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No pude hacer otra cosa que quedarme en una clase de inmovilidad, mientras aún seguía en el parque, con la silueta del sol difuminándose en el cielo del atardecer.

Miro el móvil varias veces, sin saber exactamente qué responder, parpadeando varias veces.

Cold Coffee: Qué.

Fue lo único que se me ocurrió escribir, porque lo que ella decía no tenía sentido alguno. Ella se alejó, ella fue la que me dejó. ¿Por qué se esmera en regresar a mi vida con tanta insistencia? Aunque yo cometí el error de hablarle primero.

Quiero apagar el móvil, o lanzarlo por el tobogán donde previamente se había lanzado Camila con rapidez. Pero la curiosidad es tan grande, y espero a que sólo sea una mala broma, como todas las que suele hacer.

Lucy Vives: Lo que leíste.

Cold Coffee: Tus bromas siguen siendo igual de malas.

Lucy Vives: Ay.

Suelto un suspiro y bajó por las escaleras, porque no tengo ganas de sentirme que caigo por un tobogán, además estoy mareada. Y en todo el transcurso de mi corto viaje de la casa juegos de madera hasta el suelo del parque, Lucy envía otro mensaje, que esta vez es un archivo adjunto (una imagen).

Es ella, pero esta vez tiene un gorrito café y su bonita sonrisa a medias. Está en el aeropuerto, porque se puede ver detrás de ella una ventana donde se puede observar avión  a punto de despegar.

Oh, no.

No, no, no, no.

Lucy Vives: ¿Ahora me crees?

Cold Coffee: Estoy en un momento de confusión. ¿Por qué haces esto?

Lucy Vives: Porque quiero verte. ¿Qué una amiga no puede anhelar ver a su otra amiga?

Cold Coffee: Nunca deseaste verme con tanta insistencia cuando salíamos.

Lucy Vives: Ay.

Lucy estaba escribiendo, pero no me importó y comencé a escribir también, aún parada en el parque, con la mortecina luz del sol apagándose con cada minuto que pasaba.

Lucy Vives: Te lo había dicho, que aún te quería un poquito. ¿Por qué haces esto? ¿Es alguna técnica de tortura hacia mí?

Dejó de escribir, supongo que borró todo lo que iba a decirme, y volvió a escribir de nuevo, quizá alguna respuesta para mi incómoda y triste pregunta.

Lucy Vives: ¿Podemos hablar? Faltan unos quince minutos para el vuelo.

Cold Coffee: Bueno.

Lucy Vives: Bueno, aquí está mi número.

Maldita. Ella fue la que ocasiona todo tipo de problemas, y aun así quiere que yo le llame y que yo gaste mi saldo.

¿Podría haber alguna persona más mala que ella?

Agregué el número a mis contactos y la llamé. Mis rodillas temblaban, así que comencé a caminar despacio, porque sentía que si me quedaba ahí, de pie, con el atardecer casi terminando, me caería como una damisela desesperada en plena etapa de agonía y melodrama.

—Hola. —dije, tratando de ocultar mi voz trémula. La verdad no quería hablar con ella, pero sentía una extraña curiosidad acerca de su viaje hasta acá, y necesitaba saber todo.

—Hola. —contesta, con una extraña emoción en su voz.

—Y… ¿Me vas a contestar?

—Ah, así. Es… complicado, la verdad. —hizo una pausa, con algunos balbuceos incoherentes. Y yo espero aquí, como una niña pequeña espera malas noticias— Desde que comenzamos a salir siempre quise verte, no sólo por videollamada, pero nunca me atreví a decírtelo porque quizá pensabas que iba demasiado rápido o esas cosas gays. Pero ahora que solamente somos amigas podemos hacer eso sin ningún tipo de ansiedad o compromiso. Sólo amigas. Vagando por tu ciudad. Me enseñarás los centros turísticos, ¿verdad?

—S-sí… —murmuro, tratando de no sonrojarme. No podía darle otra pizca de esperanza a mi frágil corazón, o pensar que podría pasar algo más además de esto.

—Ya pasaron quince minutos. Me voy, te cuidas, ¿va?

—Va.

[…]

Quise salir,

Traté de encontrar a alguien nueva.

Pero siempre termino aún queriéndote.

¿Por qué me hago esto a mí mismo?

Cold Coffee: Escribí algo.

Camila Cabello: Enseña C:

Cold Coffee: No lo sé… Es muy largo.

Camila dejó de escribirme y me llamó.

—¿Qué tal si lo lees? —me pregunta cuando recién contesto.

—Sí que eres insistente. —refunfuño.

—La verdad sí. Ahora calla y lee.

—No puedo callarme y luego leer, genio.

—Ay, sólo lee. —pude sentir su puchero desde detrás de la línea.

—«Min está escapando de casa. En este momento ella no piensa con claridad; está corriendo a toda velocidad, como si sus problemas se esfumaran en cada zancada que da, con las lágrimas escociendo sus ojos zafiros y su respiración agitada. Su garganta le quema, pero piensa seguir corriendo hasta que sus piernas ya no puedan seguir más, después de todo, ¿a dónde podría ir una niña de nueve años después de escapar de casa?»

Hubo un silencio tan tangible en la línea que parecía que podía cortarse con un cuchillo. Podía escuchar la respiración de Camila y los suaves balbuceos de alguien que no tiene ni la menor idea de qué decir.

—¿Estás triste? —fue lo primero que me dijo después de varios minutos de silencio.

—No lo sé.

—¿Puedo hacer algo para hacerte sentir mejor?

—No lo sé. —suspiro— No estoy triste, es una tarea para español, y ya sabes, las historias tristes son las que más enganchan al lector.

—Pues sí… —eso fue lo que dijo, pero su voz sonaba insegura, como si sólo tratara de complacer mis comentarios sin  tratar de herirme. Aunque yo sé que ella nunca me heriría, o al menos eso es lo que quiero creer.

—Pasaron muchas cosas este día. —trato de cambiar el tema de conversación, poniéndome de pie, comenzando a buscar un libro en el desorden de mi pequeña habitación.

—Sí… ¿Te gustó salir con esta chica? —contesta ella entre risas.

—Sí, fue divertido el vandalismo. —comento, soltando una sonrisa— Deberíamos… Eh… Deberíamos… —comienzo a balbucear, sin saber exactamente lo que quiero decir.

—¿Deberíamos qué? —repite ella con un tono pícaro y puedo notar su sonrisa a medias desde aquí.

—Ya sabes…  —desvío la mirada, imaginando la suya, escrutadora, mirándome de arriba hacia abajo.

—¿Besarnos? ¿Tener sexo? —suelta, conteniendo una risita.

—¿Qué? ¡No! Hablaba de… Salir. —digo rápido, con el calor extendiéndose por mis mejillas y toda mi cara.

—Ah, tienes razón. Me divertí mucho. —contesta, soltando un suspiro— ¿Cuándo será nuestra próxima cita?

—¿Cita? Creí que fue una simple salida de amigas. —comento, esbozando una media sonrisa, casi parecería coqueta. Y agradecí que Camila no me estuviera mirando.

—Ese fue un anzuelo. Esta vez tendrás que aceptar que es una cita.

Pienso un poco antes de contestar, en Lucy, en que algún día tendré que contárselo a Camila si quiero que nuestra amistad perdure, exista confianza y esas cosas cursis.

Al diablo.

—Está bien, acepto, príncipe azul.



Cold Coffee; CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora