D O S

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Podría decir que su día era el peor

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Podría decir que su día era el peor.

Para empezar llegó tarde a clases avanzadas de literatura y matemáticas. Después, en el almuerzo, Jace presentó a una chica muy bajita de cabello rojo y pecosa. Y ahora en su entrenamiento de arquería llevaba dos tiros fallados, y tenía que soportar aquella mirada tan empalagosa de su amigo para la tal Clary.

Quizá la decepción de que Jace no fuera su alma gemela era tanta que por eso fallaba pero no podía evitarlo. Creía que, en algún momento el nombre de Jace Herondale aparecería grabado con aquella extraña tinta en algún lugar de su pecho o espalda como confirmación de que su amor había sido aceptado por los ángeles y ellos tenían piedad por él.

Aunque tal parecía que no. Sacudió la cabeza, tratando de despejar su mente.

Inhala.

Tomó su arco y flecha. Tenso la cuerda y apuntó al centro de la diana. Soltó la cuerda y con ella, la flecha.

Exhala.

Cerró sus ojos y el sonido de la punta se la flecha tocando su objetivo hizo aparecer la primera sonrisa del día. Aplausos sutiles que provenían de la sorprendida pelirroja acompañado de la mirada orgullosa de su amigo.

Su entrenamiento había finalizado.

— ¡Alec! —lo llamó su amigo rubio alcanzándolo en los vestidores— quiero hablar contigo.

— Pues adelante.

— Clary, ella es -dijo con sus ojos dorados brillando como las llamas— ella es mi alma gemela, Alec.

— Siempre que conoces a una chica dices lo mismo - mencionó Alec ignorando el dolor y leve ardor en su pecho—, no veo porque ella es especial.

— Ignoraré lo que acabas de decir -Jace sonrió con suficiencia y a Alec le pareció que aquello no era normal-. Pero estoy seguro que es ella.

— Siempre ignoras lo que te digo Jace— Alec tomó el dobladillo de su camisa para retirarla, aquel ardor en el pecho se había calmado—. ¿Por qué dices que ella es la afortunada?

Fue entonces que Jace, sin cuidado alguno, estiró la parte superior de su camiseta negra hacia abajo donde, con una bella caligrafía reposaba el nombre de la pelirroja.

Clarissa Adele Fairchild.

—Por cierto Alec ¿Quién es Magnus Bane?

—¿Magnus Bane? -cuestionó el chico mientras fruncía su ceño- ¿de dónde sacas ese raro nombre?

— Tu pecho.

Alec declaró que ese día había sido el peor.
Ignoró por completo a Jace después de eso y se dispuso a ir a su casa. Saliendo del gym, fue llevado por la usual corriente de personas que transitaban Manhattan.

Pero alguien contrario a la corriente de personas, alguien inusualmente alto y con cabello en colores y peinado en picos, vestido de manera llamativa chocó contra él. Alec al voltear a ver al desconocido para disculparse sintió que las palabras se atoraban una a una en su lengua. Los ojos de aquel maravilloso hombre que le devolvían la mirada con fervor le robaron el aliento.

— Alexander —pronunció aquel desconocido.

— ¿Magnus? —susurró Alec sin poder despegar la vista de aquellos ojos verde dorado.

El hombre le sonrió con dulzura antes de desaparecer. La multitud lo obligó a avanzar y a perder de vista aquel majestuoso ser. Entonces Alec dedujo que nunca había visto a algo tan hermoso como aquel hombre.


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An Inmortal Soul #MalecAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora