Capitulo Seis

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KADE

Primer encuentro

— ¿La ves? Es ella. —Kade no podía dejar de mirarla. Su primera misión como joven adulto. Él era un cazador. Protector de su clan. Su familia. Tenía que dar lo mejor de sí.

— Si. La veo, pero no te le acerques sin más. Inventa algo, aún es muy joven para creer. —le dijo Thomas.

— Mejor di que nosotros somos muy viejos para perder el tiempo. —le contesto.

— Solo te digo que lo tomes con calma. Es una adolescente. Tiene crianza Humana en su totalidad y por lo que he visto a consumido bastante alcohol. Aparte de todo es mi amiga. Te conozco y sé cómo tratas a los demás, con ella debes comportarte y ser el caballero qué tu padre cree que tiene.

— Lo que digas. — él se adelantó como una gacela entre todos, no era necesario empujar ni pedir permiso, su sola presencia abría espacios.

Él no era como los demás.

Cada mes bajaba al mundo humano. Se esforzaba en darles caza a los demonios transformistas y a los hombres lobo. Todos eran abominaciones de Lilit. Su escrupulosidad y solidez en los combates lo hacía el guerrero más capacitado para la batalla Final. El más preparado de los de su edad. A sus 24 años ya había asesinado a 14 demonios. Los de su especie no funcionaban como los humanos comunes. Al cruzar el portal el tiempo transcurría más rápido aunque su cuerpo envejeciera más lento que en el mundo terrenal. Cuando estaban en la tierra su cuerpo se paralizaba. Su edad no transcurría. En cambio, cuando atravesaban el portal, vivían una vida más larga. Un año humano es como si fuera veinte años de ellos. Podían casarse, tener hijos, Ser abuelos y regresar como si sólo hubiesen pasado tres años

Ellos eran Humanos, pero para nada comunes. Su raza descendía de los ángeles. Ellos se hacían llamar Hijos del cielo, Pues sus padres, los de todos ellos eran ángeles. Serafines, arcángeles, Tronos, Querubines, Ángeles enviados a proteger a los humanos de los Nephilim. De los demonios. De lilit. Los nephilim eran seres demoníacos. Engendros del mal. Hijos de Ángeles caídos y humanas. Los inocentes humanos estaban confundidos en cuanto esto. Quienes le propinan supuesta seguridad no eran más que farsantes. Demonios de orejas puntiagudas y garras como lobos. Bajo un encantamiento salían a aprovecharse de los débiles. Ningún humano podía imaginarse que esos a los que llaman salvadores no son más que su propia perdición.

Ahora él tenía una misión sumamente importante. Debía dejar de divagar y enfocarse en ese pantalón rojo. Para lo que lo habían preparado estaba aquí, bailando y moviendo las caderas al compás de la canción sexi movimiento de los reguetones Wisin y Yandel. Había pasado suficiente tiempo para saber diferenciar de un género y otro. Conocía todo los pormenores de los gustos humanos. Ella Tenía el pelo castaño, que caía como cascada enmarañada sobre su espalda. Llevaba un top negro que dejaba ver más de su piel de lo que debería, unos pantalones de color rojo ajustados y unas botas que se cernían sobre sus piernas hasta las rodillas. Su piel era canela como un chocolate con una pizca de leche. Decorado con un enorme malvavisco, dispuesto a ser tomado en cualquier momento y lugar.

Era sencillamente hermosa...

Y no tenía por qué seguir pensando en ella de esa forma.

Era una misión y más vale que se fuera acostumbrando a eso. Tardaría varios años en prepararla y condicionarla. No involucrarse con el protegido era el lema de su estirpe y más aun de su tribu. Dar la vida por él era su propósito. Se merecía un sacrificio pero esperaba que cuando sucediera ella pudiera rescatarlo. Los hijos del cielo tenían que encontrar un protegido, alguien de quién hacerte cargo. Si la misión acababa bien, lo ascendían a comandante de tropa, cosa que ansiaba como respirar. Si fallaba, debía ser avergonzado delante de todos sus compañeros. Sorteaban los castigos en un ánfora de madera color negro. Su padre, era quien sacaba el diminuto pergamino. Por eso él no quería, él no podía permitirse fallar. No podía ver el rostro de su padre. Descompuesto y afligido. Según la tradición quien fallaba con su protegido no merecía luchar por su gente, y el sin estar en el campo de batalla no sería nadie. Por eso lo haría bien. Según la tradición, el protegido debía encontrar la manera de devolver a la vida al Hijo del cielo, sino lo lograba a tiempo y el guerrero era salvado por un compañero, este debía ser castigado. Pues, se entendía que no había sido un buen maestro. Los protegidos, eran parte importante de su tribu. Eran los más poderosos e imprescindibles para ganar la batalla contra los hombres lobo, Nosferatus y demonios. Existían otros seres demoníacos, pero estos no les ocasionaban inconvenientes de momento. Muchos de sus compañeros habían sucumbido en la tentación, de llevar a un plano más que profesional su relación con los protegidos. Los cuales, después de un tiempo, deciden marcharse y no llegaban a completar la misión. Lo grave de esto sucedía, cuando se enamoraban del protegido. El amor los segaba. Los dominaba. Eso por supuesto jamás pasaría con él.

TRILOGIA MAGIA y LUZ I: DesnudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora