¿Quién eres?

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Para cualquier persona podría ser algo extraño, pero él era diferente, lo sabíamos.
De camino a su departamento iba pensando en si se iba a molestar por sacar las cosas que allí estaban, al final decidió que lo decidiría después.

Subió al primer y surgió una duda en su mente. Fue rápidamente al banco a preguntar si en su cuenta había dinero, no lo había, su Tía se había quedado con todo, pero la duda no era esa, Él ya lo suponía, la verdadera duda que en él deambulaba era si le iba a seguir llegando el dinero de sus Padres, no quiso hacer la pregunta, entonces decidió que esperaría a final de mes a ver qué pasaba.

De vuelta a casa, ya en su departamento y sin aún nadie haberle dicho que se marchara, éste empacó en una caja un poco de ropa, las frases que tenía pegadas en la pared más los afiches, un par de libros que no había terminado de leer y la Biblia por supuesto.

Salió del departamento dejando las llaves dentro, los vecinos le miraban, pero no le decían nada-nunca le habían dirigido la palabra-. Cuando disponía a bajar las escaleras recordó que siempre había querido subir a la batea, no por mirar la vista, solamente por subir.

Camino a la batea, totalmente hundido en el pensamiento de lo que iba a hacer cuando abandonara el edificio y depronto una maravillosa melodía le invadió y sus sentidos fueron esclavos de ella. Podía escucharla, podía olfatearla, podía degustarla y alucinaba con ver quién era su intérprete.

Llevado por el momento dio a parar en una puerta y éste se inclinó sobre ella, acto seguido la puerta se abrió ya que estaba entreabierta y allí tal maravilla, a la expectativa de dichoso afortunado.

Una mujer, delgada, piel bronceada, pestañas larguísimas, una trenza larga que daba a resaltar su hermoso cabello oscuro, estaba cruzada de piernas, la melodía era producida por un instrumento, una flauta, dirigida por ella por supuesto, la tocaba con tal sentimiento como si lo estuviera haciendo a la mirada de miles, como si estuviera en un concierto o como si hubiese interrumpido una sinfonía para demostrar su talento.

Aquella mujer no se enteraba de la presencia de Albert allí, Él se sentó, cruzó las piernas al igual que ella y no apartaba su mirada de ella o de la melodía, igual, por eso era que estaba allí. Al parecer, tal mujer vivía allí sola ya que no se notaba la presencia de nadie más y con tal melodía, si alguien estuviese allí por supuesto que estuviese allí admirando aquel sonido magistral.

La melodía se detuvo, Albert despertó de su sueño, la chica todavía tenía los ojos cerrados, y claro, no notaba la presencia de Albert.

-No te detengas por favor- suplicó Albert

La chica abrió los ojos lentamente y pudo notar la presencia de Albert, pestañó varias veces por lo extraño que le parecía la situación.

Entre lo extraño y lo mejor que podría pasar soltó una tierna risa:

-¿Quién eres?- mientras seguía riendo y giraba su cabeza como lo hacen los perros cuando quieren dar ternura y así dejando caer su enorme y larga trenza al suelo.


-¿Por qué te detuviste?- preguntó Albert entre la rabia y la desdicha, se levantó y fue saliendo del departamento.

Al cruzar la puerta, aquella mujer lo alcanzó y le dijo: - ¡Oye!, no te puedes ir así. Entraste a mi casa y ni siquiera sé quién eres.

Albert dio un suspiro y volteándose hacia ella le dijo: - ¿Quieres llamar a la policía?- y girando clandestinamente siguió su camino.

Sentimientos DesérticosWhere stories live. Discover now