Sentimientos Desérticos

Sorpresa

Nunca se había mencionado que tuviese una persona a la cual Albert distinguiese y le pudiera pedir el favor de quedarse unas noches en su casa, solamente estaba Él y su caja, con el poco de cosas que llevaba en su interior y que apreciaba mucho.

El andar lo llevo hasta un Mc'Donals, donde entró y allí pudo almorzar, mientras lo hacía, miraba atentamente un cartel con una promoción de McDonald's y no paraba de imaginarse miles y miles de promociones que podría inventarse y que podrían ser mucho mejor que la que estaba observando, entonces Él y su astucia ya sabían qué hacer para generar ingresos ya que no tenían mucho capital para seguir aguantando así mucho tiempo.

Albert siempre decía que a Él no le gustaba trabajar para nadie, que siempre quería ser el jefe y que así no lo empezara siendo, con el tiempo iba a demostrar que era mejor que este y así hacerle saber que Él podía hacer mejor las cosas si le dejaran el mando. Su nueva

Ya terminando de almorzar, cuando ya se disponía a levantarse e ir a cancelar, una mano tocó su espalda a lo que Albert respondió volteando la cabeza y he allí a la chica de la flauta, hermosa ante la vista humana.

-¿Por qué no esperaste?, solamente quería hablar, no estoy molesta porque entraste a mi departamento. —Dijo la chica mirando tiernamente a Albert.

-- Eres linda.—Respondió Albert sin mirarle a los ojos.—Y sabes tocar la flauta, bastante bueno.

--Gracias.--¿Has notado que las promociones de McDonald's podrían ser mejores?—Interrumpió Albert ante la mirada de enojo de aquella que se creía su adversaria.

__ Voy a sentarme – Trató de amenazar la chica, pero aún no lo hacía. – No creo que seas maleducado en realidad.

La chica se sentó al frente de Albert y ordenó 2 malteadas a la camarera que pasaba por ahí en ese momento. Parecía atrevida aunque recapitulando el atrevido era Albert al ingresar en su habitación e irse así. La duda habituada era el porqué de seguirlo después de todo, ¿le interesó?, ¿muy lindo acaso?, el hecho era que ya estaba allí con una postura firme, claro que ella no se imaginaba quién era Albert, en todo caso allí estaba.