Capítulo 1.

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"Y entonces cayó del caballo y su sombrero voló. Pero antes de que consiguiera llegar muy lejos, alguien lo atrapó.

-¿Es suyo señorita? - le dijo con una voz grave y profunda. 

-Sí. - Contestó con una voz apagada y suave.

Se acercó lentamente y le tendió el sombrero. Cuando alargó la mano para cogerlo, sus dedos se tocaron por un instante y como una descarga de 200 vatios, apartaron la mano. Ahora se miraban directamente a los ojos.

-¿Qué hace sola por estos..."

Apagué tan rápido como pude la tele de mi habitación. Todas las historias eran iguales... chico conoce chica (o al revés), exhibe sus bonitos modales, se casan y comen perdices, pero por alguna razón del mundo esos personajes ya no existían en la realidad. Tan solo me quedaba poder leer acerca de ellos, o ponerme a ver películas cursis en las que el final es demasiado predecible. Ese tipo de películas me empezaban a asquear, solo por el hecho de que todas salían de libros clásicos y demasiado famosos y terminaban comiéndose alguna parte del libro y entonces todo perdía la gracia. 

-Dime Angus... ¿Por qué tienen que ser todas las películas iguales? - Me dirigí a mi gato. Él solo se dignó a gruñir en mi dirección. Solté una carcajada.

-¿Que tienes hambre grandullón?

Angus era un gato muy peludo y gordo. Muy gordo. Había engordado mucho durante los últimos meses y eso le hacía aún más mono. Tenía la costumbre de gruñir cuando tenía hambre, y en las noches frías de invierno, se metía en mi casa y me servía de calefactor. Mis padres me lo regalaron cuando tenía 12 años y desde entonces habíamos aprendido a convivir. Su nerviosismo en algunos momentos había hecho que alguna vez me llevara una serie de arañazos en brazos y piernas. ¿Las mariposas? Eran su mayor miedo, por eso en primavera se quedaba encerrado en casa, como un ermitaño. 

Me dirigí a la despensa y del armario más bajo saqué una de las latas de comida de gato, la deposité en su comedero, y Angus, como un pirata que ataca otro barco, se abalanzó a su comida. No se me ocurrió decirle nada, ya sabía lo que pasaría si le avasallaba mientras comía. 

Salí corriendo a mi habitación. 

Cuando entré, me lancé a mi cama y soltando un suspiro cogí el libro que estaba encima de la mesita de noche. 15 primaveras y una noche. Mamá me lo había regalado hacía unos días porque pensó que me podría gustar y al empezar a leer me quedé completamente absorbida por sus páginas. Sí, era la misma historia de siempre, pero ¿A quién le importaba? Me sentía como si cada vez que leyera una novela romántica, al final la que conseguiría a su chico sería yo. Evidentemente eso nunca pasaría. No vendría un chico vestido de caballero, me recogería los libros o lo que fuera que se me pudiera caer, y después de una mirada directa a los ojos nos enamoraríamos profundamente. No, eso no iba a pasar. Se habían extinguido. No quedaban chicos así.

En una hora ya había terminado la última página del libro, así que lo puse con los demás ya leídos. 

No me sentía diferente. Tenía la misma sensación de siempre, incluso estaba más decaída. Entonces pensé en ir a dar una vuelta. Sí, quizás eso me alejara un poco de mis pensamientos depresivos de "Oh, nunca voy a encontrar el amor.". 

Bajé corriendo al recibidor y me puse la rebeca que había en el colgador, cogí las llaves de casa y salí por la puerta.

El sol de principios de agosto me calentaba la piel a pesar de que eran últimas horas de la tarde. Una ligera brisa se filtraba por mi pelo y me hacía cosquillas en la cara. Lo echaría de menos.

Quedaban pocos días para volver al instituto y yo aún no lo había asumido del todo. Este había sido uno de los mejores veranos de mi vida y no quería que terminara. Echaría de menos los días en la piscina con Ed, las largas charlas al teléfono hasta las tantas con Kat... Todo en general. Bueno, todo todo... No. Había alguien al que no echaría para nada de menos. 

Principios de Julio, era un día normal en la piscina, como cualquier otro de los que habían pasado ya. Me estaba quitando la ropa cuando de pronto alguien me agarró por las piernas y me cargó a sus hombros. Yo sonreí y empecé a pegarle en la espalda.

-¡Basta Ed! El vestido es nuevo y prefiero no mojarlo. Como se moje me las cargo con mamá. 

Seguí riéndome y pegándole pero no paraba de acercarse más y más al borde de la piscina. Empecé a mosquearme.

-¡Edward! ¡Bájame ahora mismo o te juro que...

-¿Quién ha dicho que sea Edward? - Me contestó. Pude detectar una sonrisa de suficiencia en su tono.

Oh no. Nonononono. Estaba en los brazos de un desconocido y a punto de ser lanzada a la piscina. Me despedí de mi dignidad y me preparé para el sabor que tenía el agua con cloro.

De golpe, todo se paró. Y cuando me di cuenta estábamos los dos en el agua, pero yo aún en sus hombros.

Su risa se esparció por el aire.

-¡¿Qué coño te hace tanta gracia?!

-Nada. - Seguía riéndose por lo bajo.

-Imbécil...

Salí por el borde de la piscina y me fui al lado del césped que compartía con mis amigos.

-¡Encantado soy Michael! - Me gritó mientras yo me alejaba.

Después de eso supongo que ya os imagináis lo que pasó... Empezó a conquistarme y blah blah blah... Como pasa siempre. Lo peor de todo fue el final. 

Uno de los días que habíamos quedado para hacer la rutina de paseo+helado, me quedé esperándole dos horas. No apareció. Ya no le volví a ver. No me contestaba las llamadas ni los mensajes. Perfecto, me acababa de quedar a dos velas. Llegué a mi casa llorando y hasta el viernes siguiente no paré. Al final me di cuenta de que ese capullo no merecía que llorara por él, y lo superé. Y me centré otra vez en mis novelas románticas e historias de final feliz. 

No, a él no le echaría de menos.

Al llegar al centro del pueblo, estaba todo casi desierto. No había nadie por ninguna parte. Perfecto. Nada mejor que andar sola a últimas horas del día. 

Me senté en el siguiente banco que apareció delante de mis ojos, y me quedé clavada allí, pensando. 

Pero había algo en lo que no me había fijado en los diez minutos que llevaba allí sentada. A derechas, justamente encima del banco había algo. Me acerqué. Era un libro. Miré a mi alrededor en busca de la persona que podía habérselo dejado, pero no había nadie, ni una sola alma. Lo cogí entre mis manos y leí el título de la portada: Cómo encontrar a tu príncipe azul. Esto tenía que ser una broma. Sonreí y grité para el vacío.

-¡JA JA JA! Muy graciosa Kat. Ya puedes salir de donde quiera que estés.

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Holi! Bueno, este es el primer capítulo. Es la primera vez que escribo algo para Wattpad y esto me emociona mucho jeje. Espero que os guste! Me encantaría que me dejarais vuestra opinión sugerencias dudas... lo que sea! Todo es bienvenido :)

Pues nada, tan pronto como pueda, colgaré el capítulo 2 :D

Much love.

T. Feather❤

Not Like In Books.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora