C I N C O

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La libertad tenía un precio y ese era trabajar para sobrevivir

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La libertad tenía un precio y ese era trabajar para sobrevivir.

Alexander, o como sus amigos le dicen: Alec, trabajaba como barman en el exclusivo club pandemonium. No era la gran cosa, preparar bebidas y escuchar algunos coqueteos o problemas de la clientela, no le molestaba en lo absoluto; en cualquiera de los casos era preferible tratar con ebrios tras la barra en lugar de tratar con ellos siendo bailarín exótico.

Además, la paga cubría con sus gastos y las propinas eran un plus. No tenía de nada de que quejarse en realidad, se mantenía ocupado en las mañanas con la universidad, salía y estudiaba para después llegar a su departamento ubicado en una zona tranquila que estaba en un intermedio de su universidad y trabajo.

Ese martes, como todos los demás, el club se encontraba con pocas mesas habitadas, contrario a los fines de semana donde se encontraba abarrotado; por esa razón, Alec prefería experimentar creando nuevos tragos o limpiando los vasos mientras escuchaba los lamentos de una mala vida de un mortal.

Aunque esta vez fue una gran excepción.

— ¡Vamos chico lindo! —exclamaba el hombre frente a él mientras contoneaba su vaso de un lado a otro derramando la bebida ámbar —, sólo será por esta noche. ¡No te arrepentirás de pasar la noche conmigo!

Ciertamente a Alec le daba repulsión ese tipo de propuestas, claro que trabajaba en un bar, pero no por eso se sobajaba a esos tratos, no tenía la necesidad, pero su trabajo no era tratar mal al cliente si este ya había dejado varios billetes grandes en su contenedor de propinas. Así que con la sonrisa más hipócrita y forzada volvió su atención para con el mortal.

— No creo que sea posible, mi novio es muy celoso.

Y antes de que esto alejara al tipo solo le sirvió para continuar insistiendo. Era un novato que sabía controlar a la mayoría de clientela insistente, pero éste se reusaba a dejar de molestarlo con aquellas impertinentes peticiones inmorales. Tan sumido en sus pensamientos estaba que no se percató de que era observado atentamente, no se dio cuenta de que, un atractivo hombre de alrededor del metro noventa se acercaba como fiera al acecho.

— Si mal no escuché, mi novio te dijo que no se encuentra disponible.

Rayos era él, el chico de noches atrás al que sin ningún sentido le dio por nombre Magnus. Ahora que lo miraba detenidamente, el tipo era bastante alto, más que él. Su tono de piel era de un tono bronceado que combinaba a la perfección con la camisa azul rey que estaba desabotonada de los primeros dos botones y, dejaba ver que en su reluciente pecho descansaba un rubí. Pronto, a cada lado del que se había proclamado su novio se le unieron una chica bajita de piel pálida que podía jurar que parecía azul que ondeaba su cabello blanco sobre sus hombros, tal vez es albina, pensó Alec; del lado contrario estaba otro hombre tal vez un par de años mayor al del medio, con una expresión que rayaba a lo irritado y aburrido. El trío fue lo bastante intimidante pues aquel mortal se fue con un rechinido de dientes.

— Gracias— murmuró en verdad agradecido Alec —. Es la primera vez que me sucede, lo siento porque tuvieran que intervenir.

— No hay problema — le contestó con una dulce voz la chica albina — vámonos Ragnor.

La chica tomó del brazo al chico de cara agria y se retiraron a una mesa lo bastante alejada de la barra, mientras tanto, el moreno tomó lugar frente al bar ténder. Alec le tendió una copa de cóctel como agradecimiento.

— Muchas gracias— sintió la necesidad de disculparse las veces que fueran posibles —, no debiste hacerlo...

— Relájate— le contesto con voz aterciopelada —, no pienses que siempre lo hago, pero me sentí con la fuerte necesidad de intervenir— le dijo sincero.

Alec no dejó de sonreír en todo lo que duró su turno. Se sentía tan cercano con aquel maravilloso ser que se su sonrisa decayó cuando su turno estaba llegando a su fin.

— ¿Cuál es tu nombre?

— Alexander, p-pero— ¿por qué tartamudeaba? — tú puedes d-decirme A-Alec.

La sonrisa del extraño iluminaba más que cualquier luz que estuviera en la oscuridad y algo dentro oprimió el pecho de Alec.

— Muy bien Alec — el moreno extendió su enjoyada mano derecha y entre sus dedos, mayor e índice, detenían una pequeña tarjeta —, tengo que irme pero pronto nos veremos en todo caso llámame.

Alec asintió y guardo la tarjeta en los bolsillos de su pantalón de tiro alto negros. Limpió todo a la perfección y se dispuso a salir de la locación para llegar a su departamento para descansar. Ya una vez ahí, sacó la tarjeta y el aire se quedó retenido en sus pulmones.

Magnus Bane.

Decía en hermosa caligrafía y la marca en su pecho picó en respuesta.

Estaba con su alma gemela, por fin lo había encontrado.

Estaba con su alma gemela, por fin lo había encontrado

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Capítulo más largo porque se lo merece.

 

  

An Inmortal Soul #MalecAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora