Me acerco con paso liviano hasta el monitor de la prueba, que parece sorprendido de tenerme aquí.
-¿Briny Cresta?
Cada vez que alguien me pregunta eso puedo imaginar la cara de Annie envolviendo sus mentes.
-La misma.
-¿Estás segura de probar esta actividad? La ruta suicida pone a prueba tanto el cuerpo como la mente. Puedes tener un cuerpo preparado, sin embargo si no tienes los cinco sentidos alerta, estás perdida.
-Pues deséeme suerte, porque no tengo ni una cosa ni la otra.
Entro en la habitación, las luces están apagadas y hace frío. Recuerdo las palabras del guardián y trato de no asustarme. La sala se ilumina de nuevo pero es demasiado tarde para apartarme. Escucho el sonido seco del brazo mecánico contra mi cuerpo.
Comienzo a correr por el pasillo. Salto un par de plataformas que salen del medio del suelo. No me da tiempo de frenar a la tercera y caigo de bruces. Soy lo suficientemente ilusa como para intentarlo de nuevo.
Me levanto y corro, sin importar el dolor ni el peligro. Esquivo pelotas de goma, agujeros en el suelo, puños que salen de las paredes… Es verdad que me llevo un par de golpes a cada diez pasos, pero la intención cuenta. Para lo único que no estoy preparada es para la pared que sale de la nada al encuentro con mi cara.
Noto chorreones de sangre rodar por mi cara y me asusto. No me muevo, por miedo a que aparezca algo más. Me tumbo en el suelo y espero a que aparezca el monitor.
En la cena llevo un bonito vestido verde combinado con vendas y moretones. Iko mira demasiado a Calipsa y empiezo a ponerme nerviosa. Sean y Ray no están con nosotros porque han pensado que es mejor tenernos separados.
-¿Dónde está Finnick?
Iko me mira fijamente durante unos segundos y luego comenta:
-Me ha recordado completamente a Annie.
-¡Iko! –Le pelea Calipsa, pero a mí no me molesta, es más un alago.- Finnick se ausentará esta noche.
Se supone que los mentores deben acompañar al tributo en todo momento, sobre todo si casi se han roto la nariz en una trampa mortal. Ya veo que son solo suposiciones.
No es que me enfade, simplemente me incomoda estar a solas con estos dos bichos raros.
-Calipsa, creo que te quiero.
El corazón me da un vuelco, desde la muerte de mis padres no había oído nadie decir algo así. Por otra parte, Calipsa ni se inmuta.
-Gracias.
En Iko se refleja la misma perplejidad que en mí y resulta gracioso. Además, la cara de pasmado le queda genial con las dilataciones de las orejas.
Rio como Sebas esta mañana en el comedor, con mariposas en el estómago y la alegría a flor de piel. Echaré de menos esto cuando esté muerta. Por lo que se refiere a Calipsa e Iko, ríen también.
Despierto más temprano de lo normal, quiero llegar la primera a la sala de entrenamiento. Necesito completar ese recorrido, es algo personal.
En el espejo se reflejan cardenales de cinco colores diferentes y creo que tengo la nariz torcida, pero cada vez que recuerdo lo de anoche vuelvo a sonreír como una tonta.
Ya vestida con el apretado chándal de entrenamiento, tomo el desayuno. La puerta de entrada se abre y entra Finnick.
-¿A estas horas, Odair?
La cara que pone me recuerda a la que puse el día de los latigazos. Sus ojos trasmiten una descarga eléctrica llena de dolor a mi cuerpo.
-¿Qué te ha pasado en la cara? Calipsa te va a matar.
De repente me pongo furiosa, me quema que teniendo en juego mi vida, él vea más importante a sus chicas del Capitolio y encima venga riéndose de mí.
-Calipsa ya me ha visto. Aunque tú no, ella estuvo aquí anoche.
-No tengo por qué darte explicaciones.
-No te he pedido explicaciones.
Pone los ojos en blanco y sé que va a decir algo, pero cuando las palabras salen de su boca, yo ya he salido del apartamento.
Cuando vuelvo al anochecer, estoy casi el doble de masacrada que el día anterior. Para mi desgracia, Ray está aquí y no duda en burlarse de mí.
-Cresta, deberías dejar de intentarlo.
-Cállate, capullo.
Se pone frente a mí en un par de pasos. Lo tengo tan cerca que noto su respiración en la frente. Las pupilas se le han dilatado infundiendo el miedo que nunca pensé que alguien podría darme.
Soy yo la que da el primer puñetazo, apuntando a la boca del estómago. Me doy cuenta de mi error cuando me empuja al otro lado de la sala con un guantazo.
Siento como si el impacto me dejara sin aire en los pulmones. Trato de recordar como inspirar, como espirar. Pero no puedo, solo me quedo tirada en el suelo mientras las luces de la habitación se apagan.
-¿Briny, estas despierta?
Reconozco la voz de Calipsa. Ahora suena demasiado baja, casi no puedo entenderla. Abro los ojos y me encuentro con Calipsa, Iko y Finnick a mí alrededor.
-¿Tengo algo roto?
-Por suerte no –empieza a decir Finnick.-Pero mañana no podrás ir a los entrenamientos si quieres estar recuperada para la Arena.
-Tengo que ir. Si me echo atrás en el primer golpe, me marcarán como una enclenque.
-¿No lo entiendes? –grita Finnick. Calipsa e Iko salen apresurados del cuarto.- Ya te han marcado como un objetivo fácil, y no por débil. Les has demostrado ser impulsiva e imprudente. La gente estúpida acaba pronto su papel en los juegos.
Se me va el alma a los pies, me he vendido yo solita. Finnick me dejó claro que no me dejara afectar por los demás tributos. Soy una imbécil. Supongo que merezco morir ahí dentro.
-Lo siento.
-Briny. –Parece exasperarse. Se sienta en la cama y comienza a juguetear con su pelo.- A veces sentirlo no es suficiente. ¿Harás lo que yo te diga a partir de ahora?
-Lo intentaré.
-¿Solo lo intentarás?
-Soy realista.
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La historia de un derrumbamiento.
FanficAnnie Cresta ha muerto tras batallar dos años contra sus demonios. Su hermana, Briny, tendrá que presentarse voluntaria a los juegos si no quiere que su hermano sufra la ira del presidente Snow.