Capítulo Uno

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La primera vez que soñé con él fue comenzando la universidad. Al principio pensé que solamente se resumía a eso, sueños. Nada más. Pero después de un mes de verlo cada noche, de oírlo, de saber cómo se sentía, que podía saber cuáles iban a ser sus decisiones con solo intuirlas; me asusté. Muchísimo. Llegue hasta pensar que estaba en una brujería.

¿Cómo y porqué me sucedía esto? ¿Por qué a mí?

Aún no sé la respuesta y eso que he intentado buscarla. Aunque admito que buscar en Google lo que me pasaba tampoco era de ayuda. Nunca se fíen de Google.

Al tiempo, me acostumbré. Verlo cada noche era y es mi rutina.

Hay cosas de él que aún no descubro: ¿de dónde es? ¿Qué hace? ¿Cuántos años tiene? Y la más importante; ¿quién es él?

Lo único que sí sé es lo poco que muestran mis sueños.

Y a pesar de que no sé muchas cosas, yo lo llamo; Mi chico pelirrojo.

— ¡Grandísima perra! Espero que estés despierta, Camila—escucho el grito de mi mejor amiga.

Bufo.

Estoy acostada en mi cama tratando de conciliar el sueño, otra vez. Tuve una pésima noche. Muy mala. De las peores. Es por eso que tengo un increíble dolor de cabeza y un malestar que sé, durará todo el fastidioso día.

Él está... Angustiado, y por eso yo estoy así. Sus emociones, las mías. Desde hace años es así.

Quisiera saber por qué... O porqué él. Cualquiera de las dos me gustaría.

Así qué, Dios. Ajá, es contigo. Si tal vez, taal vez, quisieras darme una grandísima señal lo amaría. Sé que soy hipócrita porque solo te busco en ciertos momentos, pero , aunque sea contéstame con algo, no sé, ¿números quizás? Lo dejo en tus manos ¡Gracias! La gerencia.

Con mucho pesar, y algo de dolor, me levanto de mi cómoda cama y me dirijo al baño que hay en mi habitación para asearme.

Paola, mi mejor amiga y grano en el culo cada vez que debo levantarme, me ayuda todos los días a despertarme, porque si fuera por mí, desde hace muchísimo tiempo me hubiera quedado dormida y eso ocasionaría que no pudiera ir a mis clases en la universidad.  Aunque hay días en que la pereza gana y sin prestarle atención me doy la vuelta en mi cama y sigo durmiendo como si nada hubiera pasado.

La conozco desde hace bastante tiempo, casualmente cuando estudiamos juntas en la primaria. Y pensamos que sería una grandiosa idea venir a vivir juntas al comenzar la universidad. Claramente hay días en que solo quiero ahorcarla y encerrarla, pero son las cosas de vivir con alguien, ¿no? Aceptar las diferencias y aprender a vivir con ellas.

— ¿Dónde estás? —grita ella, otra vez, sacándome de mis pensamientos. Es increíble que nuestro apartamento no es tan espacioso y aun así, ella y yo nos comunicamos más gritando que hablando. De locos, ¿no?

— ¡En el baño, estúpida! —exclamo, mientras con una toalla me trato de secar el cabello. Siendo está una tarea un tanto... ¿frustrante? Mi cabello es rebelde y hoy no quiere cooperar.

Con una toalla que cubre mi cuerpo salgo del baño a buscar una ropa que usar para el día de hoy mientras que Paola me evalúa sentada en la cama.

Cuando no soporto más, le pregunto:

—Suéltalo, ¿qué quieres? ¿O qué te pasa? No me digas que ya te vino la marea roja...

—No es eso, loca. Pero sí estoy un tanto intrigada— responde ella.

Alma GemelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora