Capítulo Cuatro
Jenice
Cuando somos adolescentes nos consideramos adultos y terminamos haciendo cosas de niños. Somos liberales y agredimos a quienes nos aman en verdad y en cambio dejamos que nos agredan quienes no nos valoran. Que nos utilicen. Bajamos las barreras con las personas menos indicadas.
Cuando somos adultos, teóricamente pensamos, imaginariamente somos autosuficientes, escogemos quien nos hiera, escogemos con quien tener sexo y con quien no, aprendemos que no todos los que dicen ser amigos lo son realmente, comprendemos que la vida y las personas tienen en ocasiones dos caras. Son una moneda que gira. Hoy estamos bien y mañana no sabemos. Hoy vivimos y mañana pueden llamar a nuestros padres para decir que tuvimos un accidente de tránsito.
Es cuando rememoramos los malos comportamientos y las rabietas, las malas decisiones y los trompicones. Consideramos las opciones a tomar. No las tomamos y punto. Cuando tenemos hijos es aún más difícil. Ya las decisiones son por el porvenir de pequeños. Hace años tomé la decisión de irme de mi pueblo natal, donde pasé años importantes de mi vida, sin saber qué haría. Cargué mi hija y mis maletas y me mudé a un lugar que no conocía de nada. Lo hice por ella, por esa carita diminuta, Por ella que era todo para mí, una copia mía pero más pequeña. Lo hice para olvidar que mi familia no le interesaba mi hija o yo, lo hice para alejarme de recuerdos dolorosos. Las personas pensaran que después de momentos difíciles como muertes, accidentes fatales, violaciones, secuestros o demás daños, no podemos seguir adelante, pues permíteme pensar que se equivocan. Puedes hacerlo, solo hace falta fuerza de voluntad. Valor para seguir viviendo aunque sepas que nada será lo mismo.
Todos esos pensamientos los llevo a diario conmigo y se enfatizaron más cuando salí hoy de casa.
Mi estado nervioso está cada vez más inestable. Exploto mis emociones sin razón y mis ojos arden cuando me enojo. No sé qué me pasa, pero tengo la certeza de que algo sucede conmigo. En cada lugar donde voy me siento acosada por alguien que desconozco. El problema es que ese alguien sí parece conocerme a mí. Ya me ha pasado con la mujer versión valquiria personificada y con el tipo escalofriante. Es como si juramos un juego en el que solo yo no sé las reglas.
Camino al restaurante, un carro se estaciona frente al edificio donde vivo justo cuando voy cerrando la puerta de la entrada principal.
Vidrios tintados, BWM de color blanco. Demasiado vistoso para esta calmada ciudad, fue lo único en lo que pensé.
El sol ya salió por completo, trayendo sus rayos hasta el más recóndito pétalo de las flores. La calle se encuentra vacía. No había transeúntes acelerados. Es lo bastante temprano como para tomarme otro café más al llegar al restaurante. La mayoría estará soñando. Soñando con una vida perfecta y sin desalientos.
Patricia se quedó hoy con Luna. Era su día libre. Es una de las cosas que agradezco de esa psicópata sentimental que tengo como amiga. Al menos sé que un día a la semana Pat la llevara al centro. Sé que no es la mujer perfecta, pero es lo mejor que tengo cerca y agradezco a la vida por habérmela presentado.
Me entretengo mirando las casas mientras camino. Son arquitectónicamente antiguas, aunque por dentro estén remodeladas y un poco modernizadas, la fachada principal es obsoleta. Casi en su mayoría son de un color verde índigo, verde oliva, verde grisáceo. No sé qué obsesión llevan por este horrible color.
Divago un poco mientras camino al restaurante a paso lento, me queda a unas ocho esquinas del apartamento. Lo suficiente para escuchar un álbum de siete canciones de Sam Smith.
Noto que el BMW continúa a paso lento detrás de mí.
Giro a ver de quién se trata.
El carro se detiene justo a mi lado derecho.
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TRILOGIA MAGIA y LUZ I: Desnuda
Fantasy¿Que pensarias si te dijeran que eres hija de un ángel y un demonio? Es la pregunta que se hizo Jenice, cuando su mejor amigo le abordó en un vehículo. Llevando una vida de madre soltera, trabajando noche y dia para darle lo mejor a su hija Luna de...