Capítulo 5.

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El día había llegado. Nuestros días de gloria de no hacer nada y de estar tirados en las hamacas de la casa del árbol habían acabado. En tres días, el verano se había esfumado del todo. ‘Bienvenido seas Otoño.’ Me dije. Aún que no me hacía ni pizca de gracia volver a la rutinita de instituto, casa, casa, instituto, y así sucesivamente. No. Tampoco tenía ganas de ver como el cielo oscurecía más rápido y como el paso de Otoño a Invierno nos dejaba a todos tristes. Vale, lo sé, un poco dramática quizás, pero la vida de un adolescente no era tan fácil como los adultos la pintaban.

Eran las 6:30 de la mañana cuando abrí los ojos. Quise dormir un poco más, pero sabía que si lo hacía llegaría tarde y eso el primer día te restaba puntos… Me duché con agua fresquita y cuando sentí que estaba lista para salir, me envolví en una toalla y abrí el vestidor de mi habitación cual diva lista para escoger el modelito para el día. Saqué las converse color turquesa que la abuela me había regalado el año pasado para mi cumpleaños y unos shorts claros. Después cogí la camisa negra de papá que tanto me gustaba y me la puse. Siempre me había dado suerte llevarla y hoy no me iría nada mal.

 Kat y Ed pasarían a buscarme a las 7:45 para ir juntos y luego seguro que como cada año, después de intercambiar algunas palabras en la entrada, cada uno se iría a su clase a empezar con las primeras asignaturas del curso. Me fui corriendo a cepillar el pelo y a ponerme rímel, mientras un ‘El desayuno está en la barra!’ de mamá me hizo ir aún más deprisa. Eran las 7:30, ya había pasado una hora y tenía 15 minutos para desayunar. Genial. Puse el turbo y me comí el bol de cereales más deprisa que en toda mi vida. Fue dejar el bol en el fregadero, subir a buscar la mochila y Kat y Ed ya estaban picando en la puerta. Bajé a trompicones por las escaleras soltando en el aire un ‘YA VOY!’ que evidentemente ellos desde fuera no escucharían, pero por si a caso. Abrí la puerta y allí estaban, esperándome inocentemente.

-¡BUEEEEEEEEEEEEEENOS DÍAAAAAAAAAS! – Kat se abalanzó sobre mí dándome un abrazo y gritando más de lo que mis oídos podían soportar a aquellas horas de la mañana.

-Buenos días. – dije yo secamente.

-Ui ui, parece que alguien hoy no está de buen humor. – Ed susurró hacia Kat.

-Es el primer día de clase. Primer. Día. De. Clase.- Contesté arrastrando las palabras.

-Pues si el primer día ya estás así, no sé como acabarás el curso… - soltó Kat. Ed le dio un codazo que intentó disimular con poco éxito.

-Buuuuuuuuuuuueeeeeeeeeeno chicas, ¿Y si vamos tirando? – dijo Ed empezando a andar en dirección al instituto.

Solíamos ir andando todos los días del año, menos en Invierno, que aprovechábamos el autobús escolar, ya que se estaba mucho más calentito ahí dentro que yendo a pié.

Empecé a pisarles los talones resoplando con mal humor. Ya empezábamos mal el día…

Pasamos por delante del campo que llevaba del barrio residencial al pueblo y caminamos por delante de Simon’s grill y todas las demás cafeterías.

No había nada abierto aún, excepto la tienda de antigüedades de Cristal, la mujer más anciana de todo el pueblo, y que aún tenía el suficiente valor de seguir trabajando en la franquicia familiar. Siempre que pasábamos por delante nos miraba con cara rara, y no sabíamos si es que ya la tenía así o es que nuestra presencia le incomodaba. En Verano cuando nos aburríamos, pasábamos algunas tardes en su tienda merodeando entre estantes llenos de polvo y expositores en los cuales las minúsculas arañas habían construido ya hacía tiempo su poblado. Más de una vez nos habíamos llevado algún que otro susto, a causa de que la vieja Cristal era muy silenciosa y cuando menos te lo esperabas aparecía detrás de ti y te susurraba al oído ‘No deberíais jugar aquí.’ con aquella voz de bruja de cuento tan grave y rasposa como un felpudo.

 Aquella mañana no vimos a Cristal asomándose por detrás de la cortina, algo muy extraño en ella.

Bajamos la calle Sur y en 5 minutos llegamos al instituto.

Había demasiada gente y eso me agobiaba. Los grupitos de siempre estaban esparcidos por el césped que rodeaba el caminito de entrada. Unos de pié, otros sentados en círculos, pero todos contándose las aventuritas de verano.

A lo lejos divisé a Allie B. Brown, el chico más popular del instituto. Todos le conocían por haber modelado para Calvin Klein el año anterior, gracias a que su padre había congeniado con el mismo creador de la marca y le había convencido para sacarle en su catalogo de ropa interior. No me malinterpretéis, no me refiero a que no fuera guapo, porque en una escala de 1 al 10, Allie era un 9’99, pero ser un niño de papá era lo que le había llevado a ser conocido por todos. Quizás lo hubiera conseguido por su cuenta, pero si no, su padre habría estado allí para echarle una mano y llevarlo a donde él quisiera. Allie era un 1.87, de ojos miel y para nada petulante. No encajaba en el típico perfil de chico popular. Simplemente era él. No había más. Fingía que lo de ser popular no le gustaba, pero todos sabíamos perfectamente como le cambiaba la cara cada vez que una de las chicas de primer año le preguntaba si era el famoso Allie. Él solo sonreía, asentía, conversaba un poco con ellas y luego desaparecía. A todo el mundo le caía bien y eso era demasiado molesto, ya que todo se basaba en la hipocresía de la gente y el interés. Él y yo habíamos sido compañeros de laboratorio de Química en el segundo semestre del curso pasado y debo decir que era un chico muy trabajador, pero sus bromitas y chistes sobre ciencias dejaban mucho que desear. Eso le restaba un 0,1, así que imposible darle el 10.

Podía jurar que su grupito de chicos somosguaposypopulares había sido ampliado y que el curso anterior no lo componía tanta gente, pero ¿qué más daba? Al fin y al cabo no pensaba juntarme con ellos. Ese no era mi sitio.

El timbre de entrada me sacó de mis pensamientos, y pude ver que me había quedado sola. Ni rastro de Kat y Ed. Genial. Ya no tendríamos ni nuestras charlas matutinas.

Avancé por el camino de entrada hasta las escaleras y entré. Nada había cambiado. Las taquillas seguían en el mismo sitio y Karmín, la secretaria, seguía siendo tan dulce y amable como siempre con los nuevos. Este año me había apuntado al club de bienvenida, que consistía en enseñarle el instituto y sus instalaciones a uno de los nuevos que te adjuntaban, y luego le tenías que ayudar a adaptarse. Aún no sabía quién me iba a tocar, pero estaba demasiado ansiosa. Eso de poder ayudar a un novato a adaptarse, me encantaba.

Me dirigí a mi aula, donde la primera clase del día sería Historia, y cuando estuve en la puerta entré. El segundo timbre que indicaba que las clases iban a empezar sonó, y yo me escurrí en uno de los pupitres que tuve más cerca. Saqué el libro de historia de la mochila junto al estuche y esperé a que apareciera el profesor.

-¿Qué tal el verano, chica Química? – una voz me quitó de mis pensamientos. Y allí estaba, Allie B. Brown, el chico popular, en mi clase. Él solo sonreía mirándome.

-Es Maya. –Le contesté tan seca como pude.

-¿Qué? –dijo él con cara de no entender a lo que me refería.

-Que me llamo Maya. –le dije.

-Ya sé como te llamas, pero lo de chica Química te pega. –sugirió sonriendo aún más. Parecía que el verano se había llevado la simpatía del curso pasado. Ahora se dedicaba a hacerse el gracioso poniéndome sobrenombres. Allie, -0,1, lo que le dejaba en un 9’89. Detestaba la arrogancia.

-Lo que tú digas. –le solté girándole la cara. La suya fue más bien de decepción, pero no le importó mi respuesta, siguió a lo suyo.

Y entonces yo solita deducí que este iba a ser un curso muy largo y que quizás no jugaría a mi favor.

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hooooooooooooooooooli a todos! 

Quería daros las gracias por los comentarios y por todos y awwww que sois un amor. Sobre la ortografía, espero que en este capítulo esté mejor jajajjaajajaj vicky porfi dime que sí!

Pues nada,q eu espero que os guste y que ya nos acercamos a lo que será la parte interesante jejejeje.

Uuuuuuuuuuun besito<3

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