Como una mentira | McGenji/McHanzo

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El sol había comenzado a ponerse y el cielo nubloso ya proyectaba los últimos rayos de luz del día.

Genji sopló un mechón de cabello sobre su frente, observando el lento vaivén de las hojas de los árboles que se veían desde lo alto del barandal. A su lado, McCree sacaba otro cigarrillo desde su cajetilla, en silencio.

Genji ya se había acostumbrado al denso humo del cigarrillo golpeteando cerca de su rostro, de modo que ya se había hecho un hábito para él acompañar a Jesse mientras éste fumaba, además que McCree siempre lograba convencerlo diciéndole que «las vistas desde el balcón eran hermosas al atardecer».

Y no mentía.

La puesta de sol, los tonos anaranjados del cielo y la cálida corriente de aire erizándole apenas la piel se sentía agradable.

Tanto, que podría quedarse allí un día entero junto a McCree. Sin decir nada, sólo estando.

Pero ya casi era hora de su entrenamiento.

Mientras el aroma a tabaco se hacía débil, Genji se decidió en hablar.

—Angela dijo que se celebrará un festival de comida en el centro de la ciudad a la medianoche.

McCree encendió su segundo cigarrillo y dejó que el humo se esparciera desde sus labios.

—¿De verdad? —preguntó, sacudiendo las cenizas que cayeron dentro de un recipiente de cerámica a un costado de la superficie del balcón—. Nunca he ido a uno.

—Podríamos ir —Genji le miró durante un instante y luego se rascó la nuca, avergonzado por haber tomado la iniciativa—...Sería divertido.

Jesse dejó que sus brazos se deslizaran sobre la barandilla y sus labios formaron una pequeña sonrisa.

—Claro, por qué no.

Y Genji asintió, visiblemente alegre, dándole un pequeño golpecito.

—Bien, ahora debo ir con Brigitte —anunció, ya encaminándose—. Te veo más tarde, McCree.

Jesse inhaló hondo y desprendió el cigarrillo de sus labios, escuchando los pasos del más bajo alejarse.

No sabía si era su imaginación, pero siempre sentía que Genji decía su nombre de una manera especial. De una manera muy especial.

Tal vez sólo lo imaginaba, pero le gustaba mucho.




—Imaginé que eras tú —escuchó McCree cerca de él cuando volvió a la base luego de haber terminado su última cajetilla—. Ya me estaba preguntando de dónde provenía ese fuerte olor a tabaco y alcohol.

Jesse levantó la vista. Hanzo Shimada estaba frente a él, limpiando su arco.

—Ah —comenzó a decir McCree entonces, y sus comisuras se levantaron en una inevitable sonrisa que no se molestó en ocultar—. Espero no haber sido una molestia.

Hanzo levantó las cejas en un gesto irónico.

—En lo absoluto.

El tiempo pasó rápido entre el ir y venir de los agentes en el lugar; el comandante Morrison había convocado a un grupo en la sala de reuniones, de modo que en la salón de estar sólo quedaron Hanzo, Jesse y Hana, quien tras unos minutos salió hacia la tienda de conveniencia cercana por unos snacks.

Ya casi había caído la noche. McCree se hallaba sentado en la mesa principal, contemplando a Hanzo ordenar su arsenal de flechas, cuando entonces las voces de Brigitte y Genji se hicieron oír desde los pasillos; con una pequeña sonrisa, el menor de los Shimada se acercó hacia McCree mientras Brigitte se encaminaba hacia la sala de reunión.

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