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Conocí a una amiga de mi mamá, luego de hablar por largas horas me comentó que tenía una academia. Me ofreció asistir o aunque sea que fuera visitarla. Sus palabras las tuve presentes durante días, pensaba si sería una buena idea. Por un momento pasó por mi mente el recuerdo de un día en específico; la primera vez que usé los zapatos de baile. Cuando me di cuenta ya estaba camino a aquella academia cerca del centro.

No lo sabía hasta el momento en que llegué, no sabía lo mucho que extrañaba esa sensación de libertad y desahogo. Con el baile puedo expresarme y sentirme viva, como nunca antes. Es cierto, no fue fácil volver, constantemente perdía el equilibrio porque aún no lograba concentrarme, pero sabía que ahí estaba mi felicidad.

SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora