-Capítulo 10-

172 11 6
                                    

Fernando se encontraba sentado en la sala de su casa. Tomó el periódico que había llegado esa mañana y como era su costumbre comenzó a hojearlo. Nada le parecía interesante, pero de pronto algo llamó su atención. Era ella, Lucero Hogaza, anunciaban que mantenía un romance con el tal Manuel Mijares y ya lo habían hecho público. Observó fijamente la fotografía donde él la tenía tomada de la cintura y ambos sonreían a la cámara.
Ya habían pasado dos años desde que él decidió terminar con su relación y después de tanto tiempo creía que ya la había superado pero no podía negar que esa noticia le había afectado, más de lo que esperaba, más de lo que quería. Sabía que su objetivo al alejarse de ella era que encontrara un hombre con el cual formar su familia, pero ahora de tan sólo imaginar eso se le estrujaba el corazón. Esa familia se la pudo haber dado él, si no hubiera sido un egoísta. Ahora ella estaba feliz con Manuel y Fernando sólo era parte de su pasado.
Pero que tonto había sido, desde que la alejó de ella lo supo, pero ahora más que nunca se daba cuenta de ello y se arrepentía demasiado.

Ya era de noche, aún seguía dando vueltas en su cabeza que ella ya tenía a alguien más en su vida. De pronto una avalancha de recuerdos azotaron en su mente.
La primera vez que la vio, la primera vez que pudo apreciar ese hermoso rostro tan angelical, desde ese momento lo había dejado hipnotizado.
Cuando hablaron en el elevador, al escuchar por primera vez su voz le pareció tan sensual, tenía algo que lo atrapaba, que lo hacía querer seguir escuchándola.
Al pasar por una calle, cuando vio que querían abusar de una mujer y darse cuenta que era ella, en ese momento sintió como su corazón se detenía de tan sólo pensar que pudieran hacerle daño. Desde ese momento decidió que quería protegerla. Aunque sabía que ella no era nada débil y no necesitaba de nadie.
Cuando fue a su concierto, verla sobre ese escenario con ese short tan pequeño le había encantado tanto, pero al mismo tiempo no le había gustado que todos los hombres que estaban en el público también pudieran verla. Estuvo todo el concierto imaginando que acariciaba sus hermosas piernas que se encontraban al descubierto en ese momento. Luego fue a alejarla de toda la gente para estar a solas con ella, ahí la besó por primera vez. Había sido tan especial, tan mágico.
Después Lucero se enojó por verlo con su amiga, rió ante ese recuerdo, ella lo negó hasta el cansancio pero era evidente que se había puesto celosa. Unas noches después fue a acalarar las cosas con ella y habían estado a punto de hacer el amor, sus caricias y besos lograban provocarle de manera inexplicable una profunda ternura. Jamás imaginó que fuera tan inexperta en esas situaciones.
Luego recordó el día que la vio cuando llegó a México, dijo que lo había extrañado demasiado. Después pasó muchos días hermosos a su lado, cada uno lo recordaba perfectamente. En especial el día en que habían hecho el amor en esa cabaña, saber que había sido el primero en su vida lo hacía tan feliz, fue lo mejor que ella pudo regalarle, lo más valioso que tiene una mujer. Podría repetir todos esos momentos mil veces en su mente y jamás se cansaría porque al final de cuentas, era lo único que le quedaba de ella, los recuerdos.
Por último las palabras de ella, le dijo que quería que fuera el único en su vida y él había desaprovechado esa oportunidad, la había dejado ir tan fácilmente.
Lucero en verdad lo amaba, podía darse cuenta cada vez que lo veía, sus ojos brillaban, podía reflejarse todo el amor que sentía por él y eso le encantaba. Pero ahora ella veía a otro hombre de esa manera, besaba a otro hombre, le regalaba sus sonrisas, su tiempo, su atención, su amor. Él ya era parte de su pasado.
Aún la amaba, la extrañaba, la quería con él pero... ¿sería demasiado tarde para recuperarla? No lo sabría si no lo intentaba. Se durmió pensando que a la mañana siguiente tenía algo demasisdo importante que hacer. Hablaría con ella y haría todo lo que estuviera en sus manos para que lo perdonara. Era difícil conseguirlo, pero no imposible.

Al día siguiente su padre le había pedido que le ayudara con unas cosas y no había podido negarse, trató de desocuparse lo más pronto posible pero ya era tarde. Aún así decidió ir, no podía dejar para otro día algo tan importante.
Se puso unos jeans, una playera pegada al cuerpo y dejó su cabello despeinado, iría demasiado informal. Subió al auto y emprendió la marcha, eran ya las nueve de la noche. En ese momento se preguntó como algo que parecía tan sencillo le había tomado todo el día.
Estaba a punto de llegar a casa de Lucero, se encontraba nervioso, ¿qué le diría exactamente?, ¿termina con Manuel y regresa conmigo? No, esa era una pésima idea, sonaba demasiado egoísta. Le diría que aún la amaba, que después de todo ese tiempo no había podido olvidarla y ella tomaría una decisión. Sería difícil que lo eligiera a él después de lo que había hecho pero ya no tenía nada que perder.

Al llegar se estacionó a unas cuantas casas de la de Lucero, estaba a punto de bajar de su auto cuando vio como otro carro se estacionaba frente a esa casa. Esperó a que alguien bajara, primero bajó un hombre, trató de verle el rostro pero este había ido corriendo a abrir la puerta del copiloto, cuando vio quien bajó se sorprendió, era Lucero, conocía su figura perfectamente, no podía ser alguien más. No esperaba verlos juntos, observó fijamente lo que hacían, ambos se pararon en la entrada de la casa, ella le sonreía, se dijeron algunas cosas y luego él la tomó por la cintura acercándose poco a poco a su rostro, la iba a besar, eso era más de lo que podía soportar. Quiso encender el auto pero luego se recriminó mentalmente por haber aguantado tan poco, apenas los había visto besándose y ya se había rendido. Echó su cabeza hacia atrás recargándola en el asiento, sólo tenía que esperar un poco, parecía que ese beso era de despedida. De pronto escuchó que encendieron un auto, era el de Manuel, vio como se marchaba. Tomó aire y bajó del auto prácticamente corriendo para alcanzarla antes de que entrara a su casa.

Lucero había ido a cenar con Manuel, la acababa de llevar a su casa y después de despedirse estaba tratando de encontrar la llave para abrir la puerta principal, tenía una sonrisa en su rostro, se sentía feliz.
"Buenas noches" escuchó que alguien decía, su sonrisa se borró automáticamente. Al principio se asustó porque de pronto le hablaran pero después se sorprendió, esa voz, no podía ser de alguien más que de Fernando. Contuvo el aliento y volteó a verlo.

-Buenas noches- dijo mientras lo observaba. ¿qué hacía ahí?. Ambos se quedaron unos segundos en silencio -¿Qué haces aquí?- él sólo la observaba fijamente, ella estaba conteniendo la respiración pero ni siquiera se percataba de ello, sólo estaba concentrada en el hombre que tenía en frente.

-Quiero hablar contigo- que tonto se había escuchado, era obvio que estaba ahí para hablar con ella, no podía ser por otra cosa.

-Te escucho- levantó una ceja.

-No, aquí no.- observó el lugar asegurandose de que no había alguien más -Vamos a otro lugar- vio como ella fruncía el seño.

-¿Pretendes que me vaya contigo?- él asintió. -Claro que no, si me tienes que decir algo, hazlo ya- dijo decidida. Después observó como él daba dos pasos acortando la distancia que había entre ellos, ahora estaba frente a ella. Se odiaba por aún ponerse nerviosa ante su cercanía.

-Por favor, vamos a otro lugar- susurró en su oído causando una oleada de sensaciones en ella. Después la observó a los ojos -por favor- repitió.

-Está bién- respondió tratando de sonar lo más normal posible. No quería que él supiera lo que la estaba afectando, aunque podía jurar que ya se había percatado de eso porque lo vio sonreír ampliamente.

Fernando la tomó del brazo y la dirigió a su auto. Ella sólo se dejó guiar, aún no podía entender que él hubiera regresado después de dos años como si nada hubiera pasado. La plática que tendrían de seguro no terminaría nada bien, lo podía presentir. Subieron al auto y Fernando arrancó, Lucero no preguntó a donde irían pues supuso que sería a la casa de él. Se sorprendió al ver que se detenían en una especie de mirador y a decir verdad la noche estaba fantástica.
Se quedó en silencio observando a Fernando, él la observaba a ella. Luego bajó del auto y la ayudó a bajar, se sentaron en el cofre a ver las estrellas. Ninguno de los dos se atrevía a hablar.

-Es una noche hermosa- ella sólo asintió sin dejar de ver el cielo -pero no más hermosa que tú- Lucero inmediatamente volteó a verlo, pero no dijo nada por unos segundos.

-Creo que eso no es de lo que quieres hablar- dijo secamente y volvió su mirada de nuevo al cielo.

-No, en realidad no. Pero no es mentira lo que te acabo de decir- colocó su mano en la pierna de ella. Lucero no se movió pero la mano de Fernando sobre ella le estaba provocando un completo desastre en su interior.

-¿Qué es lo que quieres?- volteó a ver la mano que él tenía sobre su pierna y luego lo vió a los ojos.

-Que sepas que aún te amo- soltó sin más. Pudo ver como el semblante de ella cambiaba notoriamente. De todas las cosas que Lucero pudo imaginar esa fue la que menos se esperaba -Si, te amo. Y esta vez no te dejaré ir- dijo mientras colocaba su mano derecha en la mejilla de ella...

Un Lucero en mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora