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Todo lo que resta de la tarde he chateado con Camila y Lucy. Me siento sucia, como una de esas chicas que tienen dos novios a la vez, como Dinah, y ni siquiera sé por qué.

Camila es mi amiga, creo que ya puedo considerarla como tal, y sólo me coquetea a manera de broma.

Lucy fue mi novia a distancia, y ahora sólo hablamos como unas simples amigas.

Creo que lo considero así porque únicamente he hablado con una persona a la vez, y hablar con dos es muy confuso y raro.

Me siento como todo un ser social.

¿Lo ves, mamá? Tengo muchos amigos.

Me levanto del sillón agrietado y recorro las cortinas de mi habitación para que entre la luz lunar. Me gusta dormir con la luz de la luna al descubierto, mortecina, quieta, mientras juego a hacer figuras con las sombras de los objetos.

Me dirijo al baño para darme una ducha antes de dormir. Esta vez me dormiré temprano. Ocho horas. Quizá diez. Tengo que dejar esa fea costumbre de no dormir, porque mis ojeras están muy feas.

Como tú.

Cállate.

Comienzo a extrañarme de mi actitud, nunca me había preocupado mi imagen personal, y estaba claro que no podría transformarme en una Chloe Grace Moretz (¡Esa chica es perfecta!) en una noche y una tarde, ni siquiera en una vida entera. Sin embargo, podía hacer algunos arreglos antes de las seis de la tarde para el día siguiente.

Salgo del baño y rápidamente bajo las escaleras, tropezando cada dos por tres. Mi madre está viendo la televisión con su bata de baño y su pijama debajo, a un lado tenía un bol lleno de palomitas mientras veía una película de amor.

—No lo hagas, pendeja. Al final te dejará embarazada y se irá a comprar botellas de alcohol, te emborracharás con él y se irá al día siguiente, dejándote unos míseros dólares como si eso fuera a alcanzar toda la vida. —le decía a la protagonista de la película. Pongo los ojos en blanco, esto era una costumbre de todos los viernes, los días en que no trabajaba.

—Mamá. —le digo, y parece no escucharme o me ignora— Mamá, mamá, mamá. —Seguía ignorándome— ¡UNA RATA!

—¡AH! ¿DÓNDE? MÁTALA. QUÉ TE PASA. POR QUÉ TE QUEDAS AHÍ PARADA, MÁTALA, ¿DÓNDE ESTÁ LA ESCOBA? —Subió al sillón y empezó a gritar como loca. Y eso sólo podía significar que me iba a ir muy mal.

—Eh, no hay rata. Préstame un poco de tu atención y… —Tomo su pantufla y me la arrojó directo a la cara— Auch. —Finjo sentirme adolorida.

—¿Qué quieres, hija rara?

—Quería saber si… Espera, ¿hija rara? ¿Se te olvidó de nuevo mi nombre?

—Claro que no, Laura.

—Lauren.

—Sí, sí, como sea. ¿Qué quieres?

—Tus cremas, maquillaje, lo que sea para ocultar esta cara de monstruo insomne.

—Uh, ¿para qué? ¿Tienes una cita? —inquirió con sorna, como si mis posibilidades de que alguien me invitara a una cita fueran nulas. Cruzo los brazos y sonrío con vehemencia, para después decir: Sí.— Qué.

—Tengo una cita. —afirmé.

—JAJAJAJAJAJAJAJA.

—Eh…

—JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA.

—Mamá.

—AIRE, AIRE JAJAJAJAJAJA.

Cold Coffee; CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora