Capítulo 11.

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La alarma sonó como cinco veces antes de levantarme, hasta que ya cansada la paré. Recordaba vagamente la estancia de mi chico misterioso en casa y como una tonta me puse a sonreír. No me dijo cuando le volvería a ver… ¿Y si se iba a aquel lugar del que había venido? Bueno, si realmente no se acordaba de quién era, no podría irse, así que solté un suspiro de tranquilidad. Salí como un torbellino de la cama  me adentré en el baño para así darme una ducha de agua caliente y bajar a desayunar. Al salir del baño algo me llamó la atención. El libro de las preguntas estaba justo encima de mi cama, y yo no recordaba haberlo puesto allí. Me estaba volviendo loca, sí, sería eso. Lo cogí y lo guardé en uno de los cajones, pensando que habría sido mamá la que lo había dejado ahí. Me vestí en dos minutos y bajé a desayunar sin secarme el pelo. Cogí mi bol de cereales favorito y vertí leche con unos pocos cereales de chocolate, también mis favoritos. Tendría que apuntarlos en la lista de la compra, ya que quizás para el desayuno de mañana no habrían suficientes. Cuando me senté en la barra americana para tomármelos apareció mamá y aproveché para preguntarle si había sido ella la que había dejado el libro encima de mi cama.

-Buenos días. – me dijo acompañándolo de una sonrisa.

-Buenos días mamá, - se la devolví y ella me dio un beso.- Una pregunta ¿has dejado tú un libro encima de mi cama?

-No, cielo. Me acabo de levantar. Quizás lo dejaste tú anoche. – me dijo mientras se preparaba un par de tostadas con mantequilla.

-No, lo guardé en el segundo cajón del escritorio, mamá. – le contesté un poco más mosqueada ya.

-Habrán sido los duendes de la casa. – me dijo riéndose y haciendo voz de ultra tumba. Le sonreí y me terminé los cereales, entonces llamaron a la puerta.

-Me voy mamá. – me acerqué y le di un beso en la mejilla de despedida.

-Adiós, cielo. – me dijo sonriente. Parecía que yo no era la única que estaba de buen humor.

Abrí la puerta principal para encontrarme con Ed solo, sin Kat.

-¿Dónde está Kat? – le pregunté sin apenas decirle hola.

-Primero se dan los días y se pregunta “¿Qué tal has dormido Ed?”, luego ya me preguntas lo que quieras. – me dijo burlándose de mí. – Está enferma, al parecer ha cogido la gripe o algo. Después del instituto me acercaré a verla, a ver qué tal se encuentra. – siguió con semblante preocupado.

-Vaya. Bueno, ya me mandarás un mensaje para decirme como está. – le dije con una sonrisa, a ver si así se tranquilizaba un poco. Una gripe a estas alturas no la iba a matar tampoco. Eran demasiado bonitos él y Kat. A veces te entraban ganas de vomitar de lo cursis que eran, pero en el fondo hacían una pareja estupenda. Eso me recordó a él, mi chico.

-¿Sabes qué? – le dije a Ed.

-¿Qué? – me dijo él con una sonrisa acompañada de curiosidad.

-Ayer estuvo en mi casa. – le contesté risueña.

-¿Quién? ¿Allie? – me siguió confundido.

-¡No! Que va, Allie no. – le respondí.

-¿Entonces quién? – parecía que ya no se acordaba, y mira que se lo había explicado veces, tantas que al final pensaron que tenía un trastorno o algo así.

-El chico del que os hablé, el que me salvó. – dije al fin. No me dijo nada, tan solo me miró, en silencio. Parecía que me estuviera estudiando, o que estuviera pensando qué decirme.

-¿Qué hacía en tu casa? – me preguntó.

-La verdad es que no lo sé. – le contesté sonriente.

-Así que de verdad existe ¿eh? – me dijo.

-¡Claro! Yo nunca me invento nada, ya lo sabes. – le seguí fingiendo indignación, pero riéndome. Me empezó a perseguir por la calle como cuando éramos unos críos, y yo no dejaba de reír. Definitivamente el día había empezado con muy buen pie.

Llegamos al instituto y en el camino de entrada el pesado de Allie me cogió del brazo.

-¿Qué quieres? – fui grosera, muy intencionadamente.

-Nada, tan solo darte los buenos días. – me respondió. Este chico nunca se daría por vencido, lo veía venir. Miré al otro lado de la carretera en un descuido y allí estaba, observándome. Pasó un coche justamente en ese momento y cuando volví a mirar ya no estaba. Loca. Así me iba a quedar.

Las clases pasaron muy lentas, quizás tenía la esperanza de verlo en la cantina, como aquella vez, pero eso no pasó. Hoy tenía que llevarle la compra a la señora Awesten, aunque tampoco entendía por qué no lo mandaba a él. Eso no me daba buenas vibraciones. Si no quería que nadie lo viera era porque algo escondía. Pero tampoco me podía presentar allí en su casa y interrogarla, no estaba en mi derecho. Con un poco de suerte me lo contaría ella.

 Cuando al fin fui libre de las interminables horas en el instituto, me apresuré al supermercado para comprar todo lo que me había pedido. Parecía que fuera a hibernar con toda aquella cantidad de comida. Suerte del carro de la compra de mamá porque si lo hubiera tenido que llevar todo en mis manos quizás habría muerto, y esta vez podría haber tenido la mala suerte de que mi Romeo no estuviera por allí para salvarme. Me reí ante aquel pensamiento. 

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Holiiiiiii!

Pues nada, aquí tenéis otro capítulo jejeje bueno, pues os quería decir que estaré fuera durante tres días y que no podré subir un capítulo hasta que vuelva :(( 

Espero vuestros comentarios y opiniones jejeje! adiosiiiiiiiitooooooo

T. Feather

Not Like In Books.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora