Como una despedida | Reaper76

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En esa instancia, todo había sido demasiado confuso. Angela le había mirado a los ojos, sonriente. A pesar del silencio y el lento sonido de la música, Jack no se había sentido capaz de responderle. Las mejillas rosadas de Angela habían llamado su atención por primera vez en toda la noche.

En el momento en que ella tomó su mano discretamente, los ojos de Morrison se cruzaron inconscientemente con los de Gabriel, y éste le miró con esa expresión tan malditamente neutral que Jack había aprendido a odiar.

Como siempre, se veía como si no le importara.



La lluvia continuaba cayendo suavemente sobre su cabello, deslizándose sobre su rostro, siguiendo un camino inconcluso hasta el suelo. Hace sólo unos minutos Jack se había preguntado cuándo se detendría, pero ya simplemente había dejado de preocuparle.

Divagando, caminó en dirección a la fuente de agua que se hallaba en el centro de la pequeña plazuela y tomó asiento en el borde de ésta.

Miró el asfalto bajo sus pies, húmedo y musgoso, y luego volvió a observar el estanque de agua. El débil fulgor de la luna reflejado en la superficie de la fuente lucía tan distante y cercano a la vez.

Le recordaba a Gabriel en cierto sentido.

—¿Puedo preguntar qué hace el comandante Morrison aquí?

Jack inhaló hondo. Conocía demasiado la voz de Reyes como para confundirla.

Miró en su dirección y ahí estaba; a Jack le sorprendió un poco no haberse dado cuenta de su presencia antes, pero el sonido de la lluvia era lo suficientemente audible como para esconder el ruido de pisadas acercándose.

Gabriel caminó los pasos que les separaban con las manos casualmente metidas entre los bolsillos.

—No mucho —contestó Jack y Gabriel levantó una ceja antes de esbozar una sonrisa que se perdió casi tan pronto como las ganas de Morrison de continuar con aquella conversación—. La pregunta es qué haces tú aquí.

—Pregunté por ti y supe que habías salido a dar una vuelta —dijo éste y se sentó a su lado—. No creí que vendrías tan lejos de todos modos.

—Quería estar solo, no debiste haber venido —Morrison dijo, inseguro. Pero no quiso pensarlo dos veces—. No debiste —reafirmó.

Gabriel se quedó observándole atentamente, como si estuviese estudiando su actitud.

—Escuché a Angela hablar con Ana sobre ustedes —murmuró Gabriel tras un momento. Su voz neutral lograba mezclarse con el ruido de las gotas cayendo sobre el piso.

—¿Vienes a hablarme de eso? —Jack carraspeó y se acomodó en su posición.

—¿Irás a su casa esta noche?

Sólo entonces Morrison pareció ser sacado de su estado de abstracción. Evidentemente confundido, se tomó unos segundos antes de responder.

—No lo sé... probablemente. Es su cumpleaños, no pienso dejarla sola.

Gabriel levantó una ceja y a juzgar por su expresión, la respuesta que Jack le había dado, de algún modo, lo había tomado por sorpresa.

Y no se veía precisamente feliz.

—No tenía idea que eran tan cercanos, comandante. Supongo entonces que la razón de esto es que duerman juntos, ¿no?

—¿A qué viene este interrogatorio? —Morrison casi tartamudeó, no sonando demasiado convincente.

¿A qué viene?

Gabriel se levantó entonces, visiblemente molesto.

—Espera... Respóndeme una cosa, ¿ya te habías acostado con ella antes? —preguntó. Hubo unos segundos de silencio, y ante la falta de respuesta inmediata de Morrison, Gabriel parecía impacientarse cada vez más.

Pero Jack ya había comenzado a sentirse mentalmente cansado. Había sido demasiado: el alcohol de celebración, Angela, Reyes...

—No tengo tiempo para esto, Gabriel —Jack se incorporó con un suspiro silencioso y se acarició la nuca. De pronto, el camino que estaba siguiendo la conversación había comenzado a incomodarle—. Ya debo volver.

—¿Te parece muy divertido que sepa esto de este modo? —Reyes tomó el brazo de Morrison, rodeando con fuerza su muñeca. Jack forcejó, pero no, no hubo caso.

—Suéltame.

—¿Entonces qué he significado yo para ti? Ayer, cuando dijiste que me querías, cuando me rogabas que no me detuviera —murmuró, y el tono de su voz había ido apagándose. Reyes afianzó el agarre y se inclinó hacia el rostro de Jack, quien sintió el contraste del frío de la lluvia con el calor de Gabriel. Ese calor que sentía cada vez que estaba cerca de él—. ¿Ha sido toda una broma para ti?

—Estás confundiendo las cosas —Jack levantó su brazo, resistiéndose. Cansado, sobrepasado y arrepentido. Sobre todo, arrepentido.

Entonces Gabriel entreabrió los labios para decir algo, pero calló de inmediato, como si no estuviese seguro de lo que quería decir. En su lugar, se quedó mirando a Jack y luego exhaló el aire retenido, soltando su brazo.

—Bien, ya he tenido suficiente —dijo, y Jack sintió un nudo haciéndose en su garganta.

—Gabriel...

—Dijiste que ya debías volver —le interrumpió este, retrocediendo un paso—. Ve, no te voy a detener.

Lo cierto es que Jack sí quería que lo detuviera.

Que lo abrazara muy fuerte.

Y no lo dejase ir jamás.

Con la fría brisa lluviosa golpeando contra su rostro, Jack avanzó la mínima distancia que compartían y posó sus manos en el pecho de Gabriel, acercando su boca hacia la del más alto.

Se mantuvo unos segundos con sus labios sobre los de Reyes, como si temiera hacer algún movimiento, pero cuando Gabe deslizó una de sus manos hasta posicionarla sobre su espalda baja, atrayéndole, ya no pudo evitarlo más. Se inclinó más hacia él, presionándose contra su cuerpo, atrapando entre sus labios los ajenos. Su lengua se deslizó por el labio inferior de Reyes, besándole, deseando que ese momento jamás acabase.

Pero debía acabarse.

Con el amargor de la culpa temblándole en los labios, Jack comenzó a alcanzar distancia, bajando la mirada. Esta vez, ya no se sentía capaz de mirar de nuevo a Gabriel.

Y probablemente tampoco a Angela, porque jugar a dos puntas nunca estuvo bien.

—Nos vemos —susurró.

En medio de la lluvia, Jack ya no sabía si había comenzado a derramar lágrimas o si aún seguía conteniéndolo.

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