Nicole Johnson perdió todo cuando a penas era una niña. Perdió a su madre y el amor de su padre, en sí, le arrebataron su felicidad. Lo único que le queda es su pequeña hermana Elizabeth a la que tendrá que proteger de las garras de su abusivo padre...
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Nuestros labios están entrelazados en el beso más intenso que haya recibido en mi corta vida. Besar a Theo es mejor de lo que pudiera haber imaginado. Es tierno, pero a la vez apasionado y tiene a mi corazón acelerado como loco en mi pecho. Un gemido escapa de mis labios en el momento en que su lengua se abre paso en mi boca para entrelazarse con la mía.
Theo suelta un sonido desde lo más profundo de su pecho lo que provoca que se curven los dedos de mis pies dentro de mis zapatos. Envuelve sus manos alrededor de mi cintura para elevar mi cuerpo unos centímetros del suelo lo cual nos deja aún más cerca que antes si eso es posible. El calor se apodera de todo mi cuerpo entre más nos besamos, pero aunque quisiera que esto durara más tiempo, aparto mis labios para de descansar mi frente contra la suya, nuestras respiraciones aceleradas se mezclan entre sí. Cierro mis ojos mientras tomo una bocanada de aire pues si lo miro por más tiempo querré seguir con el beso.
—No tiene idea de cuánto he querido hacer esto —. Menciona de repente con la voz ronca, sin despegar sus manos de mi cintura.
—No sabe cuánto me alegra que lo haya hecho —. Contesto de manera automática todavía sin abrir mis ojos.
En el momento en que esas palabras salen de mi boca, me doy cuenta lo ciertas que son. Puede que esto esté mal de muchas maneras, solo que no encuentro en mí preocuparme en este instante. Theo suelta una suave risa, luego me deja en el suelo de nuevo. Antes de que pueda sentirme decepcionada por la repentina distancia entre nosotros; entrelaza su mano con la mía para regresar a la biblioteca.
—Vamos a sentarnos, señorita Nicole, necesitamos tener una charla.
Mi pecho se aprieta un poco ante sus palabras, aunque decido seguirlo por las escaleras sin dejar de sentir un poco de aturdimiento recorrer cada parte de mi cuerpo por haber besado a mi profesor. Una vez arriba, me lleva entre las diferentes mesas y la bibliotecaria nos lanza una mirada de reproche. El señor Jones toma asiento en el mismo lugar de antes aunque yo decido quedarme de pie, un poco indecisa sin saber dónde sentarme o cómo comportarme con él ahora que por fin nos hemos besado. Como si hubiese sentido mi vacilación, levanta las cejas en pregunta.
—¿Por qué se queda ahí parada? Venga aquí —. Pide en voz baja para no molestar de nuevo a la bibliotecaria.
Con la intención de sentarme frente a él, me dirijo al otro lado de la mesa, sin embargo; en el último segundo, su mano se envuelve alrededor de mi muñeca para jalarme con suavidad a la silla que se encuentra a su lado. No detengo el pequeño grito ahogado de sorpresa que se escapa de mi garganta ante el contacto. No creo me vaya a acostumbrar a su toque de forma tan repentina.
—Tranquila, no voy a morderla.
Acerca su mano despacio como si me pidiese permiso para tocarme así que decido darle un ligero asentimiento. Con una sonrisa en sus labios, mete un mechón de cabello rebelde detrás de mí oreja, su mano roza en el proceso mi mejilla. Puedo sentir un poco de calor comenzar a descender desde mi rostro hasta mi pecho a causa de su toque. Sus ojos siguen el recorrido con atención antes de devolverlos a los míos.