7. Ah, esos puñetes de suerte que te da el día

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¿Enserio que se me pasó por la cabeza? ¿Cómo es que llegue a esto? Caíste muy bajo, Noa. Pero el gran detalle aquí no es que mis cosas estén tiradas por la mayor parte del suelo de los vestidores, sino que estoy saltando como si la vida me fuera en ello para recuperar mi celular pero mi altura no es nada comparada con la de Evan. Vamos, soy un punto a su lado.

–¡Evan, dame mi celular!–Digo dandole un golpe en el pecho mientras el levanta más el celular-¡Llegare tarde por tu culpa!

–Ya es tarde–Me dice metiéndose el celular al bolsillo trasero de sus shorts.

–Evan, dame el puñetero celular.

–Chocolatito, acepta mi propuesta y lo tendrás–Evan imita pésimo mi voz.

Ah,la dichosa propuesta de Evan a cambio de mi celular. La hizo hace menos de cinco minutos y si acepto tendré mi celular más un cupón de gomitas ilimitadas por un mes, cortesía del dichoso señor inmaduro O'Donell. Parece fácil decir solo un SI, pero no es fácil aceptar lo que Evan propuso. Acompañarlo a las carreras de este viernes me resulta una violación en contra del único pacto que hicimos Ned y yo; por más que me emocione volver a conducir una moto, no puedo evitar recordar lo qué pasó la última vez.

–Una gomita por pensamiento.

Sin darme cuenta estado con la mirada perdida y deje de intentar recuperar mi pequeña bomba. Evan me mira con una sonrisa de oreja a oreja y cuando intento intimidarlo cruzándome de brazos y alzando una ceja me sale una mueca haciendo que le tire mi mochila a él en la cara para que deje de reír. Debería estar asiendo los estiramientos que nunca me salieron para luego subir y bajar todas las gradas tratando de no caer mientras corro con Sam diciéndome que debo levantar más las rodillas, es en estos momentos que la clase de física puede resultar ser mi favorita; claro que con Evan impidiéndome ir a alguna parte todas las clases son mis favoritas.

–¿Sabes qué? Olvida lo de una gomita que ahora será una bolsa entera si quieres.

–¿Sabes qué? Olvida lo de mi celular puedo tener más probabilidades de ganar uno en un absurdo juego de la feria que conseguir que me lo entregues.

Me agacho y meto de mala gana mi ropa junto con uno que otro papel; se supone que desde que están en mi mochila es porque son más importantes que la información del área 51. Veo las zapatillas de el perezoso Evan que se sienta en la banca con la pintura blanca cayéndose de a pocos y al levantar la mirada me encuentro con la suya, instantáneamente desvío la mirada a mis cosas.

–¿No quieres una foto mejor?

Mal comentario. Escucho el clic de la foto y cuando veo arriba Evan se está riendo de mi cara en su celular. Maldito seas Evan, y también los iPhone por la inteligencia del que hizo que con solo deslizar la pantalla te transportes mágicamente a la cámara. Yo aún tengo que poner contraseña para ir a la cámara.

–¡No es gracioso!–Le gritó tirándole una toalla del suelo. No estoy segura de sí es mía pero desde que toco la cara de Evan lo dejo de ser.

–¡Claro que es gracioso!–Dice hechando la cabeza hacia atrás riendo a carcajadas–Hasta podría enmarcarlo.

Sus risas son contagiosas que tengo que pensar en el té de papá para no reír; mamá siempre es la que hace la comida o aveces yo pero cuando se le ocurrió hacerse tarde en el hospital y me encontraba enferma, papá tuvo que seguir las instrucciones de mamá por teléfono y hacerme lo que según él era un té mágico. Tenía diez años, todo me parecía mágico. Si es que nos llegarán a descubrir juro que...

–¿Noa?

¡Lo sabía! Alguien llegaría pero, ¿por qué justo tenía que ser Jordan?. Miro a Evan que rueda los ojos restándole importancia a la voz que me acaba de llamar, por extraño que parezca la voz de Jordan llamándome por mi nombre no mueve montañas como hace algunos días pero aún sigue siendo como una gota cayendo en un vaso de agua creando pequeñas olas. Los pasos se escuchan más cerca y sin ser consiente de lo que está pasando Evan me levanta sobre su hombro haciéndome chillar.

151 promesasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora