Nymphaea alba

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RefiSin es la Ultimate OTP , y nadie puede convencerme de lo contrario. 

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Cada jueves a las seis de la tarde, Reficul salía de sus clases; la universidad aún activa para esas horas, pero el sol comenzaba a ocultarse. Sus auriculares cubrían sus orejas del sonido ambiental de la enorme ciudad, sus ojos mirando siempre al frente y desvían la mirada de vez en cuando. Sus botas pesadas golpeando el concreto con cada paso y su pequeña figura siendo evitada por los transeúntes tan pronto era divisada.

Cada jueves a las seis con cuarenta y dos, ingresaba a la tienda de autoservicio que era la más cercana a su edificio departamental que llamaba hogar. Compraba algunas cosas que cenaría y desayunaría, siempre tomaba el almuerzo y comida en la cafetería de la universidad. Ingresó a la tienda, siendo una clienta regular el cajero no la giraba a ver más.

Las puertas de cristal eléctricas se abrieron y sonó una campana electrónica, anunciando su entrada. En el silencioso lugar la estridente música de sus auriculares se escuchaba claramente por los pequeños pasillos. Tomó una cesta de plástico del montón y fue al pasillo de sopas instantáneas.

Metió a la cesta dos sopas instantáneas, una botella de un litro de agua y una de jugo de naranja, tres paquetes pequeños de distintos panes y cuando el reloj daba las seis con cincuenta, encontró algo que nunca estaba en el pasillo de dulces. Un niño, de no más de cinco años se levantaba en la punta de sus pies, intentando alcanzar el estand más alto donde estaban los paquetes de pokis. El niño las tenía muy difíciles, ya que ni estirando su brazo y en la punta de los pies alcanzaba, ni rosar la caja más cercana.

Reficul se retiró los auriculares, haciendo que la estruendosa música alertara al menor de su presencia. Aunque pronto el niño le perdió interés y volvió a intentar conseguir su producto, la albina se acercó y tomó dos cajas, una dejándola caer en su canasta y la otra entregándosela al menor. El niño la tomó entre sus manos y agradeció con un gesto de la cabeza, rodeó a la mayor y fue a la caja registradora.

Reficul le siguió de cerca, así que no tardó en encontrarse detrás del pequeño en la caja. El empleado estaba sentado en la pequeña silla de plástico, tecleaba ferozmente en su teléfono celular y una sonrisa estaba en sus labios, ajeno a que había gente que deseaba pagar sus compras. Reficul levantó su cesta y la dejó caer sin gracia sobre el mostrador, el cajero saltó en su lugar.

—¡Oh! —. Dijo, escondiendo el teléfono en sus bolsillos. —Lo lamento, yo eh... Sí...—.

Cuando el joven (Emalf, decía el pequeño gafete en su mandil) quiso tomar la canasta de Reficul, ésta sostuvo el mango con fuerza, el cajero le miró a través de las gafas oscuras y tragó duro. La albina realizó un gesto con la cabeza, haciendo que mirara hacía el otro lado; un pequeño niño esperaba a que le atendieran con diligencia. El cajero soltó la canasta y se giró al menor.

La transacción fue rápida y eficiente; checar el producto por el escáner y el conocido pitido, dijo el precio del producto y le fue pagado al contado. El niño se alejó de la caja, permitiendo que Reficul pudiera pagar sus compras. Al finalizar el niño se mantenía de pie y cuando Reficul se acercó a la puerta electrónica, el menor se pegó a ella, ambos saliendo de la tienda cuando las puertas se abrieron gracias a la altura de la albina.

—Gracias—. Dijo el pequeño antes de irse por donde Reficul había llegado sin esperar respuesta.

La albina le miró irse, el sol haciendo que la sombra del menor se extendiera por el suelo. Cuando el niño se alejó unas tres casas, Reficul se giró y siguió el camino a su hogar. Su pequeño cuarto contaba con una cocina diminuta, un cuarto de baño que no poseía una bañera y sólo contaba con regadera y sanitario, y el resto cumplía la función de habitación, comedor y sala. Estaba todo tan arreglado como podía estar la habitación de una estudiante de música. Se quitó los suéteres y los arrojó al armario que estaba anexado a la pared.

Acomodó sus compras en sus respectivos lugares, sirvió jugo en un vaso y tomó uno de los panes. Mientras cenaba y revisaba sus cuentas sociales en el teléfono, se preguntó que hacía un niño tan pequeño por su cuenta a esas horas y si se encontraba bien. 

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Me espera una semana muy problemática en clases, pero aquí estoy ): 

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