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Había pasado alrededor de cuatro años desde que se había marchado de su vida, y repentinamente termina por enterarse que ella finalmente regresaría. Era imposible no sentirse ansioso ante esa noticia que le había confirmado su odioso hermano mayor.

Se congelo en el acto al recordar que ella seguía comprometida con el primogénito, pues Esa persona había aceptado el compromiso y parecía muy dispuesto ha hacer que se cumpliese. La voluntad de su madre seguía siendo poderosa incluso tras su muerte pues esta se había encargado de cuidar y educarla a ella con la finalidad de que algún día se casase con el bueno para nada de su hermano.

Algo que le animaba a intenta recuperar su antigua y pequeña -pero dulce- amistad era el hecho de que su hermano nunca se había mostrado muy interesado en la chica, y no parecía especialmente motivado de saberse comprometido con ella. Esperaba que esto siguiese así incluso tras tantos años, sobre todo debido al cambio repentino en la personalidad del mayor.

— Reiji-san — Un leve murmullo consiguió captar su atención. Observo a Yui que parecía temerosa de acercarse a el, suponía se debía a que el día anterior no había dudado en arrojarla a los brazos del mayor. Algo irresponsable teniendo en cuenta que este ya estaba comprometido con ella, pero algo en él fondo de el le decía que si este se encaprichaba con la humana seria bueno para el.

— ¿Que sucede? — Le observo con su acostumbrada expresión inmutable, a espera de que hablase. La humana parecía dudosa de si debía decir finalmente lo que ocurría, sin embargo le conocía lo suficiente para saber que si no hablaba Reiji se enojaría por haberle molestado por una tontería.

— Raito-kun d-dijo que olía una desconocida — No necesito pregunta porque estaba con Raito, pues observaba claramente las mordidas en el cuello de la joven. No obstante esto no le importaba en lo mas mínimo, pues lo que realmente había captado su atención era aquello que había dicho. — Hay un auto afuera, Reiji-san — Murmuro suavemente, casi inaudible.

Reiji no perdió tiempo en levantarse y avanzar hacia la salida, sintiéndose de pronto ansioso y tenso. Si sus hermanos ya habían captado en olor deberían estar lo suficientemente cerca de la entrada, y realmente no podía aceptar que estos le recibiesen teniendo en cuenta sus peculiares personalidades.

Claramente escuchaba los pasos de la humana tras de su, quien había dudado mucha hasta finalmente seguirle. Sabia que la curiosidad era un habito en los humanos que estaba muy marcada, incluso en el mas temeroso.

No le tomo la menor importancia a la presencia de su hermano mayor cómodamente dormido en el sofá del salón, pues simplemente paso de largo hasta llegar a la puerta. Su presencia allí era como una advertencia para los menores quienes tenían claro que no debían acercarse mas de la cuenta.

Simplemente observaban desde las sombras.

Reiji esperaba cualquier señal, y para Yui -quienes estaba a los pies de la escalera- aquella era la primera vez que lo miraba de aquella manera. El siempre calmado y serio Reiji Sakamaki estaba plantado en la puerta de la mansión como lo haría un niño a espera del regreso de sus padres.

Los leves toques en la puerta los sintió como estremecimientos en su cuerpo. Consciente de que como un vampiresa ella ya había notado su presencia no demoro demasiado en componer una expresión seria y abrir finalmente la puerta.

Sabia que ella contaba con ahora unos necesarios doce años, pero él sentía que el cambio era incluso de un mayor tiempo. Sus rasgos hermosos se habían mantenido pero el porte elegante y frío era posiblemente el mejor espectáculo que el alguna vez había presenciado.

— Obsidiana — Consiguió decir, reconociendo nostálgico las prendas siempre oscuras y el peinado que había usado en su infancia. Los orbes rojos estaban centrados en el, y Reiji sintió bastantes emociones removidas al no ver felicidad o nostalgia en ellos. No había nada.

— Un gusto verle, Reiji-san — Incluso la voz cargada de seriedad era algo que no esperaba. Consciente de que no debería dejar salir todo se apresuró a apartarse de la puerta y con un elegante gesto permitirle la entrada a la jivencita.

— Bienvenida.

Ella no tuvo alguna clase de duda en avanzar, como si se tratase de su hogar de toda la vida. Tras de ella Reiji permanecía en silencio, estudiando detalladamente pero con discreción los cambio de su delicada anatomía y comparando la diferencia de estatura que existía. El le superaba con creces en cuanto al tamaño, pero ella le superaba en cuanto a encanto.

— ¿Quien eres y que haces aqui? — Reconoció la voz de Ayato, y sabiendo que de él se podía esperar una gran descortesía dio un país al frente, listo para defenderle de ser necesario.

— Soy Obsidiana, y soy la prometida de Shu.

Reiji se congelo en el acto, observando fijamente su espalda, intentando comprender porque había dicho aquello de una forma tan fría peor segura, casi orgullosa.

— Karlheinz pensó que ya era tiempo de celebrar la boda.

Toda una dama ▶Reiji SakamakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora