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Iba ya de camino a casa, con medio cerebro carcomido por la gran cantidad de cosas en las que debía pensar, y con otra media mitad casi colgando sobre mis hombros... La realidad era, a veces, muy dura. Mis compañeros estaban cada vez más desquiciados, y en casa la situación tampoco era muy alentadora... ¿Cómo era que había llegado a ese punto tan intrincado? Ni siquiera me había dado cuenta.

A pesar de que la distancia entre el restaurante y mi casa estaba a un millón de cuadras, prefería regresar a pie. De esa manera tenía más tiempo para pensar en todo lo que debía resolver antes de comenzar la carrera de nuevo. Para empezar, mi vida personal... No permitiría que mi hogar se derrumbara sobre mi cabeza. Y a pesar de que quería conservar siquiera un poquito de mi dignidad, ya me estaba comenzando a replantear aceptar la idea que Hellaine tenía sobre formar una familia más numerosa...

Me daba una punzada en la espina dorsal cuando me ponía a pensar en un futuro así, pero quizás no me quedara de otra... Era tan injusto. De solo imaginármelo se me revolvía el estómago y volvía a mí el malhumor...

Caía la media tarde cuando por fin había llegado a la acera de mi casa. Me quedé un momento parado afuera, y casi tuve un deja vu de hace unos días atrás; hacía poco me encontraba en la misma situación, prácticamente... Dubitativo de retornar al lugar donde se suponía que me sentía seguro y en paz...

Finalmente, apreté los puños con tanta fuerza que apenas si sentía mis nudillos, y entré. La casa estaba iluminada por las cortinas levantadas, y un suave olorcito a incienso me alcanzó desde la misma puerta de entrada. Di un paso y cerré la puerta detrás de mí, haciendo todo el ruido posible para que ella se percatara de mi presencia.

Estuve allí prácticamente diez segundos, y no escuché nada en absoluto... Caminé hasta la cocina, con una congoja alarmista de mierda, hasta que la vi de pie ahí, picando algunos ingredientes con una tabla y un cuchillo.

- Hola...-

Saludé como el niño asustado que era, con un poco de nervios en mi voz... ¿Por qué me sentía tan patéticamente dispuesto a complacerla, cuando se suponía que los dos habíamos actuado sin preguntarle al otro su parecer? Siempre era el primero en aceptar que estaba equivocado, y para ser sincero, ya estaba comenzando a cansarme...

- Hey-

Fue toda su respuesta, y apenas si se volteó a verme. La mirada furtiva sobre el hombro que me arrojó, casi al descuido, me irritó bastante... ¿Qué quería de mí exactamente? No se había parado a pensar sobre mi postura ni un instante...

Mi reacción a su gesto frío fue rascarme el cuello con toda la fuerza entumecida que tenía en aquel momento, intentando relajarme. Tenía que pensar con claridad, aunque mi mente estuviera cansada.

- ¿Qué estás preparando ahí?- Inquirí, como para sacar un poco de charla que me diera pie suficiente, antes de empezar con mi repertorio humillante de pedir perdón por algo que no era mi culpa en absoluto...

- Una tarta de espinaca-

Me asomé por detrás de ella, para chequear que, efectivamente, estaba cocinando lo que decía. Torcí la boca... Los alimentos saludables nunca fueron lo mío, aunque sabía que a Hellaine le gustaba mucho ingerir ese tipo de hierbas incomibles. A mí, en cambio, siempre me sabían a lo mismo: pasto asqueroso que se me atoraba en los dientes.

Observé cómo la mesa estaba llena de cosas, por lo que decidí ayudarla, por más que no pensaba ingerir nada de eso que estaba preparando... La idea era simple: quería ganarme algo de su simpatía.

- ¿Esto es basura? ¿Quieres que la tire?- Dije, señalándole una buena parva de recortes de esa cosa verde que estaba picando, y otras chucherías más que estaban apilonadas en el mismo sitio de la mesada.

- Bueno... Si quieres- Expresó, con total desinterés.

Amontoné entre mis manos toda esa cantidad de cosas desechables y caminé hasta el bote de basura que teníamos cerca. Abrí con el pie la tapa de este, y estaba a punto de arrojar todo eso que llevaba conmigo, hasta que noté que allí dentro había botado una tira de medicamentos que me resultaba muy familiar.

De alguna forma me las ingenié para hacer un malabarismo extremo y botar la basura al mismo tiempo que evitaba que eso que me había llamado la atención no quedase enterrado entre medio de eso que debía tirarle encima. Sacudí mis manos, y ya con esa pequeña tira entre mis dedos, me limité a observar qué medicamento era.

Como pensé apenas lo vi, se trataba de las benditas pastillas anticonceptivas que Hellaine tomaba... Me quedé pasmado ahí, con esa estúpida tableta vacía en una mano, con mil cosas girándome alrededor de la mente.

El silencio del momento no hizo más que ayudar a que mi temperamento hostil ganara terreno. Ella había recomenzado a tomarlas... ¿Eso me situaba en algún tipo de posición privilegiada, o era solamente casualidad? Si no planeaba perdonarme o siquiera darme chance, -según pude deducir dado su comportamiento-, entonces, ¿para qué precisaba tomárselas? No entendía.

"Ella está jugando conmigo", me dijo la voz monótona de mi propio pensamiento. Era común que pensara aquello: hacía día que nos evitábamos en todo el día, apenas si nos hablábamos, y ahora encontraba la realidad del asunto, que era, en verdad, inentendible para mí... Y volvía a repetirme, una y otra vez: ¿qué quiere de mí? Me estaba esforzando bastante en volver a vincularnos, en darle charla innecesaria. Había llegado a la casa con esperanzas de una reconciliación, e incluso cedí a mi postura por un instante, pensando en darle la razón y aceptar su proposición... Todo para que ella me cortara el rostro y se limitara a ignorarme.

Entenderán ustedes que toda ese torbellino de malos pensamientos que se revolvía en mi cabeza era producto de muchos días de presión que estaba soportando, tanto por la situación del grupo como por parte de Hellaine. Y ya no podía más... Era la realidad: estaba cansado de todo, y de todos. Incluso de aquello que me gustaba y amaba más que a nada en el mundo: mi hogar. Mi mente me había convencido de que ella estaba tomándome el pelo, buscando sacarme de quicio, y lo primero que se me vino a la cabeza en el momento en que me di la vuelta con esa desquiciada tableta de pastillas en la mano fueron las irresponsables palabras de George: "...debes imponer algunas cosas, para recordarle por qué se mantuvieron juntos por tanto tiempo".

Todo aquello que pasó [#FFA2018]Where stories live. Discover now