ERIN.-
—¡¿Por qué debo despejar la incógnita y no puede tener una pareja numérica?! —regañé, hartándome de todos los números que están en su cuaderno—. ¡Todos tienen derecho al amor!
Se frustra, pasándose la mano por toda la cara y explicándome todo otra vez apuntándome el proceso con su bolígrafo. Lo único que podía escuchar o entender eran un zumbido confundido en palabras, sus labios se movían sin parar y me explicaban esforzándose para que mi cerebro comprendiera todo, pero nada. Estaba en blanco.
—Ya —vocifera, tirando el bolígrafo al otro lado de mi habitación y calma su voz—. Imagínate que una chica está enamorada y está junto con su pareja, no obstante, para saber qué significa su relación se tienen que separar. Así que la pareja cruza el límite y la chica se queda ahí, pero nunca vuelven. Eso es exactamente lo que pasa en la incógnita.
—¿Y por qué la chica está elevada a dos? —pregunté y él me observa sin una chispa de gracia—. Ay, Noah. Sí entiendo, solo que mi cerebro está en otra parte. Si quieres puedes hacerme un montón de ecuaciones y yo mañana te los tengo listo, pero no estoy con mucho ánimo.
—Mírame a los ojos —obedezco y lo observo tan fijamente que puedo asegurar que pude ver hasta su cerebro. Achino los ojos y no sé qué cara habré hecho que él se rió suavemente—. Bien, entonces dejamos de estudiar. Te envío las ecuaciones por WhatsApp.
—¿Sabes mi número? —cuestioné, sorprendida—. GJ te lo dio, ¿cierto?
—Sí —confesó sin importancia alguna—. Pero no te preocupes, no te hablaré salvo a que sea urgente. No gasto mi tiempo en personas como tú.
—¿Perdón? —me hago la ofendida y él me levanta las cejas, mirándome y esperando algo de mí, sin embargo, encontré la respuesta justa y necesaria para su comentario—. Entonces, ¿Por qué me viniste a ayudar en algo que no deberías gastar tiempo?
—Porque se me dio la gana —respondió, sin pelos en la lengua—. Pero, como sea. ¿Nos volveremos a juntar?
—Supongo, me sentaría bien juntarnos otra vez —comenté y él frunció el ceño, malentendiéndolo todo—. No, o sea, ay. Me refiero a estudiar, por si acaso.
—Sí sé —se rió descaradamente—. Solo quería ponerte nerviosa.
—Imbécil —regañé entre dientes—. ¿Y tú no que se suponía que deberías estar entrenando? Mañana es el partido y deben ganar.
—Sí, pero... Estoy en la banca. No confían en mis habilidades, en pocas palabras —dijo y yo presté atención a todo lo que decía—. Así que, como hay pocas probabilidades que hagan un cambio de jugador, me tomé el tiempo y vine hasta acá. Contigo.
—Ah, bueno —objeté y me reí levemente para que el silencio no se apodere de mi habitación—. Te llevaré abajo. No tienes nada más que hacer aquí así que, vamos. Y, por cierto, no escuches las estupideces que dice mi abuela, sólo está emocionada por cosas superfluas.
—Claro. No te preocupes. Igualmente me causa risa.
Nos pusimos de pie y en el camino para salir de mi cuarto la puerta se abre. Maldición. Justo en el mejor momento de calma y en lo más inesperado mi hermano sale de su habitación para entrar a la mía comiendo una bolsa de botanas. Miré por el rabillo del ojo a Noah y él estaba sorprendido. Creo que no sabe que él es mi hermano, no debería por qué importarle así que por una parte agradezco que nuestra relación esté en desconocimiento para él.
Colton, antes de seguir mascando una botana, me queda observando y luego cambia la mirada hacia él y así sucesivamente hasta que se mantiene mirándome a mí. Le dio una última mascada a la crujiente botana y pude asimilar ese sonido con mis huesos rompiéndome en mandato de Colton. Fue una amenaza, indirectamente hablando. O sea, ni siquiera ha permitido que Nick entre a mi habitación como para que yo invite a un chico totalmente desconocido aún para que me enseñe álgebra. Pero es solo eso, enseñar álgebra.
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La única chica. © [EDV#1] | ✓
Teen Fiction¿Han escuchado esa antigua leyenda sobre el hilo rojo del destino?, pues Erin sí y no porque lo haya encontrado en una página de internet, sino porque su abuela -quien antes era una actriz, modelo y diseñadora de revistas- se la pasa contando esa hi...