Capítulo IX

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— Amor, ¿estás seguro de esto? A tu papá no le caigo bien.

— Eso fue años, además tienes que entenderlo. Estabas a un paso de ser un parásito o un vagabundo —bromeó Frank, a modo de reprimenda le di un casi imperceptible golpe en el brazo—. Además tiene que soportarte sí o sí ahora.

Al decir eso alzó su mano izquierda ante mis ojos, dejando ver el anillo de compromiso, ambos sonreímos y pronto sus labios encontraron los míos. Desde que se lo había propuesto, hace cuatro semanas, que en cada conversación llegábamos a ese punto. El tema del compromiso y el inminente matrimonio era algo… algo escalofriante y hermoso al mismo tiempo.

— Y tendrás que decirle papá —agregó él, mis ojos se abrieron enormemente. Esa era la gota que rebalsaba el vaso, tanto como para mi suegro como para mí, pero su estridente carcajada me regresó el aliento. Simplemente era otra de sus bromas. Negué un par de veces y robé otro de sus besos.

Estábamos pasando a segunda, tercera o cuarta base entre besos y caricias cuando su teléfono sonó, ambos hicimos una mueca de desagrado y él, por encima de mi cuerpo, hacia la mesita de noche, contestó y me miró un poco asustado, sabía reconocer ese tipo de cosas en su rostro.

— Sí… sí… gracias mamá, allá estaremos —dijo antes de cortar, yo alcé las cejas, esperando que me pusiera al día.

— ¿Y bien? —pregunté cuando de sus labios no salió nada.

— Era…

— Tu madre, esa parte la descubrí por mí mismo —le interrumpí. Él hizo una mueca y se sentó sobre mi abdomen, mirándome desde arriba, llevé mis manos a sus muslos y comencé a tamborilear mis dedos sobre la tela de los jeans.

— La cena será esta noche, amor. Está todo hablado, incluso habló con tu madre. Fue una mala idea presentarlas… —suspiró con pesar, yo me sentí aun peor. Era estresante tener una cena con sus padres, y lo sería mucho más con mi madre ahí presente—. Lo siento… debí haberle…

— No, está bien, está bien —dije llevando mis manos a su espalda para abrazarlo hacia mí. Frank se recostó encima de mí y apoyó su coronilla bajo mi barbilla, mientras mis manos recorrían su espalda, intentando calmar sus nervios—, estaremos bien Frankie, estaremos bien.

— Tu mamá me pone nervioso —murmuró de pronto, yo mordí mis labios para evitar reír. Eso era bastante obvio. Mamá solía tener ese efecto en las personas y sucedía mucho más a menudo con Frank. Parece que a ella le frustraba que no tuviéramos “empleos comunes”, Frank como músico y yo como artista… no, no era lo que una madre sueña para su hijo cuando estos están comenzando la escuela. Si hubiésemos sido doctores o abogados seguramente las reuniones familiares serían más tranquilas. Eso sin contar claro, las miradas hacia mis siempre cambiantes colores de cabello o a los tatuajes que cada vez cubrían más la piel de mi futuro cónyuge.

— Promete que si se ponen molestos nos iremos —dijo él, apoyando sus manos sobre mi pecho para poder ver mi rostro, sonreí y asentí una sola vez, alzándome para besar sus labios. Muchas veces, entre nosotros, no había necesidad de palabras.

La madre de Frank se había preocupado de cada mínimo detalle, la casa a la que había ido en contadas ocasiones, como algunos cumpleaños de las gemelas, la cena por la graduación y luego la de compromiso de Anthony y un par de navidades a las que Linda les había rogado que asistieran. La sala parecía estar libre de todo polvo o sustancia contaminante, incluso las escaleras que daban al segundo piso que siempre estaban parcialmente cubierta por juguetes de perro o algún calcetín y para que nombrar el comedor. La mesa parecía uno de esos bufetes de “come todo lo que puedas comer” con un montón de cubiertos, botellas de vino y ese tipo de cosas.

60 segundos ・ frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora