CAPÍTULO 3

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Ishbel contempló el rostro de Evander en el lienzo, mordió su labio inferior y pensó que en el poco tiempo que tenía de conocerlo, se había dado cuenta que era un hombre interesante, tenía una mirada que cautivaba. Llevo la mano a su corazón y pensó que él, se estaba convirtiendo en alguien especial. Adoraba los paseos que daban por la tarde, las charlas que tenían acerca de arte o simplemente cuando él le relataba anécdotas de su familia, entendía que esas historias jamás habían sido contadas en el pueblo. Nadie sabía nada de la enigmática familia Schvelzem y él se las contaba porque sabía que ella iba a morir.

— Querida — se giró y miró a la mamá de Evander quién llegaba todas las mañanas a conversar con ella. Se acercó a Margo y besó su mejilla — Percibo tristeza en tu rostro.

— El tiempo se acaba — desvió la mirada porque no quiso derramar una lágrima más — Literalmente me pasó aquello de que la curiosidad mató al gato.

Margo se acercó y tomó su mano. Ishbel era una joven que desde que la conoció tenía una sonrisa en su rostro pero el mes estaba casi llegando a su fin, y sentía un profundo dolor en su pecho al saber que esa criatura tan tierna tuviera que morir por culpa de su antepasado que no supo valorar el amor.

— Evander se ha reunido con tanta gente que promete acabar con la maldición pero ya conocemos el resultado.

— No pasa nada, él ha gastado una buena fortuna en mi y es el mismo resultado. Le he pedido que ya no lo intente.

Margo no respondió porque sabía que su hijo no iba a desistir, veía su rostro cansado. Él estaba buscando por todos los medios, romper esa maldición y la impotencia lo tenia destrozado. Se acercó a la pintura que ella estaba pintando, sabía que Ishbel tampoco estaba durmiendo, estaba empeñada en terminar la pintura. Desconocía cual seria la reacción de su hijo cuando ella se marchara y lo único que quedaría de ella sería el cuadro.

— Vaya — escudriño bien la pintura y sonrió — Desde que Evander era un adolecente no había vuelto a mirar esa calidez en su rostro —Ishbel se sonrojo y sin entender la razón — Este es mi hijo.

— ¿Cree que le guste?

— Está bonito — la miró a los ojos —¿Sientes algo por Evander, no querida?

La pregunta la hizo sentir nerviosa y se quedó quieta dejando que la misma penetrará en su interior.

— ¿Por qué?

— Está pintura me habla de amor querida, lo has pintado con ternura, solo alguien con un sentimiento grande podría plasmar a Evander como un gran hombre.

— Él lo es, pinte lo que vi.

— No te juzgo querida, me alegra de que al fin alguien vea al verdadero Evander, no al hombre amargado.

— El...es especial conmigo.

— Lo sé — besó su mejilla y se marchó con una esperanza en su corazón...

Evander tiró el teléfono con furia, sólo charlatanes se habían acercado prometiéndole liberar a Ishbel de la muerte. Cerró los ojos y pensó que el tiempo estaba terminando.

Sentía culpa porque si no hubiera pedido que ella lo pintara, Ishbel no estaría condenada a la muerte. Pero por otra parte, no la hubiera conocido y eso no lo habría hecho replantearse que la vida era una. Ishbel era tan sencilla, estaba tan llena de vida, admiraba la belleza en todo, sonreía cuando sentía los rayos del sol acariciar su piel.

¡No podía morir!.

Soltó un golpe seco sobre el escritorio y se puso de pie, tenía que encontrar una manera de librarla de la maldición.

¡Maldito amor! Historias de amor y maldición. (AG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora