«Síganme, y yo haré que ustedes sean pescadores de hombres». Marcos 1:17
Aquel retiro de damas fue, sin lugar a dudas, un evento digno de recordar. El lugar seleccionado fue la playa de San Rafael, con elevaciones montañosas que inician en la misma costa. Fue allí donde vi a la hermana Reyita. Ella llevaba veinte años asistiendo a la iglesia, a pesar de que no se había bautizado. Me acerqué a ella intrépidamente y le dije: «Reyita, esta tarde, luego del retiro, usted sellará su vida con Dios por medio del bautismo». Había sentido que Dios quería que le hiciera ese llamado y confiaba en que recibiría una respuesta afirmativa. Pero ella replicó escuetamente: «No se preocupe, pastor, lo haré luego».
En ese momento me sentí traicionado por Dios. «¿Por qué me había mandado a fracasar?», pensaba, mientras la programación seguía su curso. Fue entonces cuando, de la elevación montañosa más cercana a nosotros, empezaron a desprenderse rocas como del tamaño de una sandía que rodaban a gran velocidad hasta el lugar donde nos encontrábamos. Empezamos a correr para alejarnos del peligro y desde la distancia observamos cómo, donde antes habíamos estado, caían las rocas.
Si crees que mi testimonio es que Dios nos protegió la vida te has quedado a medias, lo más sorprendente pasó después: La hermana Reyita, temblorosa todavía, se me acercó y con voz firme me dijo: «Pastor, quiero que usted me bautice hoy». «Claro, mi hermana —le contesté—. La bautizaremos esta tarde». «No, pastor —refutó ella—. Usted me bautizará ahora mismo». Yo sonreí y le dije: «Amén». Ese fue un bautismo especial para mí.
Por supuesto, no creo que Reyita haya decidido bautizarse gracias a mi elocuencia, pero sí creo que ese día fui un instrumento en las manos de Dios, un «pescador» de seres humanos. Mirando la vida cristiana desde la perspectiva de las palabras que Jesús dirigió a Pedro creo que la predicación del evangelio es parte esencial de lo que, como cristianos, somos, y no simplemente algo que podemos decidir hacer o no.
¿Te sientes orgulloso de ser cristiano? Recuerda entonces que el cristianismo consiste en algo más que lo que comemos o un lugar que escogemos para reunirnos. Elena G. de White escribió: «Muchos están en el umbral del reino esperando únicamente ser incorporados a él» (El Evangelismo, p. 216). ¿Quién los invitará a entrar? Hoy tú y yo tenemos la oportunidad de decir: «Yo iré, Señor».
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Yosoyellibro
Spiritüel¿Qué tal amigos? Esta es la entrega de nuestro libro de reflexiones juveniles. Compartiremos lecciones de vida que nos ayudarán a crecer. Acompáñanos en esta gran travesía. Empecemos.