Parte Cuatro.

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Unidos por sus bocas y corazones, David y Eva caminaron sin despegarse hasta topar con el borde de la cama de hotel. Eva llevó sus manos hasta el suave y corto pelo de David y enredó los dedos en él, haciendo que sus bocas se presionaran y fusionaran con más apremio. Sus labios eran como la miel, dulces... sexys y generosos, un pecado muy grande para estar en esa cara bonita y masculina. Eva no sólo amaba besarlo, sino que siempre que podía pasaba los dedos por la suavidad de su boca. Su lengua la invadía y era una simple y dulce demostración de lo que venía.

Pasó de un beso suave a un saqueo salvaje, acompañado de roces necesitados y gruñidos feroces. David la apretó más contra su cuerpo deseando sentirla parte de él. Eva sintió como el calor se arremolinaba por su vientre y entrepierna cuando sintió la gran erección de David contra su cadera, la conocía y la volvía loca. Estaba camino al pleno éxtasis. En ese momento solo eran manos, caricias y bocas... Sobre todo bocas.

Se separaron para quitarse la ropa que sobraba entre ellos con afán. Jamás dejaron de mirarse a los ojos. No necesitaban palabras, ya lo sabían y habían dicho todo. Sus futuros estaban escritos.

David fue el primero en quedar desnudo, se acercó suavemente a su chica -porqué para él ella era suya y nadie podría cambiar eso- para ayudarle con su ropa interior. Su cuerpo de deliciosas curvas femeninas era un deleite visual, un banquete para los ojos de cualquier hombre, pero en ese momento sólo para él...

"Y pronto de Nathan". Le recordó la odiosa voz de su subconsciente. Alejó rápidamente ese amargo pensamiento mientras disfrutaba de la hermosa chica que tenía al frente.

Eva todavía se sonrojaba cuando David la miraba de esa manera, la hacía sentir guapa, exuberantemente linda y sobre todo deseada por él que era el único hombre que le importaba. Quería congelar el momento de ver a ese Dios griego ante ella, con su musculoso y tonificado cuerpo como una exhibición de la más soberbia y generosa belleza masculina. David podría pasar por mucho, como la fantasía sexual de toda mujer. Con esta imagen tendría que resistir todo lo que se viniese... y esperaba que fuese suficiente para no morir en el intento.

La terminó de desvestir de una manera tierna y dulce, mientras ella observaba cada uno de esos movimientos que la hacían sentir amada. Cuando finalizó la tarea y no hubo barreras entre sus dos cuerpos David se reincorporó y la miró a los ojos. Ella tímidamente puso ambas manos en su pecho.

-Tócame. -Le rogó él. -Tócame... Soy tuyo, no temas, no sientas vergüenza. -La mano de ella se relajó y acarició suavemente la longitud de su marcado torso.

David puso sus manos en las caderas anchas de Eva mientras ella seguía concentrada en cada caricia. Se sentía tan bien cuando ella lo tocaba. Sus ojos brillaban de una manera indescriptible antes y cuando hacían el amor... Esta vez sus emociones estaban un poco eclipsadas por un toque de tristeza.

Lentamente, David la pegó a su cuerpo, disfrutando del roce de sus pelvis desnudas. Eva gimió y eso fue necesario para que David la estrechara con más fuerza. No podía ni quería dejarla ir. Ella se había convertido en una necesidad irremplazable.

Tomó su boca con fiereza mientras sus manos seguían el contorno de sus costados acariciando su cintura y llegando a sus pechos. Metió una mano en medio de los dos buscando su delicado pezón; acarició la protuberancia con cuidado mientras la sentía endurecerse para al final darle un suave pellizco. Eva gimió contra sus labios. Repitió su acción con el otro seno, mientras el beso crecía en intensidad y ansías. Eva tomó su labio inferior, lo mordió y haló un poco.

-Besas tan bien. -Dijo ella con la respiración entrecortada. Su ego masculino se hinchó de inmediato. -Solo puedo desear tus besos, son los mejores.

-Y yo solo quiero los tuyos. -Rozó levemente sus labios con los de ella, mientras ahogaba un suspiro de su boca.

Delicadamente la tumbó en la cama, poniéndose encima de ella apoyando sus codos a ambos lados de su cuerpo para sostenerse. La miró a los ojos y el tiempo se detuvo. No había nadie más para él, solo ella. Y sabía que ella sentía lo mismo.

Solos tú y yo.

Eva levantó la cadera y comenzó a rozarse sugerentemente contra su entrepierna. Una sonrisa tímida y traviesa invadió su rostro mientras sus mejillas se sonrojaban.

- ¿Me quieres? -Preguntó David cuando sus caderas tomaron ritmo.

-Te quiero en mí. -Eva dijo con dificultad arrastrando las palabras. David besó su mejilla trazando un camino de suaves besos hacía su oreja para seguir por su cuello largo.

-Hueles tan bien. -Besó de nuevo acompañado de un corto recorrido de su lengua. Eva gimió en respuesta. -Si pudiera... me llenaría de tu olor... Nada huele como tú.

Sus besos siguieron bajando hasta encontrarse con sus senos. Besó un pezón, luego el otro detenidamente y se incorporó para mirarla de nuevo. Ella tenía los ojos cerrados disfrutando del contacto. Eva sentía cada cosa, cada caricia que David le daba y lo recibía con gusto.

-Mírame. -Le instó él. Abrió los ojos y se encontró con la intensidad de sus ojos, pozos de amor de color miel. Pudo sentir tantas cosas, tanto amor y sentimiento con una mirada fija en él. Las ganas de llorar le invadieron cuando se cruzó con la idea de que quizás jamás volviese a tenerlo de esa manera. Apretó los ojos tratando de sacar esa sensación de tristeza. -Quiero que me mires mientras lo hago. Por favor, mírame. -Abrió los ojos de nuevo y David le besó.

Él ingresó a su cuerpo tierno y lento, mientras su lengua se enredaba con la de Eva. La llenó por completo sin acelerar, quería estar siempre ahí, dentro de ella, recordando la sensación de como su cuerpo le abrazaba. Era esclavo del calor que le proporcionaba y podría estar por siempre ahí. Las manos de la chica le acariciaban tiernamente la espalda hasta encontrar sus nalgas y lo empujó hacía ella, invitándolo a moverse. Gimió en respuesta y sus suaves embestidas iniciaron.

Fue despacio, sin prisa, sin perderse ninguna expresión de su rostro. Sus labios estaban más rojos de lo común y sus ojos entre abiertos. Eva volvió a empujarlo y perdió el control, tomándola con más fuerza e ímpetu. Al poco tiempo llegaron a la cima de un orgasmo que construyeron con caricias dulces y amor. Se sintió lleno mientras se tendía al lado de ella sin salir de su cuerpo.

Eva estaba feliz y tranquila acomodada en su pecho, mientras la mano de David subía y bajaba por su espalda. Recordó la primera vez que estuvo con él y sonrió como tonta. Lo amaba, amaba las maravillas que le hacía a su cuerpo, la manera en que la tomaba y la llenaba... Amaba cada momento que él le daba, y pensar en que jamás pudiesen estar juntos de nuevo, la volvía loca de dolor.

Ambos perdieron la noción del tiempo, solo sabían que estaban juntos y eso bastaba. David no dejó de acariciarla ni un solo instante, y ella se pegaba cada vez más a su pecho. Desnudos y sintiendo el calor uno del otro, el sueño comenzó a invadirlos hasta que alguien tocó a la puerta. Se miraron con los ojos muy abiertos sin emitir ruido alguno.

-Hermosa, soy yo, Nathan, abre por favor...- "Esto no es bueno" pensó Eva mientras trataba de sentarse y dejaba que David saliera por fin de su interior...

Atrapando al Padrino (EPDLB I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora