NOAH.-
—¿En serio no te agradó ninguna chica? —preguntó por enésima vez Chad desde mi computadora. Estaba demasiado cerca de la cámara así que podía ver hasta la espinilla más diminuta—. Pensé que Seattle era el paraíso de todas las bellezas.
Estaba babeando imaginándose a las chicas de revistas o de páginas innombrables donde se encuentran chicas prácticamente desnudas que pudieran vivir en esta ciudad. Rodeé los ojos mientras me reía y seguía echándome botanas a la boca. Chad vive en Inglaterra, al igual que yo. Es mi origen natal. Pero tengo un acento raramente mezclado y casi a todos les fascina. Y yo, a diferencia de Chad, no soy tan arrastrado por las mujeres. Me gusta más salir de fiesta con mis amigos —que no están conmigo en este momento— o quedarme acostado pensando en la nada. No tengo una mente tan ocupada. Mi adolescencia es normal que llega hasta ser aburrida. Rutinas y cotidianidades.
—Aparte, no tengo suerte con las chicas —objeté y él levantó las cejas incrédulo y con un rostro de ¿me estás hablando en serio?—. Es verdad. Recuerda que la última chica con la que estuve se puso celosa por mi madre y me hizo elegir entre mi mamá o ella. No hay que investigar para saber a quién elegí.
—Hablando de madres. Mi mamá me dijo que yo podía ser de traslado en una preparatoria que está cerca de Seattle, sólo tengo que convencer a mi papá. En una de esas a fin de mes estaré allá —contó con su cara de aburrimiento extremo—. ¿No tienes planes qué hacer hoy? Yo tengo que ir hacer un trabajo a la casa de Kira. Y tú sabes que esa chica no me deja en paz. Está loca.
—Me invitaron a una fiesta, pero no sé si quiero ir —confesé—. Sería un gran paso para conocer a alguien. Esa chica rubia llamada Stacey me invitó porque es una bienvenida a los de intercambio. Seguro está necesitada. Pero por lo que escuché tiene novio, se llama Colton McFly. Así que... no habrá diversión.
—No te entiendo. Primero dices que no te interesas por las chicas y ahora dices que no habrá diversión porque la rubia tiene novio. Inútil e inservible Noah —objeta y puse los ojos en blanco—. Tengo que cortar. Y no te quedes pensando en la nada mientras alimentas tu inexistente barriga. Consíguete amigos, o algo mucho mejor. Y tú sabes a qué me refiero.
Me guiña el ojo y él desaparece de mi pantalla sin dejarme decir algo al respecto.
Quedé pensando en lo último que me dijo. Igual tenía un poco de razón. No quería pasarme la tarde aburrido esperando a que inicie la hora de la fiesta. Tenía que hacer algo para que ésto no sea tiempo perdido.
Me puse mis zapatillas y tomé un gran sorbo de agua antes de salir de mi departamento.
En el corto camino para llegar a un bar el frío me inundó por completo y mi aliento se convertía en pedazos diminutos de hielo. Parece que el invierno se acerca, tiembla el trono. La gente que se cruzaba conmigo tarareaba canciones y parloteaban sin parar. Me sentía observado. Como un caballo en un gallinero. Por suerte, en la esquina de la larga y ancha calle pude oír las risas y el aroma a cerveza, café y un montón de otras cosas se hizo presente en mi nariz. Entré lo más veloz posible y la calidez del lugar y las risas monótonas fueron una combinación perfecta para aumentar mis ganas de conocer gente. Me asomé intuitivamente a la barra.
A diferencia de los bares estadounidenses, en Inglaterra son mucho más silenciosos y vacíos. Aquí se nota la diversión y las risas de la gente, pero también llega un punto en que es insoportable. Y no es primera vez que vengo a Estados Unidos. Vine por primera vez cuando cumplí doce años como un gran regalo, aunque no la pasé muy bien. Los niños se burlaban de mi acento demasiado anticuado y mis facciones eran muy distintas a las suyas.
—¡Aida, atiende a los clientes! Estoy ocupado intentando transferir el dinero a la cuenta del jefe —Una voz masculina y desconocida llamó mi atención y una chica salió detrás de una puerta en el cual colgaba un letrero amarillo con el contorno negro que decía en grande: Sólo personal autorizado.
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La única chica. © [EDV#1] | ✓
Teen Fiction¿Han escuchado esa antigua leyenda sobre el hilo rojo del destino?, pues Erin sí y no porque lo haya encontrado en una página de internet, sino porque su abuela -quien antes era una actriz, modelo y diseñadora de revistas- se la pasa contando esa hi...