Prefacio

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Agudo. Así fue. Agudo como si me hubieran clavado once mil agujas en cada centímetro de la piel. Siempre tuve la certeza de que el dolor emocional era mucho peor que te pegaran con un palo en la cabeza, y ahora puedo confirmarlo con total seguridad.

Cuando agarro mi celular, antes de prenderlo me veo reflejada en la pantalla negra: pálida, como si hubiera visto un fantasma, con suciedad en la cara, los ojos vidriosos, como si fueran dos cristales a punto de romperse, el pelo alborotado, y lo peor son esos tres grandes tajos.

Fue culpa mía, ya lo sé, tendría que haber desaparecido desde el primer momento. Yo lo supe, lo vi venir y no hice nada, nada para evitarlo. Ahora ya es tarde para perderme del mapa, borrarme.

Vuelvo a observarme. Me da miedo tocarme, me da impresión: esta no soy yo.

No entiendo cómo ocurrió, ni por qué, empezó de repente y poco fui consciente. ¿Hice algo malo como para merecérmelo? A lo mejor...

Esto podría no haber pasado si yo hubiera hecho algo, si no hubiera sido tan tonta, Dios... ¡Qué bronca! Lo podría haber evitado, pero se los concedí y ahora me jodo.

Miro la imagen recién publicada en Facebook y se me acelera el corazón, y mis dos cristales están al borde de colapsar en un danzante río de lágrimas. De miedo, de culpa, de impotencia. Tiene los ojos grandes y verdes, con la forma y la mirada maligna de un felino: pareciera que se está riendo de mí desde el otro lado de la pantalla. Su pelo castaño apenas recogido con una hebilla para que no le llueva el flequillo por la cara, de su cabellera con algún que otro rizo; y, la peor parte, el afilado cuchillo apoyado sobre su mejilla visible. Está seria, pero en mi imaginación se está riendo a carcajadas.

La elimino de mis amigos con espanto y recordando el dolor punzante del mediodía.

Sí fue culpa mía. ¡¿Por qué no hice nada antes, cuando estaba a tiempo, cuando de algún modo lo preveía?! Ahora me duelen más la humillación, y el temor a que se repita, que los propios puntos en mi cara.

Recostada y adolorida sobre la cama del hospital, me pongo en marcha con mi celular.

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PunzanteWhere stories live. Discover now