La sesión con los Vigilantes

842 83 2
                                    

Después de mi día de descanso, la vuelta al entrenamiento se me hace más dura. Sobre todo porque esta tarde son las sesiones privadas con los Vigilantes.

He quedado con Finnick en aprender a hacer una fogata y lanzar algunos cuchillos. Pero tengo terminantemente prohibido intentar la ruta suicida.

-¡Chica de la costa! -El eco de la voz de Sebas llega hasta mí cuando entro en el gimnasio. -¿Qué te pasó ayer?

-Fue una mala idea lo de la ruta suicida, chico del Diez.

-Era mi plan secreto, mandarte a la ruta suicida para debilitarte.

Lo dice tan serio que casi me asusto. Pero luego ríe y suena como un niño. Si no gano, me gustaría que se salvara él.

-¿Qué vas a hacer hoy? –Pregunto mientras observamos a los profesionales.

-Lanzas. ¿Tú?

-Pesas.

Nos miramos serios un segundo. La cara se le pone hueca cuando muerde el interior de las mejillas para no reírse.

-Ahora enserio, ni se te ocurra volver a intentar la ruta.

-Tranquilo, no está entre mis planes.

Cada uno vuelve con sus monitores. Aprendo cosas como hacer fuego y nudos, pero también experimento lanzando cuchillos y escalando.

En la hora del almuerzo hablo con Sebas sobre una alianza. La idea de encontrármelo en la Arena no me hace mucha gracia, pero es en quien único puedo confiar.

-Nos separaremos cuando queden ocho tributos.

-Buena idea, será muy mala suerte si tenemos que matarnos entre nosotros.

No sé qué debería considerar al respecto, pero lo único que siento es miedo. Me aterra tener que mancharme las manos con su sangre, porque si tengo que hacerlo para asegurar la supervivencia de Caleb, lo haré.

-Nos veremos la primera mañana en el punto más al norte de la Arena.

Por fin tengo un plan tangible... o, al menos, algo a lo que aferrarme.

Después empiezan a llamarnos uno a uno para la sesión con los Vigilantes. Entro en la sala y observo todos los puestos. Mi vista se detiene en la ruta suicida, pero al final decido seguir el plan inicial.

Prendo un fuego y jugueteo durante un rato con las plantas y los bichos comestibles.  Soy consciente de que la puntuación no será alta, pero Finnick dice que nadie se fija demasiado en las calificaciones vulgares.

De vuelta en el apartamento me sobra el tiempo, me paso la  tarde mirando el techo y pensando. Pensando en un pasado doloroso, un presente insoportable y ningún futuro probable. Pienso en Caleb. He estado tan ocupada estos últimos días que apenas he pensado en él.

Me siento en el escritorio de madera de mi habitación y borroneo una despedida. Lo que más odio de las despedidas, es que gritan en un mensaje subliminal que probablemente no haya mañana.

Escribir esto es como asistir a mi propio funeral, supongo.

Cuando voy a cenar, Finnick es el único que me espera. Al parecer, Calipsa e Iko se han ido de escapada romántica, pero vendrán para las puntuaciones.

-¿Hiciste la ruta suicida? -Lo pregunta con cansancio, como si ya le hubiera decepcionado lo suficiente.

-Me dejaste bien claro que no.

Supongo que el tono de mi voz le demuestra que se ha pasado, porque rectifica.

-Lo siento, es que eres... impredecible.

-¿Me tienes manía o algo? Eres la única persona aquí que se queja tanto de mí.

-Los demás solo tienen que ponerte bonita, yo necesito mantenerte con vida. Créeme, mi trabajo es mucho más difícil.

Lo dice para menospreciarme, ¿no? Llamarme débil en la cara. Aunque una diminuta parte de mí se pregunta si es un piropo, si quiere decir que tengo algún tipo de atractivo.

-Está bien, Finnick, soy impredecible, violenta y precipitada. Soy un caso perdido y voy a...

-Eres un todo o nada.- Me interrumpe.- Y eso no está mal.

Al sonreír le tiembla la ruta de los lunares que le pintan las mejillas. La expresión hace que el hombre hosco pase a ser alguien que te gustaría conocer.

Las puertas se abren y entra Calipsa.

-Iko ha ido a ver las puntuaciones con el equipo Ray.

"El equipo Ray". Eso suena profesional y competitivo. ¿Qué clase de equipo somos nosotros?

Está Finnick, que un rato me protege y al segundo siguiente me echa en cara que voy a morir. Calipsa, que deja un rastro de purpurina allí por donde pasa. Y por último yo, que no sé muy bien como soy ni lo que quiero.

Nos sentamos y esperamos las temidas puntuaciones. Evidentemente, los profesionales consiguen notas por encima del ocho.

Me muerdo la lengua para no gritar de la emoción cuando veo aparecer un siete bajo mi foto. Calipsa aplaude con entusiasmo y Finnick dice que se podría mejorar.

-Me comí un puñado de mosquitos para conseguir ese siete, déjame disfrutar el momento.

La historia de un derrumbamiento.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora