I: La polla de oro.

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POV Lieve:

Cinco y media de la mañana. Las puñeteras cinco y media de la madrugada. Viernes veintidós de septiembre. Un maldito día de diario. Dentro de una hora y media, todas nosotras deberíamos estar en la sala de prácticas. Pero yo no había conseguido dormir ni un solo minuto en toda la larga noche. A pesar de que había probado con hacer caso omiso enterrándome bajo la sábana, tapar mis orejas con la almohada, e incluso ponerme Mic Drop de BTS a todo volumen con los auriculares del móvil, no había conseguido ni conciliar el sueño, ni dejar de escucharles. Sí, escucharles.

Me había acostumbrado al ritmo de las estocadas de Shin HoSeok —el chico de la agencia que se hacía apodar "Wonho", aunque nosotras preferíamos llamarle "la polla de oro"—. Con la fuerza que demostraba tener gracias a esos abdominales esculpidos por los dioses, era capaz de crear un ritmo tan constante que podría haber llegado a interiorizarlo y dormir con él. Si pensaba en ello como el beat de una canción, se me hacía más llevadero. Pero lo que no podía interiorizar ni aunque me los metieran a presión por las orejas, eran los gemidos de Rox. La quería como a una hermana, pero aquello estaba empezando a rozar el descontrol. Por cómo jadeaba, gritaba y golpeaba las paredes imaginaba que el tal Wonho debía de ser el Dios de los empotradores.

Empezó siendo un buen cotilleo que poder contar la mañana siguiente, pero... ¿toda la noche? Estaba cansada, enfadada e incluso algo asqueada. Era como si estuviera dentro de un vídeo de moans infinito en el que una de mis mejores amigas era la protagonista. Para nada agradable. Lo que no dejaba de preguntarme era cómo Carmy —que dormía en otra de las camas de nuestra habitación compartida— era capaz de estar sumergida en los brazos de Morfeo sin siquiera inmutarse.

En cuanto la aguja larga del reloj se posicionó en el número seis, opté por quitarme la sábana de un tirón, levantarme con la rabia inyectada en las venas a causa del cansancio mental, y salir de allí lo más rápido posible. Me dirigí hacia la cocina sin pensar porque deduje que iba a necesitar hacerme litros y litros de café para superar aquella dura noche. Cuando llegué allí, un repentino olor a tabaco me dijo que no estaba sola. Al ver que me quedaba parada en el umbral de la puerta con las ojeras adornando mi cara y una mueca de pocos amigos, Sai —que estaba sentada en la encimera con un paquete de galletas sobre su regazo— empezó a reírse en silencio.

—¿Otra vez? —preguntó incrédula antes de volver a darle otra calada a su cigarro.

—¿Estás fumando aquí? —repuse mientras expresaba mi disgusto con una mueca—. Ahí están, dándole al tema. Ya verás cuando se entere Sara.

—Qué perkal —frunció los labios y señaló con el pulgar detrás de ella—. Siguen las dos durmiendo —comentó refiriéndose tanto a Sara como a su otra compañera de habitación, Maggie.

—Creo que Rox le ha llamado oppa unas —hice el amago de contar, pero me rendí cuando me di cuenta de que no tenía dedos suficientes— treinta veces.

—Normal, llevan follando toda la noche, tía —dijo mientras sacudía la ceniza de su cigarro, como aquel que habla del tiempo—. Lo que me parece fuerte... es la que se va a liar.

—¿Crees que Sara debería saberlo? La última vez que hablamos con ella sobre Wonho nos dijo que iban a tener otra cita, y que por primera vez estaba segura de que lo suyo con un chico iba en serio.

—Lo que no sé es si Rox sabe todo esto —Sai se encogió de hombros y apagó su cigarro para después comenzar a hacer aspavientos con la mano, como si acabara de tener una revelación—. ¡Eh! Pero, vamos a lo importante...

—No, no le he visto la polla —corté su discurso sabiendo por dónde iban los tiros.

—¡¡Tía!! —se quejó ella—. ¡Dice Sara que le mide más de veinte centímetros incluso estando flácida! ¡Quiero saber si es verdad!

Perkal en la Big Hit entertainmentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora