Capítulo 2.

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- Vamos Kat, no tiene gracia. - dije ya cansada de la bromita. Un libro que te decía como encontrar a tu príncipe azul. Já, menuda chorrada. 

Empecé a buscarla por todas partes, pero Kat no estaba allí. Es más, ella no sabía ni que había salido, por lo tanto no podía ser obra suya. Fruncí el ceño en señal de duda. No entendía nada. Alargué el brazo y cogí el libro para hojearlo. Tenía toda la pinta de ser un libro como todos los demás, pero al llegar a la tercera página después de todas las presentaciones algo me hizo levantar sospechas de que no era un libro "normal". Pasé todas las páginas hasta llegar a la última. En cada una de ellas, al principio de la hoja, había una pregunta. En la primera después de la introducción, se hallaba un manual de instrucciones.

"Deberá responder a todas las preguntas con total sinceridad. Utilice mayúsculas y puntos cada vez que responda una pregunta. Una vez contestadas todas, el libro no podrá ser abierto en un período de 14 días. Para más información..." 

Y ahí terminaban las instrucciones. Lo demás se había vuelto ilegible por lo que parecía una mancha de café que lo había emborronado todo. 

Se había hecho de noche, y la temperatura había bajado por lo menos dos grados, así que decidí volver a casa, pero antes discutí en mi interior qué podía hacer con el libro perdido. Después de mi hallazgo nadie había pasado por allí, así que supuse que si el dueño del libro no había vuelto a buscarlo, que quizás ya no lo haría. 

Me levanté del banco y puse rumbo a casa con el libro entre mis manos. Saqué el móvil del bolsillo y miré la hora. 21:19. Genial, mamá iba a matarme. Corrí todo lo que pude hasta que dejé atrás la última manzana de casas del pueblo y aparecieron los campos que llevaban al barrio urbanizado. Nunca me había molestado andar sola por ahí, aún que hubiera mil leyendas de monstruos y hombres del saco que al parecer se dedicaban a salir a asustar a la gente que decidía pasear por allí. Pero estaba más que claro que eso había sido desde siempre una estrategia de la asociación de vecinos, para que así los niños de 8 años no salieran del barrio urbanizado solos y así evitar los sustos de niños desaparecidos. Aún recuerdo cuando a Ed, Kat y a mi nos lo contaron. Estuvimos cuatro días sin salir de la casita del árbol. Después, volvimos a nuestra vida normal, pero no se nos ocurrió nunca salir de nuestra manzana sin la compañía de nuestros padres.

Y por fin, llegué a casa. Saqué las llaves del bolsillo de la rebeca y abrí la puerta principal.

-¡Ya estoy en casa!- grité a todo pulmón.

Nadie contestó.

-¡HE DICHO QUE YA ESTOY EN CASA!- grité más fuerte aún.

Desde el recibidor, podía escuchar a alguien cantar, así que seguí la baja melodía, que me llevó al estudio de mamá.

Genial. Mamá estaba tan ocupada que ni se había dado cuenta de que yo no estaba en casa. 

Piqué a la puerta de sus estudio y sin esperar un "adelante" abrí. Ella estaba de espaldas, tarareando una canción y con los auriculares de su Ipod puestos. Menudo concierto estaba dando. Fue después de unos segundos que me di cuenta de lo que estaba haciendo. Pintaba. Otra vez. 

Hacía años que no la veía delante de un lienzo, al menos unos 5 años. Después de la muerte de papá, no había vuelto a encerrarse en su estudio. Se le veía tan bien allí entre su material de pintura y con sus batas manchadas... Y el olor. Ese olor que tanto me gustaba. Olor a disolvente mezclado con pinturas. Hacía tiempo que me preguntaba cuando mamá volvería a ser la misma, y creo que había encontrado la respuesta.

Le di dos toques en la espalda y quitándose un auricular de la oreja se giró aún moviendo la cintura al rítmo de lo que parecía samba.

-Oh, hola Maya. ¿Dónde has estado? - dijo preocupada. Vale, sí que se había dado cuenta de que no había estado en casa en toda la tarde.

Not Like In Books.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora