Fin del mundo

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Es difícil convivir

en estas cuatro paredes,

y su voz vuelve a insistir:

—Irte de aquí tú no puedes.

Me llega un extraño aroma

de sus zapatos y yo

suspiro mientras los toma.

¡Por fin lejos los llevo!

Yo respiro agradecida.

—Pituitaria, ¿ya estás bien? 

Dice que no, convencida.

—Conservo náuseas también.

Somos cuatro en este cuarto

y ninguna se conoce.

Solo espero que un infarto

no venga a ofrecerme un roce.

Porque ¿saldrían corriendo?

¿Así? ¿Sin saber quién soy?

Estoy mi tiempo perdiendo,

mejor de aquí ya me voy.

Toco en el bloque vecino

y su mirada, al abrir,

me recuerda por qué vino:

para hacerme sonreír.

Aquí, en este fin del mundo,

está cerquita, a mi lado,

quien me da su amor profundo:

mi precioso esposo amado.

Hastío Laboral ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora