Capítulo 15.

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-Nik. –susurré para ver qué tal sonaba.

-Supongo que ese es mi nombre. –me respondió. –Vamos, que te acompañaré a casa.

Me echó el brazo por el hombro y empezamos a andar. Ya había oscurecido y todo el mundo estaba en sus casas disfrutando de una cena familiar o solitaria y de la tele basura que daban a aquellas horas.

-¿Tienes un rato? –le pregunté  mirándole.

-¿Bromeas? Tengo todo el tiempo del mundo. La señora Awesten no me ha puesto toque de queda. –me contestó riendo.

-Genial, quiero que conozcas a alguien. –dije andando más deprisa.

Para cuando llegamos a la puerta de Kat me volví a replantear si esto era una buena idea. Saqué mi teléfono del bolsillo y marqué su número esperando a que lo cogiera. Tras tres pitidos su voz me sacó de mi cabeza.

-Hola Kat. –dije –¿puedes bajar a la puerta de tu casa? –pregunté, como si que tu mejor amiga te de una visita a las siete de la tarde un día de cada día fuese lo más normal del mundo.

-¿Qué haces en la puerta de mi casa? –dijo sorprendida –son las siete Maya.

-Ya lo sé, pero no vendría si no fuese algo muy importante. –le dije con la más pura emoción en mi voz. Oí un suspiro al otro lado de la línea.

-De acuerdo. Espera un minuto, que ya bajo. –finalizó antes de cortar la llamada.

Al poco rato una Kat soñolienta con bata de ir por casa apareció en la puerta. Me acerqué corriendo para darle un abrazo mientras que Nik me observaba desde el camino de entrada. Estaba indeciso y nervioso, no sabía qué hacer.

-Bueno qué, ¿me vas a decir eso tan importante? –dijo queriendo ir al grano. Yo me reí.

-¿Recuerdas el chico de los ojos pistacho? ¿Aquel del que no dejaba de hablar? ¿Ese por el que creíais que había perdido el juicio? ¿El chico que…

-¡Maya joder! ¡Al grano! Que te enrollas más que las persianas. –me interrumpió.

-Este es Nik, aka el chico misterioso. –dije sonriendo y dirigiéndome a un Nik nervioso. Se acercó a nosotras con una sonrisa. –Nik, esta es Kat, mi mejor amiga. –terminé. La vista de Kat fue de los pies a la cabeza de Nik, y se pararon en sus ojos, aquellos ojos que siempre me sorprendían. Kat estaba incrédula y no sabía que decir. Su boca estaba entreabierta y sus ojos entrecerrados. Estaba buscando las palabras correctas, la frase indicada.

-Así que tú eres el chico por el que de poco mandamos a Maya a un psiquiátrico… -empezó a dar vueltas alrededor de Nik con la mano en la barbilla, observándolo. Ante aquello Nik rió. -¿Qué planes tienes con ella? –dijo Kat. Ahora parecía mi madre. O mucho peor, estaba haciendo el papel de mi padre.

-Pues primero comprarle una casa, luego un jardín con flores, después casarnos y tener muchos hijos. –le respondió Nik, alargando la u de muchos. Bromeaba. Yo me reí con él.

-¿Y de dónde eres? –le preguntó Kat sin dejar de dar vueltas. Oh oh, pregunta sin respuesta.

-Pues no…

-¡DEL NORTE! Es del norte. –carraspeé mirando a Nik con una mirada de “sígueme la corriente”. Era la primera vez que mentía a Kat. –De Canadá. Concretamente de Montreal. –afirmé convencida. Tampoco se me daba tan mal esto de mentir. Kat me miró y se volvió a dirigir a él.

-¿Dónde vives? –volvió a preguntar. Joder, estaba siendo más curiosa de la cuenta.

-En casa de la señora Awesten. Es una tía lejana y ha venido a ayudarla. –dije adelantándome a Nik, con una sonrisa. Él me miró dándome las gracias. Luego nos tocaría memorizar todo esto para no meter la pata si alguien más nos preguntaba.

-Bien. Tengo mucho sueño, buenas noches. –para mi sorpresa Kat se dio media vuelta y entró de nuevo en su casa. Nik y yo nos miramos. Me encogí de hombros. Le agarré la mano y volvimos a andar por la acera.

-Le has caído bien. –le dije. Él soltó una carcajada y me dio un apretón de manos.

Llegamos a mi casa y nos paramos en la puerta. Me miró directamente a los ojos y me dio uno de sus besos que sabían tanto a él.

-Buenas noches Maya. –me dijo.

-Buenas noches Nik. –le contesté con una sonrisa. Llamarle por el nombre se me hacía raro. Siempre iba a ser mi chico misterioso.

POV Nik (chico misterioso)

Después de dejarla a ella en su casa me fui a lo que era la mía temporal. Para mi suerte la señora Awesten había dejado la puerta principal abierta y no tendría que colarme por la ventana. Subí las escaleras lentamente y me metí en mi habitación. Encendí la luz y bebí del agua de la mesita de noche. Tanto andar me había dado sed. Me quité la camiseta y me deslicé dentro de la cama. Puse mis brazos detrás de mi cabeza y pensé en Maya. Besarla me había quitado un peso enorme de encima. Le gustaba. Eso me había dicho, y ella me gustaba a mí. Y enconces caí rendido muy rápidamente.

“-No puedes hacerlo. Debes quedarte aquí. ¿No lo entiendes? –una sombra gruesa hablaba.

 -¡La quiero! Voy a caer si hace falta. Caeremos los dos. –esta vez una sombra más delgada habló. Estaba llorando, o al menos eso daba a entender su voz.

-¡No digas tonterías! –soltó en una carcajada. -¿De veras crees que ella caería por ti? ¡No estamos hechos para esto. El amor no es para nosotros. –terminó serio.

-¡Tú no lo entiendes papá! –dijo la sombra delgada con rabia.

-Tú tampoco. –finalizó tajante.

De golpe estaba en otra escena. Había más luz pero solo podía ver sombras, solo sombras.

-Podemos caer. Ya lo sabes. –dijo ahora una sombra más menuda.

-¿Estás segura de eso? –al parecer era una chica.

-Lo estoy. ¿Lo estás tú? –le preguntó a la sombra delgada.

-Lo estoy.

Y se volvió a cambiar la escena. Ahora era oscura, muy oscura, y solo se podían diferenciar las sombras por la tenue luz que salía de algún sitio. Las dos sombras se agarraron de las manos.

-¿Tienes el libro? –preguntó una. La otra se lo enseñó y se volvió a hacer el silencio. En un abrir y cerrar de ojos se precipitaron al vacío.“

Aura. Tenía su nombre en mi cabeza. Me acababa de despertar sudando. Mis ojos estaban muy abiertos y desorbitados.

-¿No querías respuestas? –dijo una voz a mi lado –Aquí las tienes.

Dirigí mi mirada a donde se encontraba aquella voz. Era la señora Awesten. 

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