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Cold Coffee: ¿Qué?

Pasan segundos. Luego minutos. Y no contesta. Me impaciento, no sé por qué. Estoy confundida y aún no puedo asimilar qué es lo que me dijo exactamente.

¿Qué yo le gustaba? Eso es prácticamente imposible, porque, vamos, ni siquiera conoce mi rostro.

Pero tú te enamoraste de Lucy antes de conocer su rostro…

¡Cállate! No estoy hablando de mí.

Pienso en varias cosas que podría decirle, algo como mi madre cuando me dio un sermón  bastante largo sobre los gustos entre las personas, sobre que las mujeres fueron hechas para los hombres, que esto no era normal, que estaba confundida, que no me conocía, que era una etapa…

¡Pero una mierda! Yo nunca creí en nada de lo que me dijo. Yo sabía lo que quería, pero no estoy segura sí Camila lo sabe.

Cold Coffee: Oye… Puede que estés confundida y te estás precipitando, no te preocupes, suele pasarnos a veces. Hagamos como si nada pasó, ¿de acuerdo?

Camila Cabello: No estoy confundida… sé que me gustas.

Wow, y sin faltas ortográficas.

Cold Coffee: ¿Por qué tan segura de eso? ¿Sabes que enamorarte de alguien por medio de internet es bastante ingenuo?

Lo digo como si me lo dijera a mí misma. Si te enamoras de esa manera te van a lastimar de la peor manera, y lo peor es que no podrás tener consuelo de nadie. Después de todo, la gente cree que si una relación fue por medio de internet no sientes nada. Estúpidos.

Camila Cabello: Porque me animaste con lo de mis padres! Porque me gusta tu forma de hacerme reír aun si no lo quieres hacer. También me gusta tu risa, aunque casi no la suelo escuchar, y el tono de voz que usas al usar tu modo socarrón.

Estoy escribiendo otro de los sermones de mi madre, algo nerviosa, con mis dedos temblando mientras aprietan las teclas del teclado más rápido de lo usual, sin embargo, Camila se adelanta, y me envía un mensaje antes.

Borro todo lo que estaba a punto de enviar.

Camila Cabello: Tu… no sientes lo mismo, verdad?

Cold Coffee: Quizás estés un poco confundida porque fui la primera en ayudarte en ese tema. Piénsalo bien, Camz.

Camila Cabello: Camz? Enserio? Dices que  estoy confundida porque no quieres que me enamore de ti. Pero cómo no hacerlo cuando me llamas asi, tonta?

Cold Coffee: Ya te lo dije, piénsalo bien.

Camila Cabello: Te he dicho que lo he pensado mucho, no es así? No necesito pensarlo más.

Cold Coffee: Sólo dejaré que lo pienses un poco más, ¿está bien? Me desconectaré y apagaré mi móvil.

Camila Cabello: No.

Camila Cabello: Cold, no.

Camila Cabello: COLD!

Cierro mi perfil y apago la computadora lo más rápido que puedo, al igual que el celular que se encontraba al lado de la computadora. Mi respiración es irregular. Quizá es porque es la primera vez que alguien se me declara primero antes de que yo lo haga.

Casi son las cuatro de la tarde, aún muy, demasiado, temprano para dormir y tengo una horrible pereza para salir. No quiero hacer nada, y siento una horrible impotencia en encender mi móvil y encontrarme con varios mensajes de Camila diciéndome que no me desconecte, que necesita hablar conmigo. Pero estoy segura de que ni siquiera yo soy tan importante.

Me cambio el short azul que llevo puesto a unos pantalones vaqueros y mi playera de tirantes la oculto debajo de una sudadera azul rey. Me pongo un gorro para evitar peinarme y me calzo unos tenis.

Cuánta feminidad.

Oh, gracias, Lauren.

No es nada, Lauren.

—¿A dónde? —pregunta mi madre, con poco interés, desde la cocina.

—Por ahí. La tecnología me consume, quiero apartarme de ella un momento.

—Vaya, no sé si te burlas de mí o si alguna fuerza omnipotente por fin te iluminó y dejarás de ser ermitaña.

Sí, heredé los comentarios sarcásticos y socarrones de mi adorada madre.

—Ni uno ni lo otro, sólo escapo de mis problemas —contesto, encogiéndome de hombros.

—Cobarde —contraataca.

—Como siempre... —digo, saliendo de casa.

[...]

Narra Camila.

Al día siguiente, me levanto más temprano que de costumbre, con unas enormes ganas de mandarle un mensaje de “lo siento”. Pero me contengo, porque no me contestará, probablemente nunca lo haga. Me doy un baño, y cuando salgo me miro al espejo: Está bien, no importa, no hace mucho que la conozco.

Sin embargo, fue la única con la que pude hablar sobre lo de mis padres. Mis amigas sólo hablan entre ellas y casi no puedo opinar nada de lo que dicen. Supongo que eso es lo que se llama “amigos de nombre” porque no quiero quedarme sola en la escuela. Y para ello, tengo que comprarles cosas de la cafetería y hacer varios mandados y pasar tareas. Es complicado, pero no estoy sola.

Ella no es así.

Nunca me pidió nada a cambio.

Por eso la quiero, ¿es tan difícil que ella lo entienda?

Me visto, con más pereza de lo normal, y peino mi cabello castaño.

Cierro los ojos, suspiro, y me preparo mentalmente para ocultar todo en una sonrisa.

—¡Apúrate, Camila! ¡Me muero de hambre! — grita una de mis amigas: Dinah, alta, y una sonrisa que rompe cualquier corazón. Es una de las chicas más deseadas del instituto, al menos eso creo, porque ha salido con varios chicos, y unas cuantas chicas.

Me volteo de mi asiento y le sonrío.

—Bien, ¿qué te traigo?

—Lo de siempre, una ensalada, ya sabes. — contesta. Asiento con la cabeza y sonrío. Tomo el dinero que me da y me encamino a comprar su comida, mientras ella y Normani me piden también que compre las de ellas. Acepto, de cualquier modo, no tengo nada más que hacer durante el recreo.

Aún me siento mal, y en el fondo de mis pensamientos se encuentra Cold, me frustra un poco no saber su nombre real para pensarla como es debido y no bajo un seudónimo.

Al final, sólo para tener su amistad de vuelta, decido enviarle un mensaje:

Camila Cabello: Tienes razón, creo que solo estoy confundida n.n U

—¿Escucharon que hay una niña en otro grupo que tiene calificación perfecta en todo? —dice Keana, otra de mis amigas, con tono socarrón— Apuesto a que deben aprovecharse de ella los demás. Qué suerte tienen, nosotras sólo tenemos a Camila y a veces ni siquiera entiende las ecuaciones.

—Lamento no ser tan útil. —murmuro, sonriendo y riendo de manera nerviosa.

—No lamentes algo que no puedes cambiar. — dice Keana mascando un pedazo de goma de mascar. Me limito a asentir solamente, esperando que el día termine para dejar de sonreír al llegar a casa. Algo que aprendí es que las mejillas se entumen cuando sonríes sin querer hacerlo, sin ganas, sólo para agradar a los demás. Cuando sonríes por felicidad no sientes nada más que alegría.

Cold Coffee; CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora