliera a alcohol, sin escuchar sus gritos, sin ver sus ojos abiertos como platos delante de un ordenador, sin su presencia, sin él. Y sí, le odiaba, y ni siquiera merece que le odie, porque alguien así merece mi completa ignorancia, pero no podía obviar todo el daño que había hecho. Pero él estaba allí ahora, y el olor a alcohol invadía la cocina, otra vez. 

-¿Qué coño haces tú aquí? -preguntó mi madre al final.

-Joder, tenéis pocos recursos lingüísticos, sólo sabéis decir eso. -rió a carcajadas, pero nosotras quedamos sin expresión alguna, lo mirábamos impasibles.

-Vete de aquí o llamaré a la policía; estás incumpliendo la orden de alejamiento, gilipollas. -dijo mi madre en un tono que jamás había utilizado delante de mí. Ese detalle no lo recordaba. Tenía una orden de alejamiento a mi madre.

-Sólo quiero ver a mi hija, no a ti, puta. Nunca le has contado la verdad, yo quiero que la sepa. 

-Lárgate, yo no soy tu hija. Yo no tengo padre. -dije mirándole con desprecio.

-Me voy. Ya me buscarás para que te cuente la verdad. No sabes nada, pequeña Courtney, no sabes nada... -se fue susurrando eso más para sí mismo que para que nosotras lo oyéramos. 

Mamá me abrazó fuerte, le dije que estaba bien pero creo que no colaba. Subí a mi habitación y me tumbé en la cama, hundiendo mi cabeza en la almohada. Sólo quería hacer una cosa: hablar con Jay. Y le llamé, aunque eran casi las tres de la madrugada.

-Eh... ¿sí? -dijo adormilado.

-Mierda, te he despertado. Lo siento, lo siento, lo sie...

-Pequeña, ¿pasa algo? Deja de disculparte. ¿Por qué me llamas? -dijo con tono preocupado.

-¿Puedes venir a verme? Tengo algo que contarte...

-Dame un cuarto de hora. Quince minutos y estoy en tu puerta. -colgó. 

Y en menos de quince minutos estaba en mi puerta. Bajé antes y me senté en el sofá-columpio del porche, por eso sé que llegó antes. Se sentó a mi lado y me abrazó. Era lo que necesitaba, un abrazo. Le conté toda la historia. Le expliqué el terrible encuentro con mi padre esa noche y, por supuesto, todo lo anterior. No me interrumpió mientras hablaba, y lo agradecí. Sólo ponía caras de sorpresa, de enfado, o sonreía cuando le hablaba de que mi madre y yo estábamos genial sin él. 

-¿Y por qué me has llamado a mí? -preguntó extrañado. En cualquier otro momento seguramente hubiera llamado a Holly, o directamente me hubiera quedado sola en mi habitación, pensando, llorando, o cantando, cantando tan alto que no se oyeran mis pensamientos.

-Porque te necesitaba, sin más. No preguntes, por favor. No me gustan estas preguntas. -y no me gustaban, nunca me han gustado las preguntas. Odio que la gente quiera saber algo sobre mí si no sale de mí contarlo. Aunque eso sí hubiera salido, era sólo que no era el momento. 

-Perdona, de verdad. No quería molestarte, pequeña. -le respondí con una sonrisa, y seguimos en silencio durante mucho rato. Tanto que, me desperté tumbada sobre sus piernas sin saber qué hora era, sólo porque me molestaba la luz del sol. 

Se despertó, nos despedimos. Se fue tras darme un pequeño beso. Entré en casa y comí una tostada con queso. Después fui a mi habitación y me volví a dormir. 

Mi madre me despertó a las dos del mediodía. Pensé que era para que bajara a comer, pero me sorprendió que me dijera que alguien me esperaba abajo. Era él, y tenía algo entre los brazos. Me acerqué un poco más y pude verlo bien. Un montón de lágrimas recorrieron mis mejillas, y puso lo que tenía entre los brazos en los míos. Un pequeño cachorro de Yorkshire Terrier (*multimedia*) trepaba por mi camiseta y me lamía las lágrimas.

-Va, corre, ¡ponle un nombre! -dijo Jay emocionado. 

-Ahora no sé cómo llamarle, agh. -dejé al pequeño cachorrito en el sofá y empezó a correr muy rápido de un lado a otro.

-Podríais llamarle Bolt, como Usain Bolt, el jamaicano de los juegos olímpicos, -dijo mamá- es un auténtico atleta, ¡mirad cómo corre mi nieto perruno! -todos reímos mirando al que ya habíamos bautizado como Bolt, que paró de correr y nos miró extrañados, como si pensara que estábamos locos. 

Y así nos quedamos, observándole. Y entendí que tenía todo lo que necesitaba en ese momento, que a mi vida le faltaba algo, y que se había solucionado con un chico casi perfecto y una pequeña bolita de pelo negra.

What if I smile?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora