Jenice
— No te preocupes amor. Todo pasará rápido.
Me seguía repitiendo eso a mí misma. Comencé diciéndoselo a mí pequeña Luna pero al parecer era necesario que yo lo escuchara.
Todo saldrá bien.
Voy atravesando el pasillo a paso veloz y sin detenerme a de absolutamente nada. Salgo a la calle y veo que hay un apagón general.
Todo oscuro.
Me acomodo a Luna para poder caminar más de prisa. No quiero bajarla al suelo. Necesito mantenerla conmigo.
Me duele el pecho más de lo que creí posible pudiera doler.
Kade.
No puedo soportar el dolor. Estoy comenzando a hiperventilar.
La pena está comenzando arroparme, siento la respiración caliente. Llevo un grito ahogado en el pecho. Un grito deseoso por salir.
Las luces de la calle estaban apagadas. La humareda envolvía la calle de Prudencia, haciendo que pareciera un maldito cuento terrorífico de Stephen King. Mi hija está temblando, y no tengo la menor idea de a dónde voy.
Lo mejor que puedo hacer es creerme toda la mierda que me contaron Thomas y Kade. Estamos en guerra. Hay Ángeles y demonios. Soy hija de Gabriel. Tengo habilidades que puedo usar para proteger a mi hija. Todo esto es irrisorio. Camino a oscuras por lo que se supone es la acera de Prudencia. El nombre me resulta curioso ahora en esta situación.
—¡Dios ayúdame por favo — murmuro la plegaria.
No veo nada. Absolutamente nada. Siento como mi cuello se eriza, justo en ese momento supe que estaba en problemas.
— ¿Llevas prisa? donde dejaste a tu perro guardián — Conocía tan bien esa voz. Era el. El tipo de pelo azabache y ojos espeluznantes. El del otro día. Ese que mencionó Lilit y a Gabriel. Él sabía quién era yo.
— Aléjate de mí antes que te convierta en polvo para hornear. — no tengo idea de donde saqué fuerzas y bravío para responder. Mi hija me aprieta más fuerte y esconde su cabecita mi cuello.
Me giré para encararlo.
No estaba detrás de mí.
Comencé a mirar a todas partes, de forma nerviosa, esperando el golpe de cualquier parte. No llego nada. Nada se escuchaba. Era como si la ciudad tuviera un velo anti——Anómalo. Fue entonces cuando alguien me dijo:
— Corre Jenice — no esperé que lo dijeran dos veces. Alguien me estaba ayudando. Era una mujer. Y su voz la escuché en mi mente. Literalmente en mi cabeza.
Corrí sin un punto determinado. Hacia adelante. Sintiendo mi hija más pesada de lo que era. El miedo a morir me embarga. Esa voz no me resultaba familiar, pero dado los acontecimientos solo pude pensar en la valkiria del otro día, cuando el demonio dijo que mi perro guardián no estaría siempre. Ella era mi protectora, o no? Corrí mas de prisa.
—Mamá. ¿A dónde vamos? Tengo miedo. Ese hombre me asusta. ¿Él nos matará?
— No amor. Nada va a pasarte. No le dejare ni a él ni a nadie lastimarte. — Luna estaba más asustada que nunca. Su voz era lastimosamente débil.
Veo una luz a lo lejos. Corro con más ganas. Siento que casi estamos a salvo.
La luz cegadora ocupó por completo mi vista, seguido de esto vi como grandes sombras se posaban en la calle. Ya no se visualizaba oscuridad pero ella estaba ahí. En cada uno de esos extraños seres. La luz que pensé seria nuestra salvación, resulto no ser más que un conjunto de rocas blancas fluorescentes. Colocadas en forma de triángulo en medio de la avenida. Estas parecían querer hacer un portal al cielo.
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TRILOGIA MAGIA y LUZ I: Desnuda
Fantasía¿Que pensarias si te dijeran que eres hija de un ángel y un demonio? Es la pregunta que se hizo Jenice, cuando su mejor amigo le abordó en un vehículo. Llevando una vida de madre soltera, trabajando noche y dia para darle lo mejor a su hija Luna de...