Escudete de Europa

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—¿Por qué dejas que Mors salga a hacer compras? —.

Preguntó Reficul, ambas en la cocina, mientras que el niño de cinco años estaba en la sala, sentado en el suelo haciendo los deberes de la escuela mientras escuchaba su programa favorito que se transmitía a las siete y cuarto de la noche. Sin suspiró y dejó los vasos que acababa de lavar sobre una toalla cerca del fregadero.

—Piensa que necesito su ayuda—. Respondió, tomando las ruedas y haciendo girar la silla para quedar frente a Reficul. —Mors sabe que no soy como el resto—.

Reficul observó cómo los ojos de Sin se cubrían por una sombra de dolor. Se acercó al comedor de madera, tomó una manzana que estaba en el frutero y un cuchillo que descansaba en un plato cercano. Comenzó a cortar la piel de la fruta con movimientos rápidos y elegantes.

—Sé que lo hace con la mejor intención, pero no puedo evitar sentir que me ve como si fuera... incapaz—. Sus cejas se juntaron con angustia. —Como si fuera incapaz de hacer algo tan simple como las compras—.

Reficul se giró, dándole la espalda a la puerta de la cocina, acercándose a Sin, observando como la mujer cortaba la manzana en pedazos pequeños. Hacía semanas se había hecho costumbre cenar con la pequeña familia, incluso permaneciendo días hasta el anochecer.

—Disculpa mi indiscreción, pero, ¿qué te sucedió? —.

Sin rio y levantó los hombros. —No te preocupes. Es de nacimiento, jamás he sentido las piernas, crecí valiéndome por mi misma—.

Dejó el cuchillo a un lado tomó el plato y lo dejó en su regazo. Salió de la cocina seguida de cerca por Reficul, al llegar a la sala Mors se levantó y llevó su cuaderno a Sin. La madre dejó el plato en la mesa de centro y revisó los deberes de su hijo, al comprobar que se encontraban correctos lo felicitó e incitó a comer la fruta.

—Mors—. Llamó Reficul, captando la atención de toda la familia. —Tu madre es fuerte, ¿lo sabes? —.

Mientras que Sin le exigió respuestas con la mirada, Mors pareció ofendido ante la pregunta. Aún con el trozo de manzana en la mano y la otra en la rodilla de su madre, retó a Reficul con la mirada, sin amedrentarse.

—Es la mujer más fuerte que conozco—. Estrechó los ojos. —Más fuerte que tú—.

Ante la respuesta Sin miró sorprendida a su hijo, quien nunca había mostrado tal falta de respeto a un mayor. Contrario a ella, Reficul asintió con la cabeza, satisfecha con la respuesta. Se inclinó, tomando un trozo de manzana del plato y llevándolo a su boca, saboreó de la fruta antes de hablar.

—Entonces deja de ir solo a la tienda, un enclenque como tú no puede hacerlas. Deja que tu mamá, quien es más fuerte que yo, te acompañe—.

Reficul gritó internamente cuando Mors infló sus mejillas sonrojadas por la molestia, haciendo que sus pequeños labios se abultaran, sus cejas se fruncieron con ternura y sus ojos se mostraran vidriosos. Y casi muere de la ternura cuando Sin acarició las mejillas de su hijo para calmarlo. Era demasiado para su corazón.     

NymphaeaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora