Semanas habían pasado desde que los Hamilton y Angelica Schuyler Church partieron para disfrutar del verano en familia, y en la necesitad del patriarca de un descanso. Sin embargo, estos no olvidaban, y con gran pesar, el hecho de que dejaron a la querida madre, esposa y hermana en su casa, en Nueva York.
Alexander miraba a Philip, quien intentaba aparentar diversión, mientras su tía y hermana menor bordaban en las afueras.
-¿Estas bien?-le preguntó, aproximándose. El asentimiento forzado le dio una pista al inmigrante de que mentía.
-Se que extrañas a tu madre. Yo también. Pero no podemos amargarnos, porque eso no le gustaría a ella-pone sus mano en los hombros pequeños, intentando captar la mirada infantil.
-Cierto...-dice-además, mamá se veía bonita enferma; Tú te veías feo-cuando termina de decir eso, sale corriendo a donde las otras damas se entretenían.
-...-Alexander se quedó quieto en su lugar, mientras escuchaba la risa de su primogénito. Se levanta, y con un falso rostro enfadado, corre detrás de él-Philip, ¡no puedes herir de esa forma a tu padre!
OoOoOoOoOoOoO
Eliza.
Eliza encantadora, dulce y maternal, era imposible que alguien te odiara.
Eres la calma del mar, la belleza serena.
Hermosa, confiable, pura.
...¿Tu voluntad es fuerte?
Betsy, Betsy, la prueba de tu fidelidad y de toda tu apariencia cruza la puerta de tu casa.
Ella no entendía porque despertaba todo los días, con esa voz en su cabeza recitando esas mismas palabras, como una canción infantil con un trasfondo cruel.
Era extraño, y quería comprenderlo.
Entonces se escuchan unos pasos acercándose, y las preguntas se desvanecen.
Han sido semanas de visitas, de conversaciones y una muy buena amistad ha surgido. Aprecia a Maria con todo su corazón...
-Ama Eliza, la señora Reynolds ha llegado-anuncia, mientras la mencionada aparece detrás de la sirvienta.
Con un asentimiento, agradece a la sirvienta, mientras la dama morena entra, y se sienta, cerca de ella.
Empiezan a hablar, pero es la misma Eliza quien la detiene en medio de la conversación.
-Maria, te he hablado de mi todo este tiempo. De mi familia, vivencias...quiero que me cuentes más de ti-le pide con una sonrisa.
Sin embargo, ella mira hacia otro lado, con una mirada triste-No hay mucho de lo que hablar...solamente tristeza...prácticamente he sido una muñeca que ha sido pasada de mano en mano. Primero mi familia, que me entrega a James. él...soy quien le causa diversión cuando se aburre.
El dolor en su rostro, provocó que el pecho de la pelinegra se oprimiera.
-Sin embargo...-dice después de un silencio-este tiempo contigo, ha sido como el arcoíris luego de la tormenta. Y lo aprecio más que nada-toma sus manos, y con un brillo en sus ojos musita-Gracias, Eliza.
Y ocurrió.
Todo se volvió tan claro; las palabras en su cabeza, las sensaciones, su corazón. Ella estaba...
-"Indefensa~"-cuando Maria tenía sus manos conectadas estaba-"Indefensa"-al sonreirle, al mirarla, se encontraba...-"Indefensa".
Estaba perdida por Maria Reynolds, su imagen, su ser, la idea de lo que era ella. Una persona bella en todas las formas, pero tan frágil y herida. Eliza quería tomarse todo el tiempo del mundo para poder curarla, con el cariño que se merecía. Quería llevarsela lejos...no obstante, se topó con el retrato familiar.
Y tres verdades fundamentales la golpearon a la misma vez.
-Será mejor que me retire, ya esta oscureciendo-dice en señal de despedida.
Sin embargo, Eliza la sujeto improvisadamente. Ambas volvieron a mirarse.
-Quisiera acompañarte esta vez-sonríe.
-Oh, claro.
Van solas, Eliza avisa que quizá se tarde en regresar.
N°1: Era una mujer comprometida, con un apellido conocido y un deber de educar a sus hijos. Era la matriarca de los Hamilton, una figura admirada, y no podía fallar a su familia.
Caminaron hasta el bloque a tres calles de la suya, y la del vestido carmín señalo "Este es el mío".
Le permitió entrar.
N°2: La razón de porque estaba con ella era por apoyo, debía de ayudarla para salir de ese matrimonio dañino y protegerla de lo que la mala gente le diga. No empeorarlo.
-Yo...creo que debería irme a casa.
-Sí...deberías-se forja un incómodo silencio.
N°3: Conocía a Alexander como su mente o más, sabía que no encontraría a alguien más confiable y más leal. Si le decía la verdad, él le diría "ten cuidado, estaré aquí para ti"...pero lo dañaría.
Eliza se encaminó hacia la puerta, repitiendo en su cabeza que las razones para mantener cierta distancia con la morocha de ojos oscuros. Pero, es Maria quién la detiene en esta ocasión.
Se encuentra roja, y se notaba muy nerviosa.
ES cuando la lleva, sin usar tanta fuerza por la sorpresa de la mujer pelinegra, a lo que Eliza reconocería como la habitación de lo que debía ser el matrimonio Reynolds.
-Betsy-al oír de la boca ajena, el apodo que a tan pocos les había permitido usar, en especial siendo Maria, una corriente eléctrica paso por todo su ser. Sus mejillas se acaloraron, al mismo tiempo que ella la hacia sentarse en la cama-Quédate~-pidió con una voz queda mirándolo con esos ojos delineados (en su cabeza recuerda la vez que le dice a Maria que debía descubrir su rostro, embelleciéndola más).
-H-Hey.
-Hey~
Debía de implorar, ahora mismo a Dios para no cometer una idiotez. Las 3 verdades fundamentales, debe de tener fuerza de voluntad, por su familia. Su Alexander, su Alexander, su esposo amado y respetado...
Sin embargo cuando ella une sus bocas y siente la necesidad de mandar todo al diablo...Se da cuenta de que no podía decirle que No.
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"I'm helpless...and I can't say no to this"
RomanceSemi-AU. En la casa de los Hamilton, Eliza Schuyler, esta sola mientras se recupera de una enfermedad. Por insistencia de ella, su esposo, hermana e hijos se van a descansar. No había nada divertido ni fuera de lo común mientras extrañaba a su fam...